Este miércoles tiene lugar en Quito una jornada de protesta que se espera sea multitudinaria.
Deben llegar todos los grupos indígenas que comenzaron a marchar hacia a la capital ecuatoriana tras la polémica decisión del gobierno de terminar con el subsidio a los combustibles.
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Pero el martes, en el parque del Arbolito, en los bajos de la Asamblea Nacional de Ecuador, se produjo algo que podría anticipar lo que puede ocurrir hoy, con enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas de seguridad.
Cuando llegué por la tarde al parque, ubicado al final de la céntrica avenida 6 de Diciembre, escuché a una mujer decir "Dios nos cuide a todos", mientras avivaba una hoguera especialmente diseñada para contrarrestar los efectos de los gases lacrimógenos.
“Dios no tiene nada que ver en esto”, le respondió un hombre al lado de la hoguera, a lo que ella sentenció: “Si Dios no estuviera, ya todos estaríamos muertos”.
Y entonces, ocurrió el sindiós.
Proyectiles de gas lacrimógeno surcaron el aire y decenas de personas corrieron a estas hogueras improvisadas buscando que el humo aliviara el ardor en los ojos.
Este fue el escenario previo a la jornada de paro general de este miércoles, con los indígenas embistiendo para entrar en la Asamblea y el ejército lanzando nubes de gas, mientras los vendedores ofrecían la mascarilla a 25 centavos de dólar, el silbato a 50 centavos y la corneta a US$2.
Un grupo de manifestantes logró ingresar a la sede del poder legislativo, pero luego las fuerzas de seguridad lograron su misión de mantener intacto un Parlamento que no sesiona desde el jueves pasado.
En las hogueras se decía, en los pocos momentos de tregua, que el objetivo de este miércoles será el palacio presidencial de Carondelet, que —como la Asamblea— está tan vacío como protegido, y viceversa.
Fuerza de choque
Así como el parque del Arbolito fue este martes un caos, Quito fue una ciudad sin presidente, ya que Lenín Moreno -en el marco del estado de excepción- trasladó la sede del poder ejecutivo a Guayaquil.
“Venían por mí”, dijo el presidente ecuatoriano Lenín Moreno en entrevista con BBC Mundo, refiriéndose a los manifestantes y a las razones por las que se trasladó a la ciudad costera de Guayaquil.
En la historia reciente en el país marchas de indígenas, en alianzas con otros sectores populares y militares, han derrocado presidentes.
En diciembre de 1996, el gobierno del presidente Abdalá Bucaram anunciaba el llamado paquetazo de año nuevo. Se trataba de una serie de medidas económicas entre las cuales estaban el congelamiento del salario mínimo y elevación del costo de los pasajes.
En los primeros días de 1997 el descontento social se hizo sentir. Empezaron las protestas de varios sectores. Estudiantes, sindicatos y el movimiento indígena, liderado por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), se movilizaron.
En febrero de 1997, con las protestas en su punto clímax, el Congreso Nacional destituyó a Bucaram.
Mientras, el 21 de enero del año 2000, oficiales de rango medio y grupos indígenas terminaron con el mandato constitucional de Jamil Mahuad y -asumiendo el mando el vicepresidente Gustavo Noboa- este movimiento conduciría al poder en 2002 al coronel Lucio Gutiérrez, derrocado a su vez tres años después.
Mahuad había tomado drásticas medidas económicas como la elevación del precio de los combustibles, el congelamiento de los depósitos en la banca, el llamado "feriado bancario" y finalmente la dolarización de la economía.
El sucre, la moneda ecuatoriana, murió. El dólar se convirtió en la moneda oficial. El anuncio lo hizo Mahuad en cadena nacional un domingo de enero.
La CONAIE, que es la misma organización indígena que lidera hoy las protestas contra las medidas económicas de Moreno, impulsó una marcha que llegó al entonces Congreso Nacional y al Palacio de Carondelet, la sede del gobierno ecuatoriano.
Los militares quitaron el respaldo a Mahuad, quien tuvo que abandonar el palacio y su cargo.
Cinco años más tarde, en 2005, una movilización en la que participó el movimiento indígena y a la que se fueron sumando otros sectores, denominada la “rebelión de los forajidos”, terminó con la salida del entonces presidente, Lucio Gutiérrez.
Tras una semana de protestas en el país y frente al palacio presidencial en Quito, Gutiérrez abandonó el edificio del gobierno en un helicóptero.
Papel protagónico
Aunque estos tres gobiernos cayeron en circunstancias diferentes, lo que han tenido en común es que su salida tuvo su germen en el descontento ciudadano y en protestas sociales en las que el movimiento indígena tuvo un papel protagónico.
En esta crisis de 2019, los militares siguen apoyando a Moreno y aparecen como fondo de pantalla para las conferencias de prensa que da el presidente como muestra de respaldo.
Por su parte, el sector del transporte, que empezó liderando estas movilizaciones junto a los indígenas y algunos sindicatos, luego se desdijo (entre anuncios del gobierno sobre un aumento del transporte público) para más tarde volverse a desdecir.
Fue así como el movimiento indígena tomó la batuta de estas protestas y repitió la misma estrategia de movilizaciones anteriores: caminar desde sus comunidades hacia la capital, bloqueando a su vez las principales vías del país.
Sus líderes aseguran que no regresarán a sus comunidades hasta que el gobierno no devuelva el subsidio a los combustibles.
Este martes en Quito, fueron la principal fuerza de choque, acompañados por algunos jóvenes de izquierda y otros manifestantes más hábiles en el arte de romper barricadas que en la asignatura sobre materialismo dialéctico.
Todos fueron víctimas de los gases, tanto hombres como mujeres y niños.
¿Podrá esta fuerza obligar al gobierno a derogar el decreto que terminó con 40 años de combustibles subsidiados?, o incluso, ¿forzarán el fin del actual mandato presidencial?
La respuesta no se sabrá hasta el final de la jornada, pero los enfrentamientos dejaron entrever que los indígenas necesitarán más aliados si pretenden tomar un espacio de poder como la Asamblea o Carondelet.
La resistencia
Que los indígenas hayan sido en las últimas décadas actores políticos clave en la historia ecuatoriana se lo deben a su capacidad de movilización y de resistencia.
Pero esta capacidad no es nueva, según indicó a BBC Mundo la antropóloga Gabriela Eljuri.
“El pueblo indígena lleva viviendo 500 años en resistencia. Su historia es de resistencia, y su sentido de cohesión es muy fuerte”.
Esta cohesión deviene, según la académica, de la noción de comunidad, tan distinta a una sociedad occidental más individualista y competitiva.
“El indígena aún sostiene el sentido de comunidad y, por tanto, las decisiones se toman colectivamente”, explicó Eljuri.
Y añadió: “Pese a que también este movimiento ha sufrido un proceso de fractura en los últimos años, ese sentido de lo común juega un rol fundamental al momento de organizarse, ya sea para la minga (para hacer un trabajo en comunidad) o para la protesta y el reclamo de sus derechos”.
Costos políticos
Las imágenes que dejó el final de la marcha del martes, con cientos de indígenas buscando desordenadamente donde pasar la noche- en la Casa de la Cultura y en algunas universidades de la capital- dejaron la impresión de que necesitan aceitar más su mecanismo luego de años de no marchar a la capital.
Y el gobierno ha sumado otra herramienta a su arsenal, además del estado de excepción y la militarización de ciertas áreas de la capital: el toque de queda, que rige ahora desde las ocho de la noche hasta las cinco de la mañana.
Pero el poder Ejecutivo no tiene motivos para festejar.
Las principales rutas del país siguen cortadas, han hecho falta puentes aéreos para llevar alimentos a capitales provinciales y organismos internacionales critican la represión de las protestas.
Los precios de alimentos y productos básicos han subido, debido a la eliminación de subsidios y la especulación de algunos comerciantes.
La decisión de dejar la capital en su peor momento podría, además, tener un costo político.
No todos estarán dispuestos a olvidar, como le dijo a BBC Mundo una vendedora de cornetas y silbatos en el Arbolito llamada Verónica Yanchaguano: “Ese presidente es un muerto de hambre que se ha largado y aquí no da la cara”.
En conversaciones con BBC Mundo, Yaku Pérez, líder de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), dijo que el objetivo de su organización no es terminar con el gobierno: “No conviene desestabilizar a la democracia, por más débil que sea; no sacamos nada cambiando de presidente”.
Pero después de los combates afuera de la Asamblea, los manifestantes acabaron gritando con los ojos ardidos de gas y de rabia “¡fuera Moreno, fuera!”.
Quito amaneció este miércoles con un hermoso día de sol, pero las nubes acechan. El destino del presidente, y del país, puede empezar a definirse en las próximas horas.