Desde la próxima semana, el trabajo presencial volverá a Ecuador. En palabras del ministro de trabajo del gobierno del presidente Guillermo Lasso, la vacunación y la reactivación de la economía “van de la mano”.
“A todos los ecuatorianos nos conviene poco a poco regresar a reactivar la economía, alentar el empleo, para que la gente pueda salir a la calle sin el temor que hoy tiene de contagiarse y ser contagiado”, sostuvo Patricio Donoso, titular de dicha cartera.
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De esta forma, desde el 1 de julio, los empleados del sector público y privado que han sido convocados para regresar a las oficinas, deberán reintegrarse “guardando todas las medidas de bioseguridad”.
La decisión ha generado polémica porque el coronavirus continúa matando ecuatorianos (hasta ahora suman más de 446 mil contagios y más de 21 mil muertos), y muchos de los que podían acceder a la vacuna contra la COVID-19 no lo han hecho.
Según AP, “un 25% de los ancianos no han acudido a vacunarse”.
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Valdría preguntarse, entonces, ¿tiene sentido regresar al trabajo en oficina cuando el proceso de vacunación va lento y no está logrando la convocatoria esperable?
Para responder la interrogante, El Comercio conversó con el doctor Mario Paredes, epidemiólogo de la Dirección de Sanidad de la Armada del Ecuador, y docente en la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil.
“Lamentablemente, parece ser que, a nivel mundial, el manejo de la pandemia no tiene un carácter técnicocientífico sino político. Esto se ve en las decisiones de los gobiernos de Norteamérica como en Europa: luego de los picos, se han tomado medidas similares, y luego nos hemos visto en la necesidad de regresar al aislamiento”.
Para Paredes, lo que prima es la salud de la economía y que los políticos mantengan la aprobación de la población.
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El regreso al trabajo presencial no es lo único que le preocupa. Esta nueva disposición coincide con el reciente regreso de los escolares a las clases presenciales, una jugada negativa ante los ojos del especialista.
“Sobre todo si no se ha inmunizado ni al cuerpo de docentes en su totalidad ni a los alumnos que van a recibir las clases”.
Y, claro, la medida del gobierno presupone que los menores de edad van a cumplir a raja tabla las medidas para frenar la COVID-19.
“Si ya es bastante difícil pedirles a los adultos que cumplan con las normas, peor será pedirle a un niño o un joven que se lave las manos cada tres horas, que se distancie de sus compañeros, que no se abrecen, que no jueguen...”, sostiene.
Y agrega: “Es más, los niños están usando mascarilla N95 o las quirúrgicas, pero justamente por su propia estructura, no son las más adecuadas. Ellos deberían usar unas más pequeñas y adecuadas para su fisionomía, y eso es algo que no está pasando”.
LA SOLUCIÓN: ¿VACUNACIÓN UNIVERSAL?
“El infierno está tapizado de buenos intenciones. El nuevo gobierno está trabajando bien para la reactivación económica, pero no se está asesorando adecuadamente o no le está haciendo casos a sus expertos en salud”.
Paredes es directo: no tiene sentido regresar a la presencialidad por la sencilla razón de que las condiciones no están dadas. Pero no se queda en ello: también critica el hecho de que el manejo de la pandemia no se haya concentrado en una sola institución.
Él explica:
“Quien indica qué se hace o qué se deja de hacer es el Comité Operativo de Emergencia (COE Nacional), pero cada provincia o cantón ha sido facultada para formar sus propios COES. De esta manera, en el país se toman decisiones regionales, como si la pandemia fuera diferente en cada uno de esos lugares”.
Y allí es que se vuelve a notar que lo que ha primado en el manejo de la crisis sanitaria han sido criterios económicos y políticos. Paredes cuenta que, en algún momento, se aislaron 18 de las 24 provincias, a lo que él se preguntó: “¿será que en esas seis no entra el COVID-19?”.
“Igual sucedió con los toques de queda que iban desde las 8 de la noche hasta las 5 de la mañana: ¿será que el coronavirus reacciona más agresivamente en la noche? Luego hubo restricciones los fines de semana y la pregunta era similar: ¿será que el COVID-19 actúa a partir del viernes y termina el domingo?”
Pero el problema de regresar a la presencialidad podría alcanzar nuevas dimensiones si se tiene en cuenta a la variante Delta que ya viene causando estragos en otras partes del mundo.
“Yo lo recomendaría al gobierno y a los gobiernos en general, que, en vista de la baja percepción de riesgo ante esta enfermedad, que permitan que todos puedan acceder a la vacuna, y que quienes estén interesados se vacunen”.
Y agrega:
“Y que quede patente el riesgo de que quienes no quieren vacunarse están por su cuenta y riesgo. Lamentablemente, estamos avanzando de forma secuencial, pero la gente dice ‘no, no quiero esta vacuna, quiero esta porque es mejor’, sin mayor criterio”.
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