El espectáculo tenía que continuar. No importa si los muertos siguen subiendo o si hay una convulsión social sin solución. Argentina y Colombia dejaron de ser la sede de la Copa América -que se había postergado el año pasado por la pandemia del coronavirus- debido a su aguda crisis sanitaria, en el primer caso, y a las protestas sociales que no ceden, en el caso del segundo.
La pelota, entonces, cayó en la cancha de Brasil, el segundo país del mundo con más número de muertos por COVID-19.
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La propuesta de la Conmebol cayó como anillo al dedo para el presidente Jair Bolsonaro, ávido de que la gente se olvide de la pandemia -y de su criticada gestión al frente de ella- y se entretenga con el fútbol, pese al estupor de epidemiólogos y doctores, que señalan que la competencia podría multiplicar los casos, o del reparo que han puesto los mismos futbolistas al considerar que es un riesgo jugar bajo esas condiciones. Pan y circo.
Estas son algunas claves del escenario que acogerá el próximo 13 de junio el torneo continental de fútbol más importante:
1. Crisis sanitaria
Con 472 mil muertos -a un promedio de 2 mil al día- y 17 millones de infectados, Brasil ha mantenido durante un año el penoso récord de ser el segundo país del mundo más afectado por el COVID-19.
La respuesta del presidente Jair Bolsonaro desde el comienzo fue minimizar el virus, y siempre se mostró en contra de cualquier tipo de cuarentena para frenar los casos. Para él, la economía estuvo siempre por encima de la situación sanitaria, cuyo manejo ha estado a la deriva desde que se extendió la pandemia.
La vacunación, en tanto, avanza lentamente con solo el 10% de la población inmunizada con dos dosis.
“Desde el principio de la pandemia, Bolsonaro ha tenido este discurso de que la economía y la vida no pueden parar y las cosas tienen que seguir caminando como si no hubiera coronavirus. Entonces, la posibilidad de tener la Copa América en Brasil es un regalo para él porque encaja muy bien con esta visión”, comenta a este Diario el politólogo brasileño Mauricio Santoro, profesor de la Universidad del Estado de Río de Janeiro.
Para el periodista Brian Winter, editor de la revista “Americas Quarterly”, enfocada en América Latina, la competencia futbolística también encaja en el mensaje de Bolsonaro, aunque sostiene que aceptar la organización fue “un autogol”. “Esto generó presión y condena incluso por parte de algunos de los aliados de Bolsonaro, que lo ven como otra señal de frivolidad hacia la crisis de COVID-19, y sin una recompensa clara”, apunta.
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2. Polarización política
El sábado 29 de mayo miles de brasileños salieron a las calles de unas 80 ciudades para protestar contra la gestión de Bolsonaro, cuyo nivel de aprobación, según una última encuesta de Datafolha, ha bajado al 24%, de un 37% de diciembre pasado.
Pese a ello, su base electoral sigue siéndole fiel. “Es parecido al caso de Trump en Estados Unidos. Hay que recordar que Bolsonaro llegó a la presidencia luego de una guerra ideológica. Brasil es hoy un país muy polarizado, con posiciones político-partidarias muy fuertes. Entonces, hay gente que apoya a Bolsonaro no importa lo que pase con la pandemia o con la economía”, comenta Santoro.
3. Investigaciones en el Senado
A instancias de la oposición en el Congreso, el Senado ha formado una comisión investigadora que busca esclarecer la responsabilidad del Gobierno en el descontrol de la pandemia en el país.
Por este grupo -integrado por 11 senadores, 7 de ellos críticos de Bolsonaro- ya han pasado exministros de Salud y exfuncionarios que han dado su versión sobre cómo se afrontó la emergencia sanitaria, por qué se difundió la hidroxicloroquina, un medicamento que no sirve para el COVID-19 pero cuyo consumo fue alentado por el mandatario, y la falta de oxígeno en regiones como Manaos.
Aunque los más férreos críticos del presidente, sobre todo del lado de la izquierda, quieren promover un ‘impeachment’ o juicio político -como el que sufrió en el 2016 Dilma Rousseff, que fue removida del cargo- es improbable que el mismo destino le depare a Bolsonaro.
“El ‘impechment’ es muy improbable”, señala Winter. “La comisión ha mostrado algunos detalles de la mala gestión de la pandemia, y podría dañar su intento de reelección el próximo año. Pero Bolsonaro todavía parece tener suficiente apoyo en el Congreso y en las calles para evitar un juicio político. Una encuesta reciente mostró que el 49% de los brasileños apoya el ‘impeachment’”, explica Winter.
Santoro también considera que se está muy lejos de un juicio político debido a sus alianzas en el Parlamento y al apoyo de su base fiel. “Es muy difícil llevar adelante un ‘impeachment’ en estas condiciones”, agrega.
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4. La amenaza de Lula
El principal rival de Bolsonaro es, qué duda cabe, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva. El ultraderechista llegó a la presidencia en el 2019 mientras el líder izquierdista estaba en la cárcel, pero ahora que se le han restituido sus derechos políticos, Lula busca la revancha. Y no estaría lejos de su objetivo.
Otra encuesta de Datafolha mostró que Lula obtendría el 41% de los votos en la primera vuelta de las elecciones del 2022, mientras que Bolsonaro llegaría al 23%. Y en el balotaje, el líder del PT ganaría de manera categórica con el 55% de apoyo.
Sin embargo, todo puede pasar en poco más de un año y nada aún está dicho. “Lula es claramente el rival más fuerte de Bolsonaro. Pero todavía queda mucho camino por delante. ¿Cuál Lula se postulará? ¿El Lula radical de la década de los 90 y de finales del 2010? ¿O la figura más moderada que ganó la presidencia en el 2002? ¿Seguirá creciendo la economía brasileña? ¿Cederá la pandemia? Se puede argumentar que Bolsonaro probablemente esté pasando por el peor período de su presidencia en este momento, pero aún es competitivo ante Lula en una segunda vuelta hipotética. Esta será una carrera reñida”, precisa Winter.
“Lula es la amenaza más grande para Bolsonaro, porque volvió con una fuerza política muy grande, y porque se convirtió en el símbolo de toda la gente que está enojada con Bolsonaro, incluso entre personas que no les gusta el PT o Lula o la izquierda, pero que quieren cualquier cosa que no sea Bolsonaro”, comenta Santoro.
5. Economía en crecimiento
Con todo lo dicho, y pese a las críticas por la gestión de la pandemia, la economía de Brasil ha experimentado un crecimiento este año: en el primer trimestre el PBI subió 1,2%, lo que refuerza la postura de Bolsonaro, de haber priorizado la economía sobre la crisis sanitaria.
Sin embargo, estas cifras no van acompañadas con un aumento del empleo o una caída de la pobreza.
“Estos números son buenos, pero están muy concentrados en el agronegocio y las inversiones, y tanto en los sectores donde la gente efectivamente trabaja”, anota Santoro.
Como detalla Winter, la economía se va recuperando a su nivel prepandémico, pero aún no está claro cuánto de esa mejora está llegando realmente a los brasileños: “Brasil ha tenido una década terrible y necesita mucho tiempo para recuperarse. Pero si las cosas siguen avanzando en la dirección correcta el próximo año, eso definitivamente favorecerá a Bolsonaro”.
Junio 2013: Protestas, fútbol y olimpiadas
- Miles de personas salieron a las calles de Sao Paulo para protestar contra el alza del precio de los pasajes de autobuses y del metro, de 3 a 3,20 reales.
- Las protestas fueron creciendo y alrededor de 2 millones de personas se manifestaron en diversas ciudades del país durante todo junio.
- Los reclamos luego se enfocaron en la presidenta Dilma Rousseff y el elevado gasto público para la organización del Mundial 2014 y los Juegos Olímpicos de Río 2016.
- US$13.600 millones costó la organización del Mundial de Fútbol Brasil 2014.
- US$14.500 millones costó la organización de los JJ.OO. de Río 2016
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