El sábado, el Monumental de Núñez lucía repleto esperando el comienzo del partido que definiría al campeón de la Copa Libertadores 2018. Los actos de violencia en las afueras impidieron que el duelo se jugara. (AP)
El sábado, el Monumental de Núñez lucía repleto esperando el comienzo del partido que definiría al campeón de la Copa Libertadores 2018. Los actos de violencia en las afueras impidieron que el duelo se jugara. (AP)
Renzo Giner Vásquez

Vidrios rotos, gases lacrimógenos y personas heridas. Por increíble que parezca, no describimos una batalla o violenta manifestación, sino el caos que reemplazó a la final de la Copa Libertadores el último fin de semana en Buenos Aires. Para entender en qué momento el fue entendido como una guerra conversamos con Diego Murzi, vicepresidente de Salvemos al Fútbol, una organización fundada en el 2006 y dedicada a investigar, prevenir y concientizar sobre las dinámicas de violencia en el balompié.

—¿Cómo explicamos lo que pasó el fin de semana?
A mí me resultaba muy extraño que no hubiese habido hechos de violencia en esta final hasta antes del sábado.

—¿Por qué?
Uno de los rasgos del fútbol argentino en los últimos 30 años es la violencia. En Argentina han muerto más de 200 personas por hechos ligados a la violencia en el fútbol desde 1983, cuando volvió la democracia al país. Por eso se ha convertido en un tema presente en la agenda social y política de los últimos años, quizá no es central pero sí importante. Por otro lado, el 60% de los argentinos son hinchas de  o de , y ellos estaban definiendo el título más importante que hay a nivel de clubes…

—La fórmula perfecta.
Sí, a nivel deportivo insuperable. Pero en Argentina la derrota ya no se percibe como solo perder un partido. En el Perú creo que pasa lo mismo, aunque no a este nivel. Para el hincha argentino, perder un partido significa perder el honor, el orgullo y la reputación; el rival es un enemigo absoluto. Hasta el mismo Macri dijo que quien perdiera esta final iba a tardar 20 años en recuperarse.

—Más leña al fuego.
Exactamente. Lo que rodeaba a este Boca-River iba más allá de un partido de fútbol. A esa cultura del fútbol hay que sumarle el humor social en Argentina, vivimos la peor crisis económica de los últimos 15 años, se ve un escenario futbolístico donde la conspiración está latente.

—¿Lo dice por lo debilitada que está la AFA?
La AFA está en construcción, pero cuestionada desde el minuto cero. Se la ve identificada con Boca, muy poco transparente y pocos hinchas ven una conducción seria. Es una AFA que no sirvió para desactivar esa permanente idea de conspiración que rodea al fútbol argentino. Acá algunos dicen: “Este es de Boca y hará tal cosa, el otro tiene peso en la Conmebol, el de allá es amigo del presidente”. Se ha convertido en un juego de ajedrez que ya no pasa por la cancha, es básicamente político. El fútbol se ha convertido en un juego político acá.

Murzi, de 37 años, es sociólogo. En el 2009 lleguó a Salvemos al Fútbol y en el 2013 se convirtió en vicepresidente.
Murzi, de 37 años, es sociólogo. En el 2009 lleguó a Salvemos al Fútbol y en el 2013 se convirtió en vicepresidente.

—¿En qué momento se comenzó a entender al fútbol como una guerra, sobre todo en Latinoamérica?
Coincido con eso, el fútbol se está viviendo como una guerra. En Argentina la política central de seguridad pública en deportes es la prohibición de los simpatizantes del club visitante. Se inició en el 2013 en la Primera División y desde el 2007 en las categorías de ascenso. Eso te indica cómo piensa el Estado...

—Eso también sucede acá.
Esa política es antidemocrática. Es como si te cortaras un brazo porque te duele. Debería ser un último recurso, aplicarse para un partido, no tenerlo como una medida regular. Lo peor es que el ejemplo argentino ahora se está exportando. Y ni siquiera ha dado muestras de servir…

—¿Cree que no?
No. En el 2013 hubo 72 hechos de violencia en el fútbol argentino, en el 2014 hubo 82, en el 2015 se registraron 69, para el 2016 hubo 73 y solo el año pasado hubo 70. Además, desde el 2006 vemos un crecimiento en las peleas internas de las hinchadas en comparación con las peleas entre hinchas de distintos equipos. En conclusión, los niveles de violencia se mantienen, pero los destinatario son otros.

—¿Por dónde iría la solución entonces?
Lo primero es trabajar en planes a mediano y largo plazo. Se necesita una colaboración de la federación, a la que nunca le importó esto. Desarmar esta cultura futbolística machista, tramposa y homofóbica que nos abarca a todos. Finalmente, políticas públicas que vayan más allá de perseguir a las barras, hay un trabajo cultural que hacer.

—¿Quizá lo que pasó este fin de semana sea un buen punto de partida?
Ojalá que sí, pero acuérdate que algo así ya ocurrió en el 2015 y fueron muy pocos los cambios.

Diego Murzi
Sociólogo y Vicepresidente de Salvemos al Fútbol

Nací en Buenos Aires hace 37 años. Estudié Sociología en la Universidad de Buenos Aires. En el 2009 llegué a la asociación civil Salvemos al Fútbol y en el 2013 me convertí en vicepresidente. Pueden saber más en .

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