Buenos Aires (GDA/ La Nación de Argentina)
Adriana Silva no se parecía a su madre y desde chica se lo hacían notar. Un día, cuando ya tenía 12 años, volvió a su casa y le preguntó: "¿Por qué dicen que no soy tu hija?". Cansada de inventar historias, la mujer le contestó: "Sí, sos mi hija, pero nunca te tuve en la panza". Jamás volvieron a hablar del tema.
Pasaron casi 30 años y Adriana sigue sin saber la verdad sobre su familia biológica, a pesar de haber golpeado muchas puertas.
Como Adriana, hay unos tres millones de argentinos que fueron separados de sus familias biológicas y anotados como hijos de otros. Así lo indican los registros de organizaciones independientes que se dedican a la búsqueda de raíces natales
Algunas de estas personas saben la verdad desde la infancia, pero la mayoría descubre sólo cuando llegan a adultos que no son hijos de quienes creían.
Gabriela Centomani tiene 50 años y hace apenas dos se enteró -aunque lo sospechaba- de que había sido apropiada durante una discusión familiar. La hermana de su madre de crianza le decía: "Vos no sabés quién sos". O peor: "Vos acá no sos nadie".
Con el tiempo supo que la había vendido una partera del barrio porteño de Flores. El precio era tan alto que los padres pidieron dinero prestado. Querían una nena de tez blanca, como ellos. "Mi madre de crianza fingió el embarazo, hasta pidió la licencia en el trabajo -cuenta Gabriela-. Por eso, a veces digo que soy un peluche."
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