Desde que la voz de Greta Thunberg se hizo eco en todo el mundo, le han dicho de todo. Desde loca hasta que es el rostro adolescente de oscuros grupos de poder. Se han burlado del Asperger que sufre, han dicho que su “sofisticado discurso” es impropio de una adolescente de 16 años y mil cosas más.
Un locutor brasileño dijo que “necesita sexo”, el presidente de Estados Unidos Donald Trump la llamó con ironía “una chica joven y muy feliz que espera un futuro brillante y maravilloso”, mientras que el mandatario brasileño Jair Bolsonaro señaló con desprecio que no entendía cómo la prensa le daba cabida a una “mocosa”.
El pecado de Thunberg ha sido llamar la atención por cómo el planeta avanza aceleradamente hacia su destrucción, mientras que los gobiernos, con su desinterés, contribuyen a alcanzar ese cometido.
Desafiar a quienes creen que el cambio climático es un asunto de fanáticos ecologistas le ha atraído una numerosa colección de haters de distintas nacionalidades, la mayoría adultos. Pero nada ha logrado hacerle bajar la cabeza.
Sus palabras en la ONU, en setiembre pasado, retumbaron en todo el planeta: “Yo no debería estar aquí arriba. Debería haber vuelto a la escuela al otro lado del océano. Sin embargo, todos ustedes vienen a nosotros, los jóvenes, en busca de esperanza. ¿Cómo se atreven? Han robado mis sueños y mi infancia con sus palabras vacías. Y sin embargo, soy uno de los afortunados. La gente está sufriendo. La gente está muriendo. Ecosistemas enteros se están derrumbando. Estamos en el comienzo de una extinción masiva y todo de lo que pueden hablar es de dinero y de cuentos de hadas sobre el crecimiento económico eterno. ¿Cómo se atreven?".
La revista “Time” acaba de reconocerla como la persona del año que se termina por su poderosa voz. Esa que muchos –llamados también “poderosos”- no quieren escuchar.