El gas ruso calienta y alimenta a varias naciones europeas, las mismas que ahora que la posibilidad de una guerra entre Ucrania y Rusia parece concretarse temen el corte del suministro. O peor aún: que se vuelva impagable para los ciudadanos.
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Estados Unidos, comprometido en la defensa ucraniana y de sus aliados europeos de la OTAN, ya se ha puesto en marcha para negociar otras fuentes de origen para el gas. De allí que el Emir de Qatar, el jeque Tamim bin Hamad Al Zani, haya llegado a la Casa Blanca este lunes.
¿Será suficiente? ¿Acaso el gobierno de Vladimir Putin ya tiene la sartén por el mango?
“Es un poder de negociación muy relativo”. Incluso cuando la situación parece inclinada hacia un lado, el profesor de Relaciones Internacionales en la American University in the Emirates, Mohamed Badine El Yattioui, anota que hay más aristas a tener en consideración.
“El 100% de las importaciones de gas de Letonia vienen de Rusia, en Finlandia suman el 98%, mientras que en Polonia llegan al 55%”, recuerda. Y también es verdad que la poderosa Alemania tampoco está en una buena posición, según la agencia EFE, con un 55%.
“Por eso, EE. UU. está negociando, desde hace varios días, con Qatar, Argelia y Egipto, principalmente. La gran opción es Qatar, aunque el problema con ellos es su límite de exportación. Ellos ya cerraron sus tratos y el gas se irá, en su mayoría, a países asiáticos. Y Rusia sabe eso”.
“Tampoco hay que olvidar que Estados Unidos ha propuesto vender una parte de su gas a Europa. Si bien esa sería una buena opción para la alianza occidental, causaría un problema a nivel doméstico por su alto costo. Según expertos, podría elevarse hasta siete veces lo que cuesta el gas ruso”.
Otro problema se destapa: ¿cómo se explica a una ciudadanía golpeada por la pandemia del coronavirus que hay un conflicto y por eso los precios están en las nubes? “Claramente habrá tensiones sociales y si los gobiernos deciden subvencionar el precio, aumentarán su deuda pública, un costo enorme para la comunidad”.
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Los problemas de Putin
El asunto del gas está en la agenda de Putin desde hace años. El Yattioui anota que el mandatario “entiende perfectamente la dependencia rusa de la exportación de gas y el impacto para su economía”.
¿A qué se refiere?
“Cuando hubo la crisis con Ucrania en el 2014, Putin se dio cuenta que los tubos que transportaban el gas pasaban por Polonia y territorio ucraniano, así que dependía de ellos”.
Además de tener que pagarles impuestos, en el caso de una guerra, bien podrían cerrarle el caño, así que construyó el Nord Stream 2, un “acceso directo hacia Alemania por el mar Báltico”. Putin también ideó el Turk Stream, proyecto que alimentaría a Turquía —puerta de entrada a Europa— a través del mar Negro.
Actualmente, ninguno está operativo, por lo que la capacidad de negociación rusa peligra.
“Creo que Putin no quiere un conflicto, pero es un jugador de ajedrez y entiende que, si presiona al máximo, va a generar un gran problema para los ucranianos, europeos y estadounidenses”.
Seguir por ese camino, aun con todos los problemas que pueda generarse, le conviene a nivel de manejo de la opinión pública. Por un lado, demostrará que Rusia tiene el poder militar, que es una gran potencia, y que puede discutir y negociar directamente con Estados Unidos, “un poco como lo hacen los chinos”.
Qatar se abre camino
En medio de la crisis, los reflectores apuntan sobre Qatar, un país que, tal como lo anota El Yattioui, quiere posicionarse como una nación relevante en la región del Golfo. Y lo que hoy por hoy queda en constancia es que las potencias del mundo la buscan para encontrar soluciones.
Qatar ya es responsable del 5,2 % de las importaciones de gas de la Unión Europea.
“No es un tema geopolítico, sino de influencia”, acota el especialista.
“Se trata de un país pequeño -que, sin contar extranjeros, llega a un millón de habitantes- en una ubicación clave en Medio Oriente por estar cerca a naciones asiáticas claves, como India o China. Es también un gran productor de gas si se tiene en consideración su tamaño”.
Y, claro, el contexto actual deja en claro sus ambiciones diplomáticas.
“Recuerda que, durante la gestión de Donald Trump, albergaron las negociaciones con los talibanes en Doha, y que a finales de este año será el Mundial de Fútbol. Se dice que quieren ser la Ginebra del siglo XXI, una ciudad en donde todos los eventos internacionales tienen lugar”.
Llegar a un acuerdo de venta de gas sería un buen resultado, pero no lograrlo tampoco sería un mal negocio para ellos.
“Qatar no tiene un gran ejército, no tiene la capacidad de imponer su punto de vista en la agenda internacional, pero tiene capacidad de influir, de demostrar que está presente”.
Por el momento, el plan viene resultando. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente del Consejo europeo, Charles Michel, ven con buenos ojos tenerlo más cerca y de reforzar su alianza energética, que, según EFE, ya representa el 5,2% de importaciones de la UE.
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