Suspendidos de los aleros de los tejados, se balancean suavemente con el viento. Generalmente sus cuerpos están deformes y han perdido sus llamativos colores por los efectos del sol y la lluvia.
A los conejos de peluche se los cuelga por las orejas, mientras que a muñecos de mayor envergadura se los ata con alambre.
Un muñeco hinchado sobresale de las varillas de refuerzo de un edificio a medio construir. ¿Qué es esta avalancha de osos de peluche en este país del sureste de Europa?
Si manejas por Albania no se puedes dejar de ver peluches colgando de casas y negocios.
En albanés se los llama "majmune", que significa literalmente "monos" y se usa para cualquier muñeco suave.
"Más serio que la religión"
Hice el ejercicio de contar el número de peluches en tres barrios residenciales albaneses y encontré un peluche a la vista en uno de cada ocho casas aproximadamente.
Repito la operación en tres barrios residenciales de Tirana: Babrru, Paskuqan y Kamez, con sus casas representativas de la variedad de arquitectura albanesa -desde ruinas de ladrillo a estuco y pretenciosas barandillas - para preguntar a la gente por qué decoran sus casas con estos peluches gigantes y de aspecto enfermizo.
¿Tiene que ver con la religión?, pregunto. E independientemente de si mi interlocutor es musulmán o católico, la respuesta es un encogimiento de hombros.
"La religión no importa", me dice un hombre.
Y finalmente los dueños de una de las casas admiten que, en realidad, se trata de algo más serio que la religión: los peluches protegen contra el mal de ojo.
"Si tienes algo bonito, otros te lo van a querer quitar", me explican.
"Si el mal de ojo ve incluso una piedra bonita, la va a querer partir", me explica un hombre recién llegado de las montañas del norte de Albania mientras mueve sus manos con entusiasmo al explicar lo hermosa que puede llegar a ser una piedra. "Simplemente así".
"Hace que el diablo no vea nuestro dinero", me dice un hombre a las afueras de su concurrida tienda de muebles.
Protección
Me explica que cuando empezó a construir su casa no colocó ningún peluche. "Entonces, la policía vino. Empezaron a darme problemas. Mi hijo salió y trajo un mono y desde entonces no hemos tenido ningún problema", afirma.
A los peluches en ocasiones les acompañan elementos más comunes contra el mal de ojo como el ajo. (Foto: BBC Mundo)
Un peluche protege una casa construida con el dinero de una hija que trabaja como empleada doméstica en Italia.
Otra está siendo construida con el dinero que un hombre llamado Vladimir hizo en el extranjero.
Vladimir hace una mueca al decirme su nombre. "Es ruso", admite e inmediatamente después me dice que nació en 1972 cuando Albania vivía bajo el comunismo.
El edificio que construye está supervisado por un muñeco de nailon ennegrecido por la lluvia.
Vladimir va a estar sólo unos días en Albania para trabajar en su casa, pero en realidad él lleva ganándose la vida en Grecia desde los 18 años ya que, lamenta, en su país no hay trabajo.
Pero su deseo es volver algún día a vivir a su país, me cuenta mientas apunta a unas esteras de encaje tejidas por su madre.
"Todo aquí está hecho con buen gusto", me dice usando la palabra "gusto" en italiano.
Cambio de influencias
Las influencias extranjeras en Albania han dado un vuelvo significativo en el país desde que a Vladimir le pusieron un nombre ruso., y su mono está guardando un apartamento que se está construyendo con el dinero griego y aspiraciones italianas.
Los peluches son considerados bienes de consumo del capitalismo. (Foto: BBC Mundo)
La tradición de usar peluches contra el mal de ojo comenzó a popularizase con la caída del regimen comunista y el mono que él tiene resguarda ahora un edificio construido con dinero griego y aspiraciones italianas.
Pero cuando les pregunto a los propietarios con los que me encuentro de dónde viene la idea de los osos de peluche, nadie sabe contestarme.
Por supuesto, que la idea de ahuyentar al diablo no es exclusiva de Albania.
Con ese mismo fin, aquí también se usa el ajo como es común en otras culturas. De hecho, en una de las casas, hay una ristra de ajos colgando del techo enredado con tres peluches.
Es una forma de ahuyentar al mal de ojo que se remonta "a nuestros antepasados", me dice como Gjylsime, la cabeza de familia.
Me muestra el cráneo de un carnero, con sus cuernos. "Matamos al animal para la comida que les hicimos a los obreros que construyeron la casa cuando acabaron la obra", me dice.
Es probable que el ajo sea una tradición antigua, pero , según Gjylsime, los peluches contra el mal de ojo no llegaron hasta los años 90 "con la democracia".
Los monos se consideran bienes de consumo del capitalismo.
Más poderosos que la religión, incluso más poderosos que el nacionalismo en un país que en el pasado fue considerado oficialmente ateo.
Una de las casas que visito es la de un minero jubilado. Su hogar está protegido por un mono gris desaliñado del tamaño de un niño pequeño.
"Lo puse ahí nada más construir la casa", explica.
"También puse una bandera albanesa, pero la quité y sólo la vuelvo a colocar en las fiestas. El mono se queda siempre".