Cuando Jake Priday se enteró que el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, estaba convocando a voluntarios para unirse a su legión de combatientes extranjeros, pensó en poner en práctica sus conocimientos médicos aprendidos durante sus años en el ejército británico.
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Para este exsoldado de 25 años, natal de Cardiff (Reino Unido), su motivación principal era educar a las personas que necesitaban de sus habilidades de primeros auxilios durante el conflicto con las tropas rusas. Días después de iniciada la invasión viajó a Ucrania, relata The Economist.
“Nadie va a ayudar a todos, pero si puedes hacer un poco, incluso solo por un poco de tiempo, debes intentarlo”, recuerda Priday. Sin embargo, su travesía como voluntario en la legión extranjera tan solo duró 9 horas.
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Priday solicitó una licencia de tres semanas en la escuela donde trabajaba como profesor antes de ofrecer sus servicios en la embajada ucraniana en Londres. Le avisó a su novia que se iría a brindar su apoyo y el 2 de marzo viajó hasta Polonia con solo un pasaje de ida. Ahí fue hospedado en el hotel Cicada en un pueblo fronterizo polaco llamado Korczowa.
Junto a otros 15 voluntarios de distintos países fueron llevados en una camioneta con destino al oeste de Ucrania. Pasaron por estrictos puestos de control, donde les pidieron sus pasaportes y los ubicaron en una base del ejército.
El exsoldado pensó en todo momento que el personal de la base evaluaría sus habilidades para asignarles las tareas en función de sus especialidades (Priday tiene conocimientos en primeros auxilios), pero la realidad era que iban a ser enviados directamente a la primera línea de combate tras una breve etapa de entrenamientos que incluían prácticas de tiro y lectura de mapas.
“Te dijeron que irías a donde más te necesitaran”, dijo Priday, pero no fue así.
Muchos voluntarios no tenían experiencia militar, reveló, y quedó sorprendido por la ingenuidad de los deseosos de luchar. Algunos jóvenes incluso compararon la lucha ucraniana con la de los kurdos en Irak contra el Estado Islámico, pero él sabía que los rusos eran un tipo diferente de enemigo.
“Esto no se parece en nada a la lucha contra los terroristas”, intentó explicarles Priday a otros reclutas. “Estás luchando contra un país real, con un ejército real, con una marina real, con fuerzas especiales y armamento pesado y capacidades tácticas excelentes. Y todo está siendo dirigido por un loco”.
Un contrato indefinido
Priday quedó sorprendido luego de que los soldados ucranianos llamaran a todos los voluntarios a alinearse en una fila para firmar un contrato.
Según reveló el británico, el documento señalaba que su salario sería de 7.000 hryvnia al mes (230 dólares en ese momento) y que tendrían que permanecer en la legión extranjera de Ucrania durante lo que dure la guerra.
Este papel, además, imponía a los reclutas a mantener las mismas obligaciones que todos los hombres ucranianos, en donde se incluía que ningún hombre entre 18 y 60 años puede salir del país.
Otras dos fuentes consultadas por la revista 1843, y recogidas por The Economist, revelaron que el contrato obliga a los voluntarios a servir por tiempo indefinido. El mismo medio pudo comprobar que otros entrevistados dijeron que les gustaría ayudar en el esfuerzo de guerra, pero desconfían de firmar el documento.
Priday imploró a los demás voluntarios que no firmaran. “Estaba tratando de explicarles lo que realmente significa la ley marcial, y que depende de Ucrania decidir cuándo termina. Se puede extender y extender. Pero nadie en la base estaba explicando esto a los voluntarios. Seguían reiterando que le pagaban por sus servicios”.
“Te están vendiendo un sueño: puedes ayudar al pueblo ucraniano, pero luego te arrojan al peor lugar posible en una zona de guerra”, lamentó el británico, quien se negó a firmar el documento.
Tras su negativa, el ejército ucraniano le pidió de inmediato que abandonara el cuartel. Priday recogió sus cosas y, junto a otros 20 voluntarios que pudo convencer de no firmar, abandonó la base.
Tras 9 horas de haber llegado hasta el oeste de Ucrania, el hombre regresó a la frontera en el pueblo polaco de Korczowa.
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