Ruslan Spirin contesta el teléfono desde Kiev. Es día laborable y la capital ucraniana resiste un nuevo ataque de Rusia. Para el representante especial de la cancillería de Ucrania para América Latina y el Caribe no es fácil dar entrevistas. Producto de la guerra, los apagones son constantes, así que tuvo que irse a otra zona de la ciudad para conectarse a Internet y charlar con El Comercio.
—Se viene el invierno y Rusia, que maneja el flujo de gas, ha puesto en jaque a Europa. ¿Cómo se prepara Ucrania para enfrentar esa amenaza?
Es un momento bastante delicado porque las temperaturas bajarán hasta -20 grados. Si bien estamos acostumbrados, necesitamos abrigarnos y calentarnos, y para eso sirve el gas y la electricidad. Pero Rusia no es tan importante para Europa. Hace un par de años, gran parte del sistema energético era dependiente de su gas, pero ahora menos del 10% está sujeto a ellos. Además, cerca del 95% de los tanques de gas están llenos. Si tomamos eso en cuenta, pasaremos el invierno sin problemas.
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—¿Pero puntualmente sobre la situación en su país?
En Ucrania pasa lo mismo: tenemos suficiente gas para calentarnos. El tema es que ahora Rusia lanza misiles contra infraestructura crítica para los servicios civiles, como centrales eléctricas y térmicas, con el objetivo de destruir nuestro sistema energético. Eso va en contra del Convenio de Ginebra porque las armas son usadas para cortar el gas, agua y electricidad a los ciudadanos. Seguramente por eso habrá un castigo por parte de un tribunal internacional.
Hoy por hoy, el 30% del sistema energético ucraniano está destruido o dañado. Pero recuperarnos es una cuestión de tiempo. Estamos redireccionando el flujo de nuestras centrales nucleares para atender a todas las regiones, y por eso hay cortes de cuatro horas al día. Hay horarios, así que la gente ya sabe cuándo se apaga la luz.
Lo que Putin no entiende es que esta situación hace que los ucranianos queramos ganar la guerra, nos hace más fuertes. Podemos aguantar el frío y no tener luz. No vamos a rendirnos.
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—¿Qué tan posible le ha sido a los ucranianos retomar parte de sus vidas -trabajar, por ejemplo- en medio de los ataques rusos?
Esta semana ha habido una segunda ola de lanzamientos masivos de cohetes, misiles y drones, pero la gran mayoría fueron eliminados por nuestra defensa. Los que sí impactaron hicieron que la mitad de Kiev se quedara sin luz y agua potable. Aun así, la gente entiende que no se trata solo de retomar nuestras vidas sino también de trabajar para recuperar la economía.
En estos ocho meses de guerra, en los que registramos 6 millones de refugiados internos, 8.5 millones de ucranianos se fueron a otros países de Europa. Pero en los últimos dos meses, 5.5 millones regresaron del exterior para reconstruir nuestras vidas. Ya nos cansamos de tener miedo. A veces ni bajamos a los sótanos cuando suenan las alarmas de peligro. Entendemos que nos pueden bombardear en cualquier momento y entendemos también que eso lo dictará el destino. Por eso, antes de que suceda, tenemos que vivir.
Desde que empezó la guerra, en Ucrania hubo más de 100 mil matrimonios. Además, la población también va a los centros comerciales, iglesias, a trabajar, a pesar de que los rusos bombardean hospitales, centros de maternidad, escuelas y buscan destruir toda la infraestructura civil. Nosotros resistimos. Vladimir Putin no cumplirá con su objetivo porque no entiende la valentía del espíritu ucraniano.
—¿Y los niños, niñas y adultos mayores?
Los programas gubernamentales de asistencia social funcionan. Si se les es posible, los niños van al colegio, porque más de 1.500 escuelas y universidades fueron destruidas o dañadas. También hay un sistema de enseñanza por internet que la mayoría utiliza. Asimismo, a los adultos mayores se les envían sus medicamentos a sus casas. Esto se puede lograr gracias al financiamiento de algunos países que apoyan a Ucrania, el FMI y el Banco Mundial, que además apoyan en la asistencia psicológica.
Tenemos el dinero suficiente gracias a nuestros amigos, que también nos apoyan militarmente. El armamento moderno nos ha permitido no solo detener el ataque ruso, sino también lograr una contraofensiva y liberar ciudades. En estas dos semanas, el Ejército liberó más de 400 pueblos, más de 9 mil km2. Pero los militares no son los únicos que pelean. La población también defiende el territorio, resiste en los lugares ocupados. Vamos a ganar la guerra.
—¿Cómo ve el futuro? ¿El final se parece a lo que sucedió con Crimea?
No, para nada. El futuro es distinto. Putin no entiende que no puede avanzar por tierra, que está perdiendo los territorios que antes ocupaba. Por eso es que lanza cohetes y misiles, pensando que puede hacer que la población se rinda. Pero eso no va a pasar.
Lo que necesitamos para terminar la guerra es expulsar a los rusos, obligarlos a abandonar el territorio ucraniano, tanto el Donbás como Crimea. Para ello necesitamos las técnicas de guerra y las armas más modernas, que ya estamos recibiendo de nuestros amigos.
—¿Y qué se puede hacer desde Latinoamérica?
Lo primero que tenemos que entender es que Putin está amenazando a todo el mundo y no solo a Ucrania. Legitima que un país con fuerza militar ataque a otro y no vaya a ser castigado. Todos lo condenan, pero Rusia sigue en lo suyo como miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU. Y no solo eso: también es una amenaza a la seguridad alimentaria, amenaza nuclear y energética. Esta búsqueda rusa para cambiar el orden mundial debe ser contenida. De hecho, hay países que lo entienden así y nos apoyan con lo que puedan. No nos regalan nada: es una inversión.
Lo segundo, y ya pensando en acciones, sería dejar a Rusia sin dinero. Hay que terminar con los contratos, con el comercio con ellos, porque cada dólar que ganan va a la industria miliar y llega a Ucrania en forma de bombas.
Tercero: desde las plataformas internacionales se debe exigir a Moscú que se detenga. Desde la ONU se tiene que condenar las acciones militares y hacerles entender que el mundo no puede retroceder al siglo XIII. Es un tema de seguridad porque si no cualquier otro país podría hacer lo que Rusia y nadie va a estar tranquilo. Finalmente, las armas modernas que superan la potencia de sus pares rusos también sirven, hacen que el tiempo de la paz se aproxime.