“La operación militar especial continúa”. Mientras Rusia anuncia que las fiestas de Navidad no significarán el alto al fuego en la guerra contra Ucrania -tal como lo sostuvo el vocero del Kremlin, Dmitri Peskov-, su presidente Vladimir Putin cancela sus tradicionales actos públicos de fin de año. No habrá discurso a la nación ni rueda de prensa ni celebración navideña en el Kremlin.
“Probablemente esto suceda porque la opinión pública está cambiando, ya no lo respalda como antes en lo que respecta a la invasión -sostiene el analista Francesco Tucci-. Hay que considerar que, si bien no hay números claros de los rusos afectados por la guerra, estimaciones de Estados Unidos hablan de cerca de cien mil, entre fallecidos, heridos y desaparecidos. Seguramente por eso Putin quiere aparecer menos que antes”.
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Desde el Kremlin hay otra versión. Se argumenta que “Rusia es una fortaleza asediada y Putin es su comandante”, pero para Tucci es poco probable que ocurra un ataque ucraniano. En todo caso, agrega el especialista, esto suena a excusa. Desde que se inició la guerra, el presidente “vive aislado y blindado”, aun así, ha viajado a cumbres y visitado aliados -como Bielorrusia-. Si Kiev no pudo alcanzarlo fuera de su territorio, ¿por qué temer que sí lo hará dentro de su feudo?
La agencia EFE recuerda que, desde el 2012, Putin dedicó cuatro horas a conversar con la prensa. ¿Romper la tradición será su forma de evitar “preguntas incómodas sobre la impopular movilización, los problemas con los suministros y la participación de reclutas en los combates”?
Tucci contesta: “Tampoco creo que tema a las preguntas de la prensa. Recordemos que existe una ley mordaza y que los medios independientes son perseguidos”.
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Asegurar el futuro del régimen
Cancelar estos eventos significa incumplir la ley rusa. Según la Constitución de 1994, el mandatario tiene que dar un discurso a finales de año para dar cuentas de su gestión y adelantar lo que se vendrá para el siguiente año.
EFE anota: “En marzo del 2014 Putin aprovechó el discurso para anunciar la anexión de Crimea y en el 2018 un programa de armamento hipersónico sin parangón capaz de burlar cualquier escudo antimisiles occidental”.
Al respecto, Tucci describe el Gobierno ruso como un “autoritarismo competitivo” que, durante esta guerra contra Ucrania, se inclinó hacia el autoritarismo puro. “Es un régimen híbrido: hay instituciones que son formalmente democráticas, pero son manipuladas. Putin está por encima de las reglas, así que se entiende que no hicieran la consulta a su Tribunal Constitucional sobre si la cancelación de los eventos era viable o no”.
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A la ecuación se le suma la proximidad de las elecciones presidenciales. En el 2024, Putin deberá someterse a la votación popular. A pesar de que las tretas legales del régimen casi aseguran que se quede en el poder -la Comisión Electoral Central suele rechazar postulaciones de opositores-, ¿será que no quiere dejar ningún cabo suelto?
Según EFE, durante las últimas semanas se vio al mandatario “inaugurar carreteras, yacimientos, rompehielos y otras infraestructuras”, así como reunirse con “madres de soldados -todas vinculadas con el partido del Kremlin-”.
“Sobre la guerra, hay sondeos que dan cuenta de que la mayoría de rusos está a favor de una solución negociada con Ucrania. Pero eso no significa que desconfíen de Putin -anota Tucci-. Pensemos que la propaganda interna podría señalar a la OTAN y Occidente como causantes de los malos resultados”.
En todo caso, agrega, como en Rusia están prohibidas las manifestaciones, es imposible determinar la magnitud del disenso.
“Lo que sí empieza a quedar claro es que los rusos están cansados de una guerra que no pueden ganar y que mata a los suyos. Si Putin hubiera logrado controlar el Donbás y Odesa, la situación hubiera sido distinta. Así se puede entender que no quiera dar el discurso a la nación: después del ataque inicial, ha retrocedido, así que no tiene logros para mostrar”, concluye el especialista.