Por el norte Rusia, por el sur Ucrania y en medio de ambos Bielorrusia. Así son las fronteras al este de Polonia, el país que hace de límite entre Europa Occidental y Oriental, y cuya posición inevitablemente los deja en medio de la actual guerra que se vive en el Viejo Continente.
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Desde el inicio del conflicto, Varsovia ha mostrado su decisión de apoyar a Kiev a resistir la invasión. Ya sea por solidaridad, respeto a sus tratados o una latente cicatriz histórica de saber lo que es ser invadido por una nación más grande dirigidas por un líder con sueños expansionistas.
Y conocer, además, la consecuencias de la misma.
Lo cierto es que el Gobierno Polaco ha estado al frente tanto de la ayuda humanitaria como financiera y militar que ha destinado el bloque europeo hacia Ucrania.
Y desde Lima, su embajadora, Magdalena Śniadecka-Kotarska, contribuyó de primera mano con la ayuda a quienes buscaban escapar del terror de la guerra.
—El primer año de guerra en Ucrania dejó casi 10 millones de refugiados cruzando hacia Polonia...
Así es, pasaron 9 millones 800 mil de refugiados cuando se cumplió el primer año, el 24 de febrero. Pero lo alarmante fue que solo en las primeras semanas llegaron dos millones de ellos. Nunca, en la historia de la humanidad, se ha dado un éxodo de estas dimensiones en tan corto tiempo. Para que se haga una idea, en el Perú pasó un año y medio para que llegaran un millón y medio de venezolanos. Actualmente viven dos millones y medio de ucranianos en Polonia, la mayoría son mujeres con niños y ancianos. Esto demuestra que Polonia brindó su ayuda desde el primer día, nosotros abrimos la frontera para el primer tren de mujeres y niños.
—Una muestra más de que una guerra no solo afecta a dos bandos...
Así es. Por eso yo rechazo cuando hay personas que dicen que este es un problema de Europa del Este. No, este es un problema para todo el mundo. Y eso no es culpa de los ucranianos sino de los agresores rusos, es una guerra contra la libertad, contra un gobierno independiente y contra el mundo moderno. Desde el primer día de la guerra se rompieron convenios internacionales, una situación inimaginable en un mundo moderno.
—¿No ha demostrado esta guerra la debilidad de los acuerdos internacionales y las organizaciones globales?
No, no es una crisis institucional global. Son elementos de chantajes rusos. Y Polonia lo advirtió hace mucho tiempo, pero el mundo no quería oir, todos pensaban que en la mesa se podía negociar la democracia, los cambios y la colaboración internacional con Moscú. Ya vemos que eso fue falso.
—Una vez más en la historia el mundo no escuchó a Polonia...
Es muy triste. Hace tres años decían que los polacos no comprendemos que el gasoducto europeo-ruso era bueno, que ayudaba en la colaboración con Moscú. Pero es que no entendían que esto no empezó hace un año sino mucho antes.
—¿Y cuándo empezó?
Los polacos conocemos muy bien lo que es la dependencia de Rusia de tiempos zaristas y soviéticos. Sabemos lo que es luchar por la libertad. Tras la Segunda Guerra Mundial, Polonia entró en territorio de influencia soviético a raíz del Tratado de Yalta. Sin embargo, no teníamos tanta dependencia de la Unión Soviética como sí lo tenían Georgia o Ucrania en su momento. Para los noventa, las exnaciones soviéticas consiguieron su independencia. Lo que ha empezado hace un año es solo una nueva etapa de una crisis de valores.
—En el 2008 los rusos invadieron Georgia, ¿cuánto cambió todo en la región después de eso?
En el 2008 se produjo la primera prueba de anexión rusa con Georgia. Ahí, nuestro expresidente Lech Kaczyński, que falleció dos años después, reaccionó muy rápido y advirtió que no podíamos permitir dicha anexión porque después podían amenazar a Lituania o a Polonia. Incluso entonces se pensaba que los rusos no lo harían. Hasta que en el 2014 anexaron Crimea.
—¿Qué opina de la reacción internacional frente a dicha anexión?
Yo diría que el mundo no lo permitía pero tampoco hacía nada en contra para que no se produzca. Una vez que los rusos vieron que pudieron anexar un pedazo de Ucrania resurgió ese deseo de regresar a los tiempos de la Unión Soviética.
—Diversos líderes han señalado que la única opción para el futuro de Europa es que Ucrania gane la guerra, ¿qué pasaría si gana Rusia?
Polonia reaccionó desde el primer día porque entendimos lo peligroso que es este tipo de política del chantaje. Por nuestra historia, por haber vivido 40 años bajo el bloque soviético, conocíamos mejor sus mentiras que buscan sustentar bajo discursos de derechos humanos, de población y de niños. Sé que en América Latina algunos políticos han idealizado a la izquierda, pero tienen que pensar que nosotros conocemos la realidad del comunismo, tanto en la teoría como en la práctica. Conocemos a los mentirosos y falsos. Yo nací cuando el país era socialista, así que sé de lo que hablo. Hace más de 70 años -durante la Segunda Guerra Mundial-, unas 200 mil personas fueron obligados a irse a Siberia, solo unos pocos regresaron con vida. Los niños fueron rusificados. Ahora, durante los primeros meses de esta guerra, vimos que se enviaron a más de 14 mil niños ucranianos al este del país, alejándolos de su familia. Es un trauma horrible que debe ser estudiado a fondo.
—¿Polonia se siente amenazada? ¿Cree que podrían ser invadidos por Rusia?
No, desde el primer día confiamos en los derechos humanos y convenios internacionales..
—Usted misma ayudó a un grupo de personas a escapar de la guerra en Ucrania...
Sí, eran peruanos y ecuatorianos. Durante los primeros días de guerra entré en contacto con misioneros polacos que habían estado en Ecuador y en el Perú, y habían ido a la frontera con Ucrania para ayudar a los refugiados que hablaban español.
—¿Por qué la contactaron a usted?
Porque yo mantenía contacto con esos misioneros y también con científicos de universidades, como la Universidad Católica de Lublin. Por otro lado, también estoy acreditada como embajadora para Ecuador. Recuerdo que cuando se desató la guerra había un grupo de estudiantes universitarios ecuatorianos que llevaba poco tiempo en Ucrania y tenían problemas para contactar a su embajada en Berlín. Yo comencé a ayudarlos a cruzar hacia Polonia.
—¿Cuánto tiempo estuvo así?
Durante dos semanas, por lo menos. Comenzaron a compartir mi teléfono y mi WhatsApp entre ellos. Pero fue increíble ver cómo los polacos no solo abrieron sus fronteras sino también sus corazones. Por ejemplo, un grupo de voluntarios dejaron cochecitos para bebés y paquetes de ayuda en el camino de los refugiados para que las mamás que cruzaban con sus hijos pudieran usarlos. En todo este tiempo, además, Polonia no ha abierto ni un solo campo para migrantes. Es un ejemplo mundial. Los refugiados fueron reubicados en casas privadas, escuelas, teatros o hasta monasterios de mujeres que generalmente están en clausura.
—Me mencionó a un grupo de estudiantes ecuatorianos, pero ¿a cuántos ayudó en total durante esas dos semanas?
En general fueron 700 estudiantes ecuatorianos y 70 peruanos. Yo no sé a cuántos he ayudado. Algunos estaban tan cansados o cargaban un trauma tan grande que no comprendían que ya habían pasado la frontera hacia Polonia e incluso intentaban cruzar hacia Ucrania pensando que escapaban de ahí.
—¿Y desde lo personal, cómo fueron esas dos semanas escuchando tantas tragedias?
Bastante difícil. No podía dormir porque quería ayudar a todos los que podía. Ahora que lo recuerdo parece una película, pero hasta el final de mi vida no lo olvidaré. Ahora me siento feliz de haber podido ayudar a tantas personas y de haber contactado a muchísima gente que brindaba tanta ayuda.