Si la letra “Z” ha sido el símbolo de la invasión rusa, un triángulo representa el intento más audaz de Ucrania de repelerla.
Ahora, ese triángulo se ve en los costados de cada camión de suministros, tanques o transporte de personal ucraniano que se dirige hacia la frontera rusa en la región de Sumy.
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Es una ofensiva que, hasta el momento, ha logrado apoderarse de cientos de kilómetros cuadrados en territorio ruso y ha restaurado palpablemente el impulso y la moral del esfuerzo bélico de Ucrania.
Un funcionario ruso a cargo de la región fronteriza de Kursk ha dicho que hay 28 asentamientos bajo control ucraniano y casi 200.000 rusos han huido de sus hogares.
Tomash acaba de regresar de la misión transfronteriza de Ucrania junto con su camarada “Accord”, quien dice con indiferencia que la incursión fue “genial”.
Explican que su unidad de drones estuvo dos días allanando el camino para la ofensiva en suelo ruso.
“Teníamos órdenes de venir aquí, pero no sabíamos lo que eso significaba”, admite Tomash mientras hace una pausa para tomar un café en una gasolinera.
“Suprimimos los medios de comunicación de nuestros enemigos y su vigilancia con antelación para despejar el camino”, agrega.
No se sabe exactamente cuánto territorio ruso ha sido confiscado, aunque hay escepticismo sobre la afirmación del comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania, Oleksandr Syrskyi, de que 1.000 kilómetros cuadrados están bajo control ucraniano.
El Ministro de Defensa de Rusia, Andrei Belousov, insistió este martes en que los intentos ucranianos de avanzar más profundamente habían sido frustrados.
Pero ya se ha demostrado que los rusos han estado equivocados en el pasado.
Sea cual sea la realidad, parece que Kyiv está comprometida con esta apuesta militar.
El factor sorpresa
El nivel de movimientos que hay ahora en la región de Sumy, en Ucrania, es algo que no había visto desde las liberaciones de algunas ciudades en 2022, cuando había una sensación de viento a favor de Ucrania.
Sin duda, es un cambio bienvenido para los ucranianos después de la agotadora guerra que ha desgastado al país en los últimos 18 meses, pero etiquetarla de éxito o fracaso sería prematuro.
El objetivo de esta ofensiva no está claro, aunque el presidente Volodymyr Zelensky ha hablado de atacar los sitios desde los que Rusia podría lanzar ataques en contra de Ucrania y, de esta forma, acercar una "paz justa".
Es evidente que Kyiv está desplegando algunas de sus mejores tropas.
Los soldados, que parecen en forma, se reúnen alrededor de vehículos que hacen juego con su musculatura. La mayoría se niega educadamente a hablar. Algunos parecen exhaustos.
A través de la aplicación de mensajería Telegram, un soldado que todavía está en Rusia nos cuenta que se necesitaron meses de planificación para obligar a Moscú a trasladar tropas desde otras partes de la línea fronteriza con Ucrania.
“El elemento sorpresa funcionó”, dice.
“Entramos fácilmente y sin apenas resistencia. El 6 de agosto, los primeros grupos cruzaron de noche en varias direcciones”.
“Casi de inmediato llegaron a las afueras occidentales de la ciudad de Sudzha”, cuenta.
En operaciones como estas, mantener el secreto es clave para los militares que las llevan a cabo.
A ambos lados de la frontera, decenas de miles de personas están siendo evacuadas tras el aumento de los ataques aéreos y los combates.
“Los civiles rusos con los que nos encontramos no se resisten”, explica el soldado ucraniano.
“No los tocamos, pero o nos tratan con dureza, con negatividad o no nos tratan en absoluto”.
“También nos engañan sobre las posiciones de las tropas rusas”, añade.
Los soldados con los que hablamos confirman que las fuerzas rusas han sido efectivamente redistribuidas desde la línea del frente oriental, incluidas las zonas de Járkov, Pokrovsk y Toretsk.
Pero ninguno de ellos informa de una desaceleración de los avances rusos todavía.
¿Y ahora qué?
Vladimir Putin ha prometido una “merecida respuesta” a la primera captura de territorio ruso desde la Segunda Guerra Mundial.
Pero el miedo que pretendía difundir el mandatario ruso no ha llegado a los polvorientos asentamientos fronterizos en Ucrania bombardeados habitualmente por sus fuerzas.
Misha y su amigo Valera pasan junto a nosotros en su automóvil Lada naranja en el pueblo de Stetskivka.
“¡Quiero que la tomen (la región de Kursk)!”, dice Misha, haciendo un gesto con las manos.
“¡Deberían tomarlo todo, incluso Moscú!”, agrega.
Es una ira anclada en el lado receptor de la implacable invasión a gran escala de Rusia que comenzó en febrero de 2022.
“Rusia atacó primero, no nosotros”, comenta Valera por la ventana del auto.
“Ahora nuestros hombres han respondido y han demostrado de lo que somos capaces. Lo habríamos hecho antes si hubiéramos tenido permiso”, indica.
Ucrania, al parecer, finalmente tiene la luz verde occidental que tanto anhelaba para atacar al otro lado de la frontera.
Lo que está en juego sigue siendo desalentadoramente alto, como lo ilustran las nuevas defensas que se están construyendo en las afueras de la ciudad de Sumy.
Hasta la semana pasada, la zona temía una ofensiva rusa en el norte de Ucrania. Si la incursión ucraniana fracasa, esas preocupaciones podrían hacerse realidad rápidamente.
Las fuerzas ucranianas estaban, y siguen estando, superadas en número por los agresores rusos.
“Para que podamos mantener el control de este territorio ruso necesitamos dos cosas”, escribe a la BBC el soldado ucraniano en suelo enemigo.
“Más ciudades como Sudzha bajo nuestro control, y reservas”, dice.
“Nuestra línea del frente ya está a punto de estallar, y no está claro dónde las conseguiremos”.
Para Kyiv, la esperanza es que Rusia se vea obligada a desviar su atención de la lucha en suelo ucraniano a la suya propia.
Algunos ucranianos creen que esta contraofensiva podría incluso mejorar su posición en futuras negociaciones de paz.
Pero también podría retrasar aún más las conversaciones.
Información adicional de Hanna Chornous, Sophie Williams y Anastasiia Levchenko.