“Claro que es una excusa”, sostiene el internacionalista Francesco Tucci sobre el argumento técnico planteado por Rusia para suspender el envío de gas a Europa.
“Se sabía desde hace tiempo que el corte de gas podría ser una de las formas en las que Moscú respondería a las sanciones en su contra por la guerra con Ucrania; por eso es que, desde hace meses, los países europeos están buscando otras alternativas”.
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Lo cierto es que los liderados por Vladimir Putin anunciaron el golpe. Según El Confidencial, el gasoducto Nord Stream 1 operaba “al 40% de su capacidad desde mediados del mes de junio” porque, según el Kremlin y a partir de las sanciones impuestas por Canadá, no pudieron reparar una turbina vital para el sistema. Este lunes 11, a las 7 a.m. de Moscú, se cortó el flujo.
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Los rusos estiman que el servicio deberá reanudarse el jueves 21 de julio, pero los europeos no se fían. De hecho, el pánico ha sido tal que hasta Canadá dio su brazo a torcer: se espera que emita pronto un permiso para que la turbina malograda sea reparada y devuelta, lo más pronto posible, a Moscú.
Unsere einzige Hoffnung? - Diese Gas-Turbine spaltet Europa https://t.co/dj7J7fUOOk
— BILD (@BILD) July 11, 2022
El que más sufrirá por esta medida será Alemania. Según su Departamento de Energía, cerca de la mitad de hogares necesita el recurso para la calefacción, mientras que “varias grandes industrias dependen totalmente de este combustible”.
En paralelo, la energética rusa Gazprom anunció que reducirá en un tercio el envío de gas a Italia.
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Formas de presión
Tucci señala que, para evitar depender de los deseos de Rusia, varios países europeos ya pusieron en marcha la búsqueda de fuentes alternativas de gas. África es uno de los lugares en donde han puesto el ojo.
“Pero el problema siempre será el mismo: se relacionarán con regímenes autoritarios, híbridos o países con democracias débiles. Esas medidas no solucionan el problema”. Italia, por ejemplo, ya cerró acuerdos con Argelia, Azerbaiyán y Qatar.
El especialista sabe que es posible que Rusia no reanude el flujo de gas; sin embargo, no considera que la decisión responda únicamente a ello. Para él, la jugada busca observar cómo responde Europa.
“Ahora es verano, las temperaturas vienen siendo muy altas, y faltan varios meses para el invierno, que teóricamente llegará en noviembre o diciembre. Los meses más fríos serán enero y febrero, y ahí veremos si empiezan a cortar el suministro y las excusas. Será un golpe durísimo”.
El problema, dice Tucci, tampoco pasa por encontrar otras fuentes de gas. “Hay una paradoja: puedes dar con ellas, pero serán muy costosas. No se puede contrarrestar el alza de los precios”. Tampoco ayuda a la estabilización de los precios la reacción de naciones como España. Según El Economista, la nación compró a “Rusia una cifra histórica de gas en junio” al punto de convertirse en “su segundo proveedor”.
“Lo que vivimos desde hace rato es una guerra híbrida: la lucha ya no es solo en los campos de batalla, sino que se involucran asuntos económicos como forma de presionar”.
Porque así como fue el objetivo de Occidente y sus sanciones contra Rusia, Moscú también busca fomentar el descontento al interior de Europa.
“Todo ha subido de precio, desde la canasta básica hasta los bienes y servicios. Eso, con una inflación que se dispara, afecta a la opinión pública”.
“En algunos países, como Italia, ya hay partes de la población que piden la paz a cualquier costo y no les importa Rusia o Ucrania. Es una forma egoísta de pedir la paz. Es decir, golpear a la economía ha hecho que las posturas que solían ser proucranianas se empiecen a modificar”.
Cambio de costumbres
La postura la confirma la Asociación General de Arrendadores de Alemania, que sostiene que las “fuertes alzas de los precios de la energía y la calefacción pueden tornarse en una amenaza para la paz social en el país”.
Según la organización, hasta mayo, “los costos de la energía [subieron] un 37% debido a la guerra de Ucrania” y esto, a su vez, “representa un aumento de 508 euros anuales para una persona que vive sola y 938 euros para una familia de 4 personas”.
Eso no es lo peor. Vonovia, poderosísimo grupo inmobiliario alemán, ha propuesto “bajar la temperatura de calefacción por las noches a 17 grados”, con lo que reducirían “el consumo en 8%”. En esa misma línea, una cooperativa alemana anunció a sus inquilinos que “en el futuro solo habrá agua caliente temprano en la mañana, al mediodía y en la noche”, mientras que la calefacción no funcionará hasta setiembre.
Esto último, por supuesto, ya es visto como ilegal, y no es lo único que da cuenta de los problemas que se vienen.
El canciller alemán Olaf Scholz juega con la posibilidad de que las personas se den duchas más breves y con más agua fría, con miras a bajar el consumo. De igual forma, también se evalúa la posibilidad de limitar el agua caliente y otras medidas legales para impulsar el ahorro de energía, así como inyectar dinero público a las empresas que lo necesiten.
“El País” agrega: “Mientras tanto, el Ejecutivo acelera la construcción de dos de las cuatro terminales flotantes de gas natural licuado (GNL, por sus siglas en inglés) en el mar del Norte, con las que importará el combustible por barco, y está redactando leyes para impulsar las energías renovables y abandonar la dependencia de los combustibles fósiles lo antes posible”.