Rafael Corpas puede por fin cuidar su huerto. Tras una vida de duro trabajo en Cataluña, este hombre que llegó hace décadas del sur de España disfruta de una tranquila jubilación, oscurecida solo por un pequeño problema familiar: su hijo es independentista.
"Mis raíces y mi sentimiento son andaluces. Respeto a los independentistas pero no entiendo que mi hijo lo sea. Hasta me avergüenza", dice Rafael, nacido hace 66 años en un pueblo de Córdoba, evitando mirar a su hijo.
"No es un problema de raíces. Cuando seamos independientes, yo seguiré yendo a Andalucía y comeré mi gazpacho y mi jamón. No es una cuestión personal ni de afectos", responde su hijo, también Rafael, de 45 años.
Están sentados en torno a una mesa de madera con su madre, Procesa Fernández, y su hermana Sonia, de 44 años, en el porche de una casa de estilo rural en Sant Fost de Campsentelles, 20 km al norte de Barcelona.
Llegaron a Cataluña hace medio siglo buscando prosperar. Rafael combinó tres trabajos, durmiendo cuatro horas diarias, hasta que pudo comprarse un restaurante en la misma urbanización donde luego se edificaría su casa.
En el salón guardan el telar de su abuela cordobesa y una foto del matrimonio, sus hijos y los nietos en su pueblo natal. En el porche, una imagen de la Virgen de la Macarena, una de las más populares en Andalucía, comparte protagonismo con una pintura del puerto catalán de Cadaqués.
Y en la entrada ondean dos viejas banderas: una española y otra catalana, símbolo de la convivencia que no quieren romper, ni en su hogar ni en esta región en pleno auge independentista.
Un día tras otro, responsables del gobierno conservador español de Mariano Rajoy y de su formación, el Partido Popular, aseguran que el debate secesionista está rompiendo la sociedad catalana.
El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, que vivió e hizo gran parte de su carrera política en Cataluña, llegó a afirmar en enero que algunas familias catalanas no se habían reunido por Navidad porque el proceso independentista las había dividido.
- ¿Fractura social? -
El proyecto secesionista está convirtiendo Cataluña en "un pueblo dividido, fracturado social y familiarmente", aseguró.
"Cataluña se va a desgarrar y se está desgarrando cada día un poco más", agregaba hace tres semanas el exjefe de gobierno español José María Aznar, también del PP.
Para Jordi Guiu, sociólogo de la Universidad Pompeu Fabra (UPF) de Barcelona, "cuando se habla de división social, se está haciendo de una forma políticamente interesada; hay a quien le interesa presentar un panorama un poco dramático de la situación en Cataluña, pero eso no es así".
"No hay ningún indicador sociológico de fractura social", afirma, diferenciando la situación catalana de otras como la del País Vasco o Irlanda del Norte con marcados conflictos político-sociales.
Como buenos mediterráneos, los catalanes se dejan llevar por las pasiones. "Debates acalorados los hay, por descontado", admite Sebastián Sarasa, también sociólogo de la UPF.
A favor o contra la separación de España, muchas familias están totalmente de acuerdo. Y en las otras, a menudo se prefiere evitar el tema para tener la fiesta en paz.
"Nosotros sobre la independencia hablamos muy a menudo", explica Ignasi Sitges, de 29 años, consultor en una agencia de comunicación, reconociendo que entre él, sus padres y sus dos hermanos menores las posturas son muy diferentes.
"A veces acabamos a gritos, pero nunca nos hemos peleado; el ambiente se caldea y luego se relaja y ya está", afirma con humor, aunque reconoce que tal vez no sea lo más habitual: "por ejemplo en la familia de mi pareja es un tema totalmente tabú".
Todo este debate, "a mi me pone histérica", afirma Procesa Fernández, de 64 años, mientras fuma con nerviosismo. "¡Si hay independencia, yo me voy corriendo!", lanza, para desdecirse inmediatamente, reconociendo que no abandonaría todo lo que su marido y ella han construido en Cataluña con tanto esfuerzo.
"Es normal, son discusiones como las de un hincha del Barça y otro del Real Madrid", bromea Rafael Corpas hijo. "No nos vamos a dejar de hablar ni mucho menos", agrega su padre.
Y Sonia sentencia: "una cosa es la política y otra la familia".
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