Si algo valoran los alemanes es la estabilidad, la certidumbre, la seguridad de que no habrá mayores sobresaltos. Y eso es algo que Angela Merkel les ha asegurado en los últimos 16 años. Una suerte de relación maternal entre un país y su máxima lideresa -por algo la llaman ‘mutti’ o mami- que marcó una era. Una era que llega a su fin el 26 de setiembre, cuando un nuevo canciller sea elegido.
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Merkel, la científica especializada en física y química cuántica, la hija de un pastor luterano que creció en Alemania Oriental y la mujer más poderosa del mundo, decidió no buscar un quinto mandato y no estará más al frente de la nación más fuerte de Europa, que ya se había acostumbrado a ella.
Pero definir el legado de Merkel no es una tarea sencilla. Pese a esa confianza que los ciudadanos le han depositado y el respeto que le tienen, sus 16 años de gobierno no han estado exentos de críticas. Para algunos demasiado fría y calculadora, para otros sin una ideología firme y un liderazgo audaz. Sin embargo, la mayoría reconoce que ha sido la persona idónea para capear las múltiples crisis que soportó Alemania y Europa, cuando, en el papel, no parecía serlo.
Basta revisar sus cifras de aprobación. Según el Politbarometer, entre el 2005 y el 2021 solo estuvo por debajo del 50% de apoyo durante un mes del 2010, cuando ocurrió la crisis del euro.
En el currículo de la canciller se pueden resumir algunos logros importantes: lograr un salario mínimo nacional, dar beneficios a los padres para cuidar a sus niños pequeños, poner fin al servicio militar, apostar por la energía sostenible acelerando el cierre de las centrales nucleares y aprobar el matrimonio igualitario, una agenda que, a simple vista, no correspondería a la lideresa de un partido de derecha conservador como la Unión Demócrata Cristiana (CDU).
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“Ella desarrolló una manera de ejercer el poder, que tiene que ver con una visión pragmática de la política, y no tan doctrinaria. Si había que cambiar de opinión o de rumbo, pues lo hacía, siempre analizando las variables disponibles para tomar esa decisión. Ella no lo veía como ‘esta es mi visión de país y lucho por eso’, sino ‘este es el problema y cómo lo solucionamos’”, señala a El Comercio Franco Delle Donne, doctor en Comunicación por la Universidad Libre de Berlín y productor del podcast “Merkel, la canciller de las crisis”.
“Entonces, con esa cultura política ella estableció una lógica de la no polarización, de intentar siempre buscar el consenso, de negociar hasta las últimas consecuencias”, agrega.
Gracias a ese pragmatismo a ultranza, ella llevó a su partido hacia una agenda más amplia. “Algunos dicen que movió el partido hacia la izquierda, pero yo no lo veo tan así. Ella moderniza a la CDU y lo trae al siglo XXI par que esté listo para los nuevos desafíos”, señala Delle Donne.
Una era de cambios
Una de las características principales de los gobiernos de Merkel ha sido su capacidad de gestionar múltiples crisis. Y crisis en mayúsculas.
Solo por citar algunas: el precipicio en el que estuvo el euro, la austeridad económica, la ola de refugiados que pugnaba entrar a Europa, el empoderamiento de la ultraderecha, el cambio climático y la pandemia del COVID-19.
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En todas ellas, Merkel supo capear el temporal -con mayor o menor éxito- utilizando su pragmatismo y su capacidad de negociación, que la llevó a no sentirse intimidada ni por la cofradía masculina de su propio partido, que cometió el error de minimizarla desde el inicio, ni por Vladimir Putin -que tuvo la osadía de llevar a su perro a una cita bilateral para amedrentarla- o Donald Trump y su discurso aislacionista.
“Usted protegió bien a nuestro país. Todas las grandes encrucijadas que usted debió navegar llegaron de la noche a la mañana y usted debió gobernar bien”, le dijo recientemente el gobernador de Baviera, Markus Soeder.
“Los alemanes la van a extrañar. Ella ha sido una garante de la estabilidad. Aunque haya tenido errores, la gente confiaba en que mientras estaba ella había más o menos certidumbre. Y el candidato que ahora lidera las encuestas, Olaf Scholz, pese a ser socialdemócrata, en sus expresiones y discursos es el más parecido a Merkel”, comenta Delle Donne.
Una opinión similar sostiene Ralph Bollmann, autor de la biografía “Angela Merkel. La canciller y su tiempo” y periodista del diario “Frankfurter Allgemeine Sonntagszeitung”: “Hubo una sucesión constante de crisis que eran verdaderas amenazas existenciales y cuestionaban el orden al que estamos acostumbrados y su logro fue llevar a Alemania, Europa y hasta cierto punto el mundo entero a buen puerto, por más que se critiquen los detalles”.
El rol de la mujer
Un punto que le ha quedado pendiente es el empoderamiento de la mujer en la política. Durante años, Merkel fue considerada la mujer más poderosa del mundo. Pero, al mismo, tiempo, la representación femenina en los gobiernos sigue siendo un asunto pendiente, aún en Alemania: solo un 31,4% de los escaños del Bundestag (el Parlamento federal) están ocupados por diputadas mientras que apenas un 15% de los puestos en las juntas directivas de las empresas están a cargo de mujeres.
“Ella dijo una frase cuando se cumplieron los 100 años del voto femenino en Alemania: ‘ahora nadie se burla de una niña que quiera ser canciller cuando sea grande’. Sin embargo, este legado de Merkel tiene que ver más con una dimensión de símbolo y de mostrar que la puerta se ha abierto, porque es cierto que ella no se ha puesto el tema al hombro”, dice Delle Donne.
Hace pocas semanas, Merkel recién se animó a decir que era feminista y que “todos deberíamos serlo”, pero no es por eso que será efectivamente recordada.
La tímida niña luterana que odiaba ser el foco de atención volverá de nuevo a la tranquilidad del perfil bajo. Merkel, la pragmática, la que ve el mundo bajo el prisma de una física, dejará Alemania y Europa en manos de otros. ¿Podrán arreglárselas sin ella?
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