Desde lejos la paradoja parecería saltar a la vista.
Alaska, uno de los lugares del mundo en donde más se aprecian y se hacen sentir los efectos del cambio climático, acaba de embarcarse en un nuevo megaproyecto petrolero, contribuyendo así a aumentar la producción de combustibles fósiles, factor central en el calentamiento global.
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El polémico proyecto Willow, aprobado por el gobierno de Joe Biden este marzo, prevé la extracción de 600 millones de barriles de petróleo en la Reserva Nacional de Petróleo de Alaska, una de las mayores zonas de territorio virgen de Estados Unidos, ubicada a unos 300 kilómetros del círculo polar ártico.
Su huella ambiental será palpable. Durante sus 30 años de vida útil, se estima que generará unos 280 millones de toneladas métricas de CO2, lo que equivale a incorporar cada año dos millones de automóviles de gasolina a las carreteras de EE.UU., de acuerdo con estimaciones de la Oficina de Administración de Tierras de ese país.
El impacto ambiental de Willow es considerado como inaceptable por parte de grupos ecologistas que lo ven como un retroceso en la lucha contra el calentamiento global.
Su aprobación, además, llega en un momento en el que la Agencia Internacional de Energía ha advertido a los gobiernos que para evitar los efectos más catastróficos del cambio climático deben dejar de dar luz verde a nuevos proyectos de combustibles fósiles.
Pese a ello, Willow contó con el apoyo unánime de la Cámara de Representantes de Alaska, de los legisladores de ambos partidos que representan ese estado en el Congreso de EE.UU., de la mayor parte de los grupos indígenas de ese estado, así como de los sindicatos.
Detrás de estos respaldos reside la larga y compleja relación de Alaska con el sector de los hidrocarburos.
¿De qué se trata?
Un recurso que cambió Alaska
Alaska comenzó a explotar petróleo en 1979 y, a partir de entonces, cambió de forma marcada.
"El petróleo transformó Alaska. Antes de que este recurso fuera descubierto y explotado, Alaska era un estado relativamente pobre con unos servicios públicos de nivel bastante bajo y con una economía que no crecía muy rápidamente", cuenta Gunnar Knapp, profesor retirado de la Universidad de Alaska en Anchorage, que ha dedicado más de 35 años a investigar sobre la economía de ese estado, en conversación con BBC Mundo.
Explica que, a partir de entonces, como ha ocurrido en muchos lugares donde han hallado petróleo, esa bonanza cambió las cosas rápidamente.
"De repente, el gobierno tiene dinero y eso puede ser bueno y malo. Puede construir carreteras, escuelas, universidades e, incluso, darle dinero a la gente. Pero eso cambia la naturaleza de la sociedad, la población creció rápidamente y quizá ya no es el mismo sitio que solía ser y, tal vez, las personas ya no son tan independientes y resistentes como les gusta pensar que son", agrega.
La riqueza petrolera se volvió un elemento central para Alaska y durante décadas se convirtió en la fuente de 85% de los ingresos del estado, algo que comenzó a cambiar en torno a 2013 - 2014, cuando cayó debido a la combinación de un marcado derrumbe en los precios con un descenso de la producción.
De acuerdo con datos de la Administración de Información Energética de Estados Unidos (EIA), Alaska tuvo su momento de mayor producción en 1998, cuando extrajo más de dos millones de barriles de petróleo diarios. En cambio, para 2022 su promedio fue de apenas 437.000 barriles al día.
Pero la importancia para Alaska del llamado oro negro va más allá.
Impuestos, trabajos y cheques
"El estado de Alaska depende enormemente de la industria petrolera para su economía", señala Gunnar Knapp.
El experto explica que los impuestos y las regalías que pagan las empresas petroleras siguen siendo una de las fuentes principales de financiamiento del gobierno estatal, en un lugar donde es costoso mantener un gobierno.
Agrega que la industria petrolera genera muchos empleos bien remunerados tanto directamente como a través de las compañías de servicios que le brindan apoyo.
Pero eso no es todo.
Desde que inició la explotación petrolera, Alaska creó un fondo soberano llamado el Fondo Permanente de Alaska, en el que han ido ahorrando parte de las ganancias generadas por la bonanza petrolera y que para febrero de 2023 estaba valorado en más de US$75.000 millones.
Según explica Knapp, la riqueza petrolera ha permitido que -a diferencia de lo que ocurre en otros estados- los residentes de Alaska no tengan que pagar impuesto sobre la renta ni impuestos al consumo.
Más aún, desde hace décadas se estableció en ese estado un mecanismo conocido como el Dividendo del Fondo Permanente, mediante el cual parte de las ganancias generadas por las inversiones hechas con el Fondo Permanente se distribuyen directamente y de forma igualitaria entre los ciudadanos.
"Cada alaskeño, hombre, mujer o niño recibe un cheque igual. Es un programa muy popular entre los ciudadanos", apunta Knapp.
En 2022, cada uno de esos cheques fue por el monto de US$3.284.
Knapp explica que durante décadas Alaska destinó la mitad de las ganancias generadas cada año por el Fondo Permanente al pago de ese dividendo, pero que en los últimos años debido a la caída de los ingresos en las arcas públicas por el descenso de los ingresos petroleros se empezó a usar para financiar el gasto público.
¿Cómo puede alterar Willow este panorama?
Más petróleo, nuevos ingresos
De acuerdo con estimaciones del Departamento de Ingresos de Alaska, Willow comenzará a generar un flujo de caja positivo para las arcas de ese estado a partir del año fiscal 2030 que sumará unos US$4.400 millones hasta 2043 y unos US$6.300 millones para 2053.
Los ingresos municipales correspondientes al North Slope, donde se llevará adelante el proyecto, comenzarán a ver esos ingresos positivos a partir del momento en el que se pague el primer impuesto a la propiedad en el año fiscal 2024 y se estima que sumarán unos US$1.300 millones.
Además habrá otros US$3.400 millones que serán distribuidos entre las comunidades impactadas hasta el año 2053.
Pese a esos cálculos, los expertos advierten que inicialmente es posible que Alaska pierda ingresos en lugar de incrementarlos, lo que obedecería a dos factores: al hecho de que Willow se desarrollará en tierras propiedad del gobierno federal (lo que reduce los beneficios del estado pues no obtendrá regalías) y a que la legislación actual en Alaska le permitiría a ConocoPhillips, la empresa responsable del proyecto, deducir las inversiones que tendrá que realizar para el mismo de los impuestos que paga por sus otras explotaciones petroleras activas en ese estado.
Gunnar Knapp cree que Alaska podría cambiar esta normativa sin mayores dificultades, aunque anticipa que es posible que a la empresa petrolera no le guste esta posibilidad.
"Suponiendo que dejas de lado las consideraciones relacionadas con el cambio climático, si se soluciona este asunto fiscal este proyecto es bueno para la economía de Alaska, visto desde una perspectiva muy convencional. No es como un milagro, no es algo que 'salvará' la economía del estado, pero es positivo de forma general", apunta.
Más allá del aumento de ingresos, de los puestos de trabajo que puede crear y del impacto favorable que puede tener en el aumento de los recursos disponibles en el Fondo Permanente, Knapp señala que Willow es importante para Alaska debido a que, de alguna manera, es necesario para poder mantener en marcha las otras explotaciones petroleras que existen en ese estado.
"Toda nuestra industria petrolera depende del oleoducto Trans-Alaska, que lleva el crudo desde la región de North Slope hasta la costa en el Pacífico, donde es cargado en buques. Pero la base económica de su funcionamiento depende de forma determinante de que se mantenga un volumen suficiente de petróleo fluyendo por esa tubería", señala.
"Pero en la medida en que la producción he declinado -estamos actualmente en una cuarta parte de lo que solíamos tener- se hace más costoso bombear el crudo e incluso existe la cuestión de que si sigue cayendo podría llegar un momento en que ya no sería económicamente favorable o, incluso quizás, que no fuera físicamente posible seguir usando el oleoducto", agrega.
Puesto a imaginar una Alaska sin explotación petrolera, Knapp destaca que el estado tiene aún una importante industria pesquera, un sector turístico en auge y los recursos ahorrados en el Fondo Permanente, por lo que cree que podría sobrevivir. Sin embargo, piensa que tendría que empezar a cobrar impuestos a sus residentes como ocurre en otros estados de EE.UU.
“Si el dinero del petróleo desapareciera de repente, habría mucha menos riqueza. La economía y la población se reducirían y sería un lugar más pequeño y más pobre”, concluye.