A cada tiroteo en Estados Unidos le sigue una ola de “pensamientos y oraciones” y de gritos de “basta ya”. Se reavivan las eternas discusiones sobre el control de armas. Expertos y políticos afirman que “ahora sí” se tiene que pasar a la acción. Esta vez 19 niños y dos profesoras murieron a manos de un tirador de 18 años. El aula de la escuela primaria Robb en Uvalde de Texas fue el escenario de la masacre. Los análisis, las revelaciones sobre el atacante y las historias de las víctimas se repiten como un disco rayado en un país en el que la única pregunta que importa es si esta vez algo será diferente.
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Hasta ahora el debate sobre el control de armas ha sido estéril. En promedio, 40.620 personas mueren cada año por armas de fuego en Estados Unidos, lo que equivale a 111 personas por día, según la ONG Everytown For Gun Safety.
Solo en lo que va del 2022, al menos 17.196 personas han muerto por balas, incluidos casi 650 menores, según la organización Gun Violence Archive, que detalla que, entre las víctimas, 7.626 murieron durante un homicidio, voluntario o involuntario, y 9.570 murieron por suicidio.
Las cifras de tiroteos en las aulas, de colegios y universidades, son particularmente espeluznantes. La de Uvalde, perpetrada por el adolescente Salvador Ramos, es la matanza escolar más letal en casi una década. Otras masacres recientes que están grabadas en las memorias de los estadounidenses son las de la escuela de Sandy Hook en Newton (Connecticut), donde 26 personas murieron en el 2012, y la del instituto secundaria Marjory Stoneman Douglas de Parkland (Florida), donde hubo 17 fallecidos en el 2018.
La pregunta que se repite es “¿por qué?”. ¿Por qué Estados Unidos es el país con más tiroteos masivos? ¿Por qué no se actúa ante una tragedia que vuelve a ocurrir una y otra vez?
Un eterno debate
Estos ataques a menudo se realizan con armas semiautomáticas. En Estados Unidos, donde el derecho a poseer un arma está garantizado por la Constitución, la cantidad de pistolas, revólveres y rifles se ha disparado en los últimos años. La legislación para usarlos varía según los estados, Texas, por ejemplo, tiene algunas de las leyes de armas de fuego más permisivas del país.
También han aumentado los homicidios con arma de fuego, que alcanzaron los 19.350 en el 2020, un incremento “histórico” de casi un 35% respecto al 2019, según las autoridades sanitarias estadounidenses. Los suicidios registrados ascienden a 24.245 suicidios en el 2020, un alza de 1,5% en comparación al año anterior.
Como ha ocurrido antes, el tiroteo en Uvalde ha reavivado las discusiones que enfrentan a los defensores de un control más estricto de las armas y a los que se oponen a cualquier legislación que pueda comprometer el derecho a portar armas garantizado por la Constitución.
Las propuestas más estrictas respecto a la venta de armas, como limitar el número de armas de fuego en manos de civiles o aumentar los controles de antecedentes antes de cerrar la venta, han fracasado repetidamente pues prácticamente todos los republicanos en el Congreso se oponen a nuevas restricciones a las armas.
Para Eduardo Gamarra, catedrático de la Universidad Internacional de Florida, el principal obstáculo para poner fin a estas masacres es el poder e influencia que tienen grupos lobistas y organizados como la Asociación Nacional del Rifle (NRA).
“El grupo de interés más importante es la NRA, que financia muchas campañas a nivel estatal y federal. Financia campañas mayoritariamente republicanas, pero también demócratas. Tienen una importante conexión electoral”, dice a El Comercio.
¿Esta vez habrá un cambio?
Por ahora parece poco probable que se apruebe una nueva legislación sobre las armas en Washington. Mientras la falta de voluntad política persiste, prima un acceso prácticamente indiscriminado a estos artículos letales.
Gamarra apunta que “mientras no desvinculemos el poder que tiene el NRA y las compañías manufactureras sobre los congresistas y particularmente el financiamiento de campañas esto no va a cambiar”.
Por su parte, Hernán Molina, analista político argentino radicado en EE.UU. recuerda que Chuck Schumer, líder de la mayoría demócrata en el Senado, ha dicho que va a permitir que las conversaciones sobre proyectos de ley que aborden el control de armas prosigan, pero que no tiene mucha fe de que esto vaya a avanzar por la “posición recalcitrante de los republicanos que están alineados con la Asociación Nacional del Rifle”.
“No hay muchas esperanzas de que el Congreso haga algo. Esta es una matanza terrible, pero antes hubo otras también terribles y nada cambió”, apunta Molina.
Para los expertos, una medida básica y en extremo necesaria sería prohibir que una persona como Salvador Ramos pueda comprar dos rifles de asalto y más de 600 rondas de munición como lo hizo.
“Hay varios obstáculos para detener estas masacres, uno de ellos es la gran cantidad de armas que están disponibles legal e ilegalmente. El atacante de Texas fue y compró el arma cuando tenía la mayoría de edad. Se tiene que averiguar mejor a quién se le venden las armas”, dice Molina.
Gamarra agrega que “cualquier persona con dos dedos de frente preguntaría al comprador qué va a hacer con ese armamento, pero como no se permite ni siquiera hacer una revisión de antecedentes y tenemos gobernadores como los de Texas y Florida -ambos republicanos- es difícil”.
“Es muy triste, pero creo que vamos a tener otras masacres y pronto”, concluye.