- “Sobrino, ¿es eso posible?”.
- “No”, le dijo Cross al Don. “No puedes sobornar a los árbitros del Super Bowl porque nadie sabe quiénes serán. No puedes sobornar a los jugadores porque ganan mucho dinero. Además, nunca puedes estar 100% seguro de amañar un partido, en cualquier deporte”.
Las líneas previas son un extracto del diálogo que sostienen el jefe de la familia Clericuzio y su sobrino nieto Croccifixio ‘Cross’ en la novela policial El Último Don, de Mario Puzo, autor de El Padrino. La realidad demostraría, sin embargo, que el joven mafioso estaba equivocado.
La Cosa Nostra, la mafia siciliana establecida en Estados Unidos, especialmente en Nueva York y Chicago, llegó a embolsarse hasta 150 millones de dólares gracias a las apuestas ilegales en torno al Super Bowl, el partido más importante de la temporada de fútbol americano.
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Para esto remontémonos a finales del siglo XIX e inicios del XX. Italia acababa de ser unificada y los médicos de la Marina Británica descubrieron que el limón era una forma efectiva de combatir el escorbuto, una enfermedad que diezmaba a las tripulaciones durante los largos viajes en barco de la época.
Las condiciones para que este fruto crezca se daban a plenitud en Italia, principalmente en la isla de Sicilia, por lo que en pocos años pasaron de exportar 740 barriles a unos 20 mil hacia Estados Unidos, convirtiendo a Nueva York en la gran puerta de entrada.
La reacción fue en cadena: los terratenientes se dedicaron todas sus tierras a cultivar limones, comenzaron los robos, surgieron los servicios de seguridad privada, se corrompieron y pasaron a ser extorsionadores de los agricultores.
Con los años, el ‘boom’ limonero descendió y se trasladó a otros territorios, obligando a que estos primeros mafiosos ya organizados en complejas agrupaciones criminales se sumaran a la abundante migración italiana y cruzaran el océano hacia Norteamérica.
En las décadas siguientes se fueron fortaleciendo basados en prohibiciones como la Ley Seca que creó la leyenda de Al Capone o la de la Familia Gambino en Nueva York. Al poco tiempo un selecto grupo de mafiosos se repartía la Gran Manzana constituyendo Las Cinco Familias de Nueva York.
En la actualidad, las principales actividades de la mafia son el narcotráfico y el lavado de dinero, según el FBI. Sin embargo, durante sus primeros años en el continente americano se distinguieron de otras organizaciones criminales por incursionar en tres rubros: préstamos clandestinos y usureros, los sindicatos laborales, y las apuestas o juegos ilegales.
En esa última categoría supieron explotar las apuestas en las carreras de caballos y galgos, el béisbol y el fútbol americano. Volviendo a la literatura, en el mismo libro con el que iniciamos este artículo, Cross explica que “un buen amañador de apuestas se involucra en 50 o 100 juegos esperando ganar 4 o 5 de ellos”.
El experiodista de investigación de The New York Times y escritor Selwyn Raab explica en su libro Cinco familias: el surgimiento, declive y resurgimiento de los imperios mafiosos más poderosos de EE.UU., que el Super Bowl era uno de los juegos que mayores réditos le otorgaban a las organizaciones mafiosas.
“Un estudio realizado por la Oficina de Control de Delincuencia Organizada del Departamento de Policía de Nueva York a principios de la década de 1990 estimó que se apostaban más de US$1 mil millones en el Super Bowl cada año con corredores de apuestas controlados por la mafia en la ciudad y los suburbios”, explica en el libro. “En un juego y en un día pudo proporcionar unos US$150 millones al conjunto de las cinco familias mafiosas activas en este negocio”.
“En la historia de apuestas del Super Bowl, aprendes sobre el ‘vigor’ o ‘vig’ (tarifa que cobra un apostador), recogido por los corredores de apuestas. Es esencialmente el interés recaudado en las apuestas. Los corredores de apuestas obtienen sus ganancias al recolectar un 10% de ‘vig’ en las apuestas perdedoras”, según un artículo de KCUR. “Es decir, apuestas US$100 y pierdes, entonces le debes US$110 a la mafia”.
Según Raab, uno de los más activos corredores de apuestas perteneció a la familia Gambino, era conocido como John ‘El Guapo Jack’ Giordano y había desarrollado una red de apuestas que agrupa a 40 locales, llegando a generar hasta unos US$300 millones anuales.
Si bien el FBI detalla que en EE.UU. siguen operando la Mafia Siciliana, la Camorra, la Ndrangheta, la Calabresa y la Sacra Corona Unita, con una fuerza estimada colectiva de 25 mil miembros activos, su poder ha sido considerablemente reducido. Esto gracias, en gran parte, a la ley RICO, implementada durante el gobierno de Richard Nixon y famosa por endurecer las condenas en contra de los involucrados en organizaciones criminales.
Pese a ello, arrestos como el de 46 miembros de la Cosa Nostra en Florida, Nueva York, Massachusetts y Connecticut en agosto del 2016 en el que los detenidos poseían locales de apuestas ilegales y organizaban competiciones de póker u otras disciplinas, denotan que para la mafia este negocio sigue siendo tan rentable como el tráfico de drogas, según los expertos.