El histórico veredicto que declaró culpable de asesinato al policía Derek Chauvin por la muerte de George Floyd dio la reivindicación que tanto exigía la comunidad afroamericana en Estados Unidos. Sin embargo, el fin del racismo sistémico y el abuso policial contra las minorías aún está lejos. El mismo día del veredicto, una adolescente de 15 años murió por el disparo de un policía en Columbus, Ohio, y una semana antes Daunte Wright también pereció cuando una agente confundió su pistola de disuasión con un arma de fuego.
Al respecto, conversamos con Ana Lucía Mosquera Rosado, docente de la Universidad San Martín de Porres, comunicadora y experta en temas de diversidad, etnicidad y género.
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—¿Qué significa el veredicto contra Derek Chauvin para la lucha contra el racismo y el abuso policial?
Este veredicto da justicia, entre comillas, porque es uno de los pocos casos de brutalidad policial que ha tenido una condena efectiva, pero el caso de George Floyd no es el único. Hay miles de personas asesinadas por la policía, sobre todo afroamericanos o de minorías, y la mayoría de estos juicios no ha tenido ninguna condena e incluso muchos casos ni siquiera han pasado a juicio. Es emblemático por todo lo que generó a nivel mediático y porque el juicio fue seguido por toda la comunidad internacional. Sin embargo, luego tienes la violencia sistémica que se sigue replicando. Entonces, hay justicia, pero no hay reparaciones reales, cuando hay un problema mucho más grande que tiene que ver con abuso policial, pero también con la reproducción de un sistema desigual y racista por naturaleza. Hay una sensación agridulce de cosas que se logran, pero luego se retrocede.
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—El racismo es un asunto estructural, y estos cambios estructurales suelen darse de manera más lenta. ¿El caso de Floyd podría acelerarlos?
Es muy complejo porque hay todos estos casos que siguen pasando alrededor de George Floyd. De hecho, este caso marca un antes y un después en este movimiento de conciencia internacional y de visibilidad de un problema sistémico. Lo que sucedió a partir de George Floyd es que muchas comunidades racializadas alrededor del mundo empezaron a movilizarse para mostrar cómo el racismo sistémico opera en sus propios países.
Es un problema bastante complicado, porque al menos ahora no se ve un camino claro de cómo se tiene que reparar o generar reformas a nivel policial que eviten estos casos. Si tenemos casos emblemáticos, se logra una condena y luego las personas van a la cárcel, pero es un círculo vicioso que se no se rompe, es como un laberinto del que no se puede salir si es que no se proponen reformas reales. Estamos hablando de delitos que están relacionados directamente con el racismo, sobre cómo se ve y percibe a una persona como amenaza solo porque tiene un color distinto.
—La muerte de George Floyd desató un movimiento global contra el racismo. Pero a veces los casos muy mediáticos provocan una indignación temporal y el ‘statu quo’ prevalece…
Hubo un despertar colectivo hacia problemas que siempre han existido en nuestras sociedades, pero también en redes sociales hubo una indignación colectiva temporal que es un activismo performativo. Es decir, de gente que no busca un trasfondo que invite a proponer evaluaciones críticas conscientes, y se quedan en esta atmósfera superficial que no supone una real reflexión sobre lo que está sucediendo. Cuando pasó lo de George Floyd hubo toda una revolución aquí, muchos ‘hashtag’ y contenido que publicaban personas que incluso reproducen el racismo todos los días públicamente. Lo que pasó fue que la ola subió y bajó, y se habla muy poco de racismo, cuando ha habido casos de racismo emblemático en el Perú, y la tendencia siempre es a minimizar el acto, a decir que hay cosas que son parte de la cultura peruana y que por tanto no se tienen que discutir. Una prueba de esto es lo que ha pasado en las elecciones y todo el contenido discriminatorio que se ha publicado a través de memes, videos, comentarios; y muy probablemente muchas de las personas que comparten estos comentarios se indignaron mucho con lo que pasó con Floyd. Hay personas públicas y marcas que siguen la corriente, y piensan que se trata de una moda o tendencia.
—Hablando del Perú, ¿qué puede enseñarnos el caso de George Floyd?
Nos debería invitar a ver más allá de lo superficial y ver cómo esto tiene implicancia en nuestro país, en nuestras conductas y cómo el sistema funciona. Cuando pasó lo de George Floyd se hacían estos comparativos y se decía que en el Perú no pasan estas cosas, y en realidad estos grados de medición que tenemos para el racismo lo que hace es minimizar los efectos y los impactos de un sistema que sigue discriminando a las personas y asignando roles en la sociedad de acuerdo a cómo se ven. El uso de la fuerza policial en el Perú no está potenciado como en Estados Unidos, pero sí existe brutalidad policial aquí, sí existe perfilamiento racial. Si ves la composición de las cárceles en el Perú te das cuenta que existe un sistema de justicia desigual que está determinado por cuestiones raciales. A veces nos quedamos en medir la discriminación o el racismo en relación a estos encuentros casuales o personales que tenemos en una situación determinada, pero no miramos cómo funciona el sistema en su conjunto, cómo contribuyen los estereotipos en la televisión, cómo contribuye la construcción de la narrativa de ciertas personas. Hay todo un sistema detrás del racismo que está muy entretejido con la cultura peruana que no hemos sido capaces de desenredar y entender en su complejidad.
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—¿Este caso podría despertar la venganza de sectores neonazis?
Es una cuestión compleja, y esto puede sonar bien fatalista, pero es como que no hay descanso. La supremacía blanca en Estados Unidos no solo se manifiesta a nivel sistémico, sino con estos grupos armados que realmente reproducen la violencia, que son peligrosos y son muy pocos confrontados. Una muestra de esto fue la toma del Capitolio en enero pasado. Cuando el colectivo Black Lives Matter (BLM) intentó marchar por las calles del Capitolio, no pudo; mientras que este grupo de supremacistas sí pudo ingresar y violentar el Capitolio. Entonces hay una desproporción en el trato. A estos grupos se les da un nivel de impunidad tal para que sigan propagando su mensaje de odio, entonces puede generarse una ola de violencia peligrosa de parte de los supremacistas que pone en riesgo a la comunidad afroamericana. Desafortunadamente la comunidad afroamericana no tiene descanso, no pueden cerrar los ojos porque tienen amenazas permanentes en todos lados.
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