La educación en la casa como consecuencia del brote del coronavirus COVID-19 fue una pesadilla para muchas familias, pero algunas la consideran una bendición en Estados Unidos: Decidieron que funciona mucho mejor y planean seguir practicándola una vez superada la pandemia.
Las razones son variadas. Algunas familias que hablaron con la Associated Press dijeron que sus hijos tienen necesidades especiales que son más fáciles de satisfacer en la casa. Otras prefieren una educación más religiosa y hay quienes simplemente consideran que las escuelas de sus barrios no son buenas. En todos los casos hay un denominador común: Ensayaron la enseñanza en la casa por lo que pensaron sería algo temporal y se encontraron con que beneficiaba mucho a sus hijos.
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“Lo descubrimos gracias a la pandemia. No creo que hubiésemos optado por la educación en la casa de no haber mediado la pandemia”, expresó Danielle King, de Randolph, Vermont, cuya hija Zoë, de siete años, mejoró mucho académicamente con la instrucción más flexible y personalizada. Su programa incluye literatura, anatomía e incluso arqueología, con excursiones en busca de fósiles.
El aumento en la cantidad de familias que optan por la enseñanza en la casa fue confirmado por el censo del 2020, que dijo que en septiembre de ese año un 11% de las familias de Estados Unidos habían optado por la enseñanza en casa. Esto es más del doble que en abril, en que solo en el 5,4% de los hogares se ensayaba la enseñanza en casa.
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El salto más grande se registró entre los afrodescendientes, en que el porcentaje subió del 3,3% en la primavera del 2020 al 16,1% en el otoño.
Los hijos de Arlena y Robert Brown, una pareja de afroestadounidenses de Austin, Texas, asistían a una escuela primaria cuando estalló el brote de coronavirus. Luego de experimentar con la enseñanza virtual, la pareja decidió probar la enseñanza en la casa, con un programa más enfocado en la religión, preparado por la Seton Home Study School, que sirve a unos 16.000 alumnos en todo el país.
Los Brown planean seguir con la enseñanza en la casa el próximo año, alentados por la posibilidad de usar programas que responden mejor a las necesidades de sus hijos. Jacoby, de 11 años, sufre de narcolepsia y a veces se duerme durante el día; Riley, de diez, es un niño más inteligente que el promedio, mientras que Felicity, de nueve, tiene algunas dificultades de aprendizaje.
“No quería que mis hijos fuesen una estadística y no desarrollasen todo su potencial”, expresó Robert Brown, un exmaestro que ahora hace de consultor. “Y queríamos que tuviesen una buena comprensión de su fe”.
Su esposa Arlena, quien dio a luz su cuarto hijo hace diez meses, fue maestra de jardín de infantes antes de la pandemia. Dice que enseñar a sus hijos en la casa es una aventura que la llena de satisfacción.
“Al principio, el gran reto fue comprender que la enseñanza en la casa ofrece mucha libertad”, manifestó. “Podemos avanzar rápidamente o tomarnos nuestro tiempo”.
La raza fue un factor decisivo en la decisión de otra familia afroestadounidense de enseñarle a su hijo Dorian, de 12 años, en la casa.
Angela Valentine dijo que Dorian era el único muchacho de raza negra en una escuela pública de un suburbio de Chicago y que a veces era tratado injustamente por sus directores. Sufrió cuando otros chicos dejaron de jugar con él.
Al mermar la pandemia, sus padres decidieron que Dorian siguiese estudiando en la casa, con un programa diseñado por el National Black Home Educators, un servicio nacional enfocado en la enseñanza en casas de familias afrodescendientes que pone énfasis en la historia y la cultura afroestadounidenses.
“Sentí una gran carga al hacer el cambio, quería asegurarme de que estábamos haciendo lo indicado”, dijo Valentine. “Hasta que estemos satisfechos con el ambiente de una escuela, seguiremos con la enseñanza en casa”.
Charmaine Williams, quien vive en Baldwin, un suburbio de San Luis, usa el mismo programa con sus hijos Justin, de 10 años, y Janel, de seis.
Dice que en la escuela se quejaron del comportamiento de Justin.
“En la escuela, los chicos tienen que seguir ciertos parámetros, te hostigan y te menosprecian. En casa pueden ser quienes son”, declaró.
“No hay retorno para nosotros”, agregó. “La pandemia fue una bendición, una oportunidad de hacernos cargo de la educación de nuestros hijos”.
Joyce Burges, cofundadora y directora de programas de la National Black Home Educators, dijo que esa organización nacida hace 21 años tenía 5.000 miembros antes de la pandemia y ahora suma más de 35.000.
En algunos casos, la decisión de enseñar a los hijos en la casa respondió a las necesidades especiales de los pequeños. Ese es el caso de Jennifer Osgood, de Fairfax, Vermont, cuya hija de siete años Lily tiene el síndrome de Down.
Tras observar los progresos de Lily en lectura y aritmética en la casa, Osgood está convencida de que la enseñanza en la casa es lo mejor para su hija.
Optó por la enseñanza en la casa también para su hijo Noah, de 12 años, a quien no le gustaron las clases virtuales durante la pandemia. Probó la enseñanza en la casa y todo funcionó mucho mejor, al punto de que la continuarán al menos por algunos años.
“Me dijo que aprendía mucho más que en la escuela”, expresó Osgood. “Afirma que la escuela es muy caótica, que no se avanza demasiado. En la casa se sienta, le digo lo que tiene que hacer y en cuestión de minutos está hecho”.
Los González, una familia muy católica de Appomattox, Virginia, optó por enseñar en casa a sus tres hijos, de nueve, 13 y 15 años, luego de que la escuela católica de Lynchburg cerrase en el 2020 por falta de alumnos.
Usan el programa de Seton Home Study School, que Jennifer González, la madre de los niños, describió como riguroso, pero bien organizado.
“A mis hijos les va muy bien”, manifestó. “Y estamos todos juntos, en casa”.
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