Cuando se habla de países que están de moda, se puede decir que Vietnam definitivamente está acaparando gran atención.
Conocido en el pasado por estar silenciosamente escondido en las sombras estratégicas, con un liderazgo casi desconocido por el resto del mundo, Vietnam está siendo ahora cortejado por todos.
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Tanto el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, como el líder de China, Xi Jinping, visitaron el país el año pasado.
EE.UU. elevó su relación con Vietnam al más alto nivel posible, el de "amplio socio estratégico".
Vietnam ha aceptado entrar en 18 acuerdos de libre comercio existentes o planeados.
Su colaboración es requerida en temas de cambio climático, resiliencia de la cadena de suministros o preparación frente a la pandemia, entre otros más.
Se ve al país como una pieza regional vital en la creciente rivalidad entre China y EE.UU; en el Mar de China Meridional, donde se disputa la reclamación de un grupo de islas; y como la mejor alternativa a China para la manufactura subcontratada.
Pero lo que no ha cambiado es la mano de hierro con la que el Partido Comunista mantiene el poder y controla todas las formas de expresión política.
Recelo de la influencia exterior
Vietnam es uno de los cinco países comunistas y unipartidistas que quedan en el mundo.
No se permite oposición política. Los disidentes son rutinariamente encarcelados y la represión se ha vuelto aún más servera en años recientes.
Las decisiones políticas de las altas esferas del partido están envueltas en el secretismo.
No obstante, un documento interno filtrado hace unas semanas del Politburó del Comité Central, el más alto ente legislativo de Vietnam, dejó entrever lo que los más altos líderes del partido piensan de todos estos vínculos con socios internacionales.
El documento, conocido como Directiva 24, fue obtenido por Project88, una organización de derechos humanos que se enfoca en Vietnam. Las referencias de este en varias publicaciones del partido sugieren que es genuino.
Fue emitido por el Politburó en julio pasado y contiene severas advertencias sobre la amenaza contra la seguridad nacional de "fuerzas hostiles y reaccionarias" introducidas en Vietnam a través de sus crecientes vínculos internacionales.
Según la Directiva 24, estos "aumentarán sus actividades de sabotaje y transformación política interna… formando alianzas y redes con la 'sociedad civil', 'sindicatos independientes', creando el argumento para la formación de grupos de oposición política interna".
El documento insta a los funcionarios del partido de todos los niveles a ser rigurosos en su defensa contra estas influencias.
Advierte que, a pesar de todos los aparentes éxitos económicos de Vietnam, "la seguridad económica, finanzas, moneda, inversión extranjera, energía, empleo" no son firmes, y hay un riesgo latente de dependencia, manipulación e incautación extranjera de ciertas "áreas sensibles".
Estas son palabras alarmistas.
En ninguno de los pronunciamientos públicos ha sonado tan inseguro el gobierno vietnamita.
¿Qué significa esto entonces?
Una mayor vigilancia
Ben Swanton, codirector de Project88, no tiene duda de que la Directiva 24 augura el comienzo de una campaña aún más severa contra los activistas de los derechos humanos y grupos de la sociedad civil.
Cita nueve órdenes que el documento imparte al final a los funcionarios del partido, entre ellas vigilar las redes sociales para contrarrestar la "propaganda falsa", "no permitir la formación de organizaciones políticas independientes", y estar alerta a las personas que se aprovechan del creciente contacto con las instituciones internacionales para provocar "revoluciones de color" y "revoluciones callejeras".
"Se han quitado la máscara", afirma Ben Swanton. "Los líderes de Vietnam están comunicando que intentan violar los derechos humanos como una cuestión política".
No todos están de acuerdo con esa interpretación.
"La Directiva 24 no es tanto una señal de una nueva ola de represión interna contra la sociedad civil y los activistas pro democracia, sino más de lo mismo. Es decir, la continua represión de estos activistas”, sostiene Carlyle Thayer, profesor emérito de Política de la Universidad de Nuevo Sur de Gales, en Australia, y un reconocido experto en Vietnam.
Thayer señala el momento de la publicación de la directiva, justo después de que EE.UU. y Vietnam acordaran una alianza de más alto nivel, y sólo dos meses antes de la visita del presidente Biden.
Fue una decisión trascendental, dice, motivada por el temor del partido a que el impacto de la pandemia de covid y la ralentización económica en China pudieran impedir a Vietnam alcanzar su objetivo de ser un país desarrollado y de altos ingresos para 2045.
Necesitaba vínculos más estrechos con EE.UU. para llevar su creciente economía al siguiente nivel.
Elementos de línea dura dentro del partido temen que EE.UU. inevitablemente aliente un sentimiento pro democrático en Vietnam y amenace el monopolio que tiene el partido sobre el poder.
Thayer cree que el lenguaje combativo usado en la Directiva 24 tiene la intención de asegurarle a la línea dura que esto no sucederá.
El profesor piensa que la decisión de contar con la firma personal del secretario general Nguyen Phu Trong, no sólo la figura política más poderosa de Vietnam sino un conocido ideólogo comunista, tuvo esa misma intención.
El dilema de los dirigentes
Lo que la Directiva 24 claramente ilustra es el dilema que enfrentan los líderes comunistas de Vietnam a medida que su país se convierte en una fuerza motriz global de manufactura y comercio.
Vietnam no tiene el suficiente tamaño para hacer lo que China ha hecho: aislarse herméticamente dentro de su propia "gran muralla cortafuegos".
Las plataformas de redes sociales como Facebook son de fácil acceso allí. Vietnam necesita inversión y tecnología extranjera para continuar creciendo rápidamente y no puede darse el lujo de desconectarse.
Algunos de los acuerdos de libre comercio a los que Vietnam se ha comprometido, como el que selló con la UE en 2020, vienen con cláusulas de derechos humanos y laborales incluidos.
Vietnam también ratificó algunas de las convenciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), aunque notablemente no la que exige la libertad de asamblea.
Pero la Directiva 24 sugiere una reticencia a respetar dichas cláusulas.
En esta, el partido exige límites explícitos sobre cómo los sindicatos independientes pueden operar, ordenando a sus funcionarios "guiar estrictamente el establecimiento de organizaciones laborales; tomar iniciativas cuando participan en las convenciones de la OIT que protegen la libertad de asociación y el derecho a organizarse, asegurando la continuidad del liderazgo del partido, el liderazgo de las células del partido y la administración del gobierno a todos los niveles”.
En otras palabras, un "sí" a la cooperación con la OIT, y un firme "no" a cualquier sindicato que no esté controlado por el partido.
Ben Swanton arguye que la Directiva 24 indica a los potenciales socios occidentales de Vietnam que sus acuerdos sobre los derechos humanos y laborales no son más que una hoja de parra, que tímidamente cubre los acuerdos que han hecho con un sistema político incapaz de respetar los derechos individuales.
Y se pregunta: ¿qué grupos de la sociedad civil tendrán permiso de monitorear estos acuerdos de libre comercio, cuando ya se encarceló a seis activistas ambientales y climáticos bajo falsos pretextos al tiempo que Vietnam acababa de firmar una enorme alianza de transición energética con gobiernos occidentales?
Hubo una época, hace varias décadas, en que había quien pensaba que los Estados marxistas-leninistas unipartidistas serían el futuro, traerían la modernidad, el progreso y la justicia económica a las sociedades más pobres del mundo.
Hoy en día, sin embargo, son una anomalía histórica.
Hasta China es el modelo político de muy pocos, a pesar de la admiración que despiertan sus éxitos económicos.
Los líderes de Vietnam esperan lograr algo parecido a un truco de magia: mantener el control estricto que han ejercido durante mucho tiempo sobre la vida de su pueblo, mientras que al mismo tiempo lo exponen a las ideas e inspiraciones que llegan del exterior, con la esperanza de que puedan mantener la expansión de la economía.