China está asustada. Si hace cuatro décadas temía el estallido demográfico, ahora el terror pasa por lo que han llamado “crecimiento negativo”, eufemismo para describir que su población se reducirá antes del 2025.
La declaración de la Comisión Nacional de Sanidad coincide con los informes periodísticos locales. Por ejemplo, el “Global Times” ha dado cuenta de que, durante el 2021, hubo menos nacimientos en las provincias. Hunan y Jiangxi registraron el “nivel más bajo desde hace casi 60 y 70 años”. La excepción fue la provincia de Cantón, donde se dio a luz a más de un millón de niños.
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Según la agencia EFE, desde inicios de los años 60 y coincidiendo con una hambruna que mató a 30 millones, en China no se ha sucedido un descenso poblacional. Actualmente, tal como reza el censo del 2021, en el gigante asiático hay 1.412 millones de habitantes.
La respuesta del Partido Comunista ha sido incentivar a que las familias tengan más descendencia, estrategia contraria a la que implantó en 1979 con la política de un solo hijo y que terminó en el 2016. Hoy por hoy, el Estado ofrece “subsidios, rebajas de impuestos, mejores seguros de salud, así como apoyo en educación, alojamiento y trabajo para las familias jóvenes”.
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¿Será suficiente? Yang Wenzhuang, director de la Comisión Nacional de Sanidad, cree que no. “Esto es el resultado inevitable de un largo período de baja fertilidad”, sostuvo. Y agregó que si bien es poco probable que esta nueva política revierta la situación, sí “podría aliviar algunos de los problemas”.
Carlos Eduardo Félix Aramburú López De Romaña, docente de la PUCP y especialista en demografía, coincide y recuerda que la tasa anual de crecimiento de la población china es de 0.1%. “Y eso no se puede revertir de forma rápida. La experiencia internacional nos dice que es más difícil que la población aumente a que disminuya”.
Aramburú señala dos aspectos a tener en cuenta al momento de explicar el decrecimiento. El primero es el aumento en el consumo, que viene amarrado a un mayor acceso a la educación y, por consiguiente, a más opciones de vida que solo tener una familia. “Hay quienes dicen que los hijos son bienes durables, pero son muy caros de mantener, a diferencia de adquirir y tener una vivienda, viajar o comprar un auto. Es lógico, por tanto, que a mayor consumo, menor natalidad”.
Lo segundo a tener en cuenta es que en China hay 34 millones más hombres que mujeres. “La falta de parejas es un problema serio, sobre todo en edades intermedias. Esto es consecuencia de la política del hijo único, además de que hay evidencia sobre infanticidios femeninos en hogares donde ya había mujeres y se prefería a los hombres. China se podría convertir en un mercado de importación de esposas”.
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La necesidad de cambiar
“Tener una gran población no es garantía de prosperidad. Es un factor importante, pero no el único. Miremos a los países europeos que se desarrollaron sin tener tanta como los asiáticos”, dice Marco Carrasco, docente de Estudios de Asia Oriental de la Facultad de Derecho y Ciencia Política de la U. de San Marcos.
Aun así, Carrasco comprende que China recibirá el golpe causado por el decrecimiento demográfico porque, al ser un país industrializado, va a necesitar más población económicamente activa. De allí que será vital que cambien la manera en la que manejan su economía, incluso teniendo en cuenta que el dinero necesario para cubrir las pensiones va a seguir aumentando.
“Ahora tienen que redirigir el capital humano a sectores prioritarios porque, de otro manera, no va a poder suplir la demanda”, explica.
“Felizmente existen mecanismos para suavizar el impacto. Japón, que pasó por lo mismo, enseñó que hay trabajos que se pueden automatizar. Ahora hay máquinas expendedoras en restaurantes, lo que facilita que la población más joven se concentre en otras actividades”.
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¿Cómo impactará esta nueva coyuntura a los intereses geopolíticos chinos? “En términos generales, la nueva realidad significará que menos gente joven irá al ejército, un sector importante para China”. Para Carrasco, sin embargo, los verdaderos problemas se expresarán en asuntos comerciales y económicos.
Él explica: “Desde hace ya una década, China viene girando su enfoque hacia una industria que manufacture bienes más complejos, como los electrónicos, para estar a la par con Corea del Sur y Japón. En el futuro dejarán de ser la ‘fábrica del mundo’ y de producir juguetes y textiles, cediendo el espacio a India, Vietnam o Bangladesh”.
Y concluye: “Ese panorama significará que deban variar también su política exterior para determinar quiénes podrían ser sus mejores socios comerciales. Podríamos esperar que China busque países en Latinoamérica y África para alimentar y potenciar sus industrias”.
Y no han perdido tiempo. Según la Deutsche Welle, la nueva Ruta de la Seda en América Latina significó créditos millonarios provistos por bancos chinos. Hasta el 2020 y en miles de millones de dólares, la deuda acumulada de Venezuela era 62.2; Brasil, 29.7; Ecuador, 18.4; Argentina, 17.1; Bolivia, 3.4; y México, 1.