En las tiendas vacías y los hoteles desiertos, los comerciantes y los guías turísticos son unánimes: "Es la peor Navidad en Belén". La ciudad en la que nació Jesús, según la tradición bíblica, prepara con resignación las celebraciones del 24 y 25 de diciembre, como la tradicional Misa del Gallo en la basílica de la Natividad.
Hace unos días todavía había enfrentamientos entre jóvenes palestinos que lanzaban piedras y soldados israelíes fuera de los hoteles, ya de por sí afectados por la construcción por Israel del muro que separa Belén de Jerusalén.
En los vestíbulos todavía huele a gases lacrimógenos y al agua putrefacta rociada por el ejército con sus mangueras antidisturbios.
Un poco más lejos, en los alrededores de la basílica y bajo un enorme abeto decorado con los colores de la bandera palestina (negro, blanco, rojo y verde), media docena de guías turísticos pasean de acá para allá. Esperan a los clientes que no llegan.
Hasta el año pasado, "llegaban al menos 60 o 70 autobuses cada mañana", asegura Hicham Jamis, que trabaja como guía desde hace aproximadamente una década. Hoy "son cuatro o cinco, a veces diez".
OBSTÁCULOS
Los hoteles, normalmente llenos en un 80 o 90% en estas fechas, están a la mitad de su capacidad, estiman las autoridades palestinas. Se niegan a cifrar las pérdidas en una ciudad que vive en gran parte del turismo y en la que una de cada cinco personas está desempleada.
En la tienda de Jamal Chehada, los gorros de papá Noel, rosarios y otros objetos siguen colgados o en las estanterías. Él culpa de ello a los israelíes que acogen a los turistas y peregrinos nada más aterrizar en Tel Aviv, paso obligado para ir a los territorios palestinos, donde se encuentra la mayoría de los lugares santos del cristianismo. Los palestinos carecen de aeropuerto y no controlan ninguna de sus fronteras.
"Dicen a los turistas que en Belén solo hay terroristas, entonces muchos piensan 'mejor haríamos comprando nuestros souvenires a los israelíes en vez de en Belén'", acusa. Además "el ejército israelí multiplicó los retenes" en las inmediaciones de Belén, cuyas calles suelen estar repletas de turistas en la temporada navideña.
La oleada de violencia actual causó casi 120 muertos entre los palestinos, varios de ellos en Belén, y 17 entre los israelíes desde el comienzo de octubre.
SEGURIDAD PARA LOS PELEGRINOS
"Los peregrinos no deberían tener miedo de venir", aseguró en su mensaje de Navidad el patriarca latino de Jerusalén, Fuad Twal. "Pese a la tensa situación en esta tierra, su itinerario no presenta peligro alguno", recalcó la principal autoridad católica romana en Tierra Santa.
Una opinión compartida por Sherwood N'Guma, uno de los pocos turistas que se hace una foto con su grupo procedente de Nigeria frente a la iglesia de la Natividad.
"Nos aconsejan que nos desplacemos siempre en grupo", explica N'Guma quien, pese al contexto, no hubiera anulado el viaje por nada del mundo. "Es un privilegio enorme. Todo el mundo no tiene esta oportunidad, entonces me dije que tenía que venir a Palestina para ver lo que pasa", comenta.
"Los que vienen en son de paz traen paz", opina su compañero de viaje, Douglas Saba.
Pocas veces la paz ha parecido más lejana. Por eso las autoridades palestinas, sobre el todo el municipio de Belén, recortaron drásticamente las festividades. "Antes el mundo entero venía a alegrarse y a cantar con nosotros en Belén, hoy nada. Este año la Navidad en Belén es triste y deprimente", lamenta Jamis, el guía palestino.
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