Un día como hoy, un 25 de agosto pero de 1920, la aviadora francesa Adrienne Bolland cruzó en avión el Canal de La Mancha y se convirtió en la segunda mujer en hacerlo. La francesa también es conocida por ser la primera mujer en sobrevolar la cordillera de Los Andes.
Bolland nació el año 1896 en los suburbios del sur de la capital francesa, París. Era la menor entre siete hijos de la familia. La pequeña ‘Zizi’, como la llamaban en casa, era una mujer baja, de contextura pequeña, y había heredado del padre su pasión por la aventura.
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Una mujer que realizaba esta actividad, durante esos años, era todo un fenómeno, como el que ocasionó la estadounidense Amelia Earhart.
“En noviembre de 1919 se incorporó como alumna en la escuela Caudron en Le Crotoy a pesar de contar con un carácter bastante belicoso, motivo por el cual recibió el mote de ‘La Leona’. En solo dos meses de conflictivo aprendizaje, el 26 de enero de 1920 recibió el brevet de piloto Nº 175693″, explica un informe del Instituto de Investigaciones Histórico Aeronáuticas de Chile.
Además de las hazañas ya mencionadas, la francesa Adrienne fue la primera mujer piloto contratada por una empresa aeronáutica, la Sociedad de Aviones Caudron.
Sabiendo que a Adrianne le gustaban mucho los juegos de azar, René Caudron, director de la escuela de aviación y propietario de la principal constructora de aeroplanos de la época, prometió regalarle un biplano G3 si ella conseguía ejecutar una acrobacia llamada bucle o lazo, que consiste en realizar un círculo vertical con el avión.
Bolland, quien no era de acobardarse ante los retos, se ganó este monomotor haciendo dos lazos.
Ya dueña de su primer aeroplano, y pese a su poca experiencia, en agosto de 1920, Adrienne se convirtió en la segunda mujer en cruzar el canal de la Mancha, desde Francia a Inglaterra. Tenía 25 años de edad.
Como parte de una serie de exhibiciones para ampliar el mercardo de Caudron, Bolland partió a Buenos Aires, Argentina, en 1921, realizando una serie de vuelos de demostración en diferentes ciudades, hasta que en Mendoza decidió cruzar la cordillera de los Andes rumbo a Santiago.
El avión G3 que Adrienne iba a utilizar para esta hazaña sudamericana había sido diseñado como aeronave de observación militar en la Primera Guerra Mundial. No era el avión ideal para emprender ese cruce que hasta hoy no es sencillo.
Antes de despegar desde Mendoza el año 1921, la aviadora tenía apenas 40 horas de vuelo. No conocía la zona y tampoco llevaba mapas. Voló entre los montes de la cordillera.
Sorprendentemente, su ropa de vuelo fue un pijama repleto de diarios que se puso bajo su casaca de cuero. Tenía que estar lo más liviana posible por el tipo de nave, pero lo suficiente para soportar temperaturas de hasta 26° bajo cero.
El biplano Caudron G3 F-ABEW, equipado con un motor Le Rhone de 80 CV no tenía parabrisas, por lo que sus vasos sanguíneos de sus labios y nariz estallaron en sangre por el frío que había a esa altura. Llevaba un cuchillo escondido para enfrentarse a animales en caso de que, por desgracias, su avión cayera.
El 21 de abril a las 6:35 a.m. el avión se elevó por los cielos mendocinos para encarar un desafío inigualable, que le demandó 4 horas y 15 minutos a una velocidad promedio de 50 km/h y alcanzando una altitud máxima de 4.200 msnm. Bolland escoltada por aviones chilenos que la esperaban en la base aérea del bosque.
“En los primeros momentos parecía que iba a estrellarme contra las montañas, pero seguí decidida. La muralla de nubes era tan espesa que hubo un instante en que no vi nada y creí fracasar. Mi pena fue muy grande y ya pensaba en regresar a Mendoza, convencida de la imposibilidad de continuar adelante, cuando alcancé a ver, a lo lejos, como una puerta muy ancha, un enorme hueco entre las nubes. Hacia esa abertura me lancé cerrando los ojos, dispuesta a todo. ¡Y pasé!”, narró Adrienne, según documentos oficiales que se encuentran en la Biblioteca Nacional de Chile.
Luego de su proeza, Bolland regresó a Francia para continuar con la actividad aeronáutica y completó innumerables exhibiciones acrobáticas.
En 1942, ella y su esposo, Ernest Jean Baptiste Charles Vincho, se enlistaron en la resistencia francesa de la Segunda Guerra Mundial, dedicándose al reconocimiento encubierto de campos de aterrizaje sobre la región del Loiret. Murió en París en el año 1975.
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