La guerra entre Rusia y Ucrania cruzó hace un poco un hito trágico: ya son más de mil días de conflicto bélico, muerte y destrucción entre ambas antiguas repúblicas soviéticas. En el último mes, Moscú ha aumentado la envergadura de sus operaciones de ataque, intentando incrementar el empuje sobre las líneas ucranianas mientras buscan hacer retroceder a las fuerzas de ese país en varios frentes.
A esta asfixiante presión militar sobre Ucrania se suma la incertidumbre por lo que pueda ocurrir tras el cambio de administración en Estados Unidos, puesto que el sucesor de Joe Biden ha puesto en duda la continuidad de la millonaria ayuda de su país a Kiev.
El Consejo OTAN-Ucrania que se lleva a cabo esta semana en Bruselas vuelve a poner sobre la mesa la difícil situación para el país invadido y la tarea nada sencilla para el nuevo secretario general de la alianza atlántica, Mark Rutte, de satisfacer al régimen de Kiev sin incomodar o irritar al conjunto de socios por extralimitarse en las concesiones o el apoyo al estado agredido por Rusia.
Ucrania y su presidente, Volodimir Zelenski, ven con nerviosismo que cada vez está más cerca el 20 de enero del 2025. Ese día Donald Trump vuelve a la Casa Blanca y ya dijo que en las primeras 24 horas acabará con el conflicto entre Rusia y Ucrania. Nadie lo cree realmente posible en tan corto lapso de tiempo, pero el apuro de Kiev en estos momentos pasa por lograr los mayores avances posibles sobre el terreno en los casi 50 días que faltan, con el objetivo de llegar a una posición de fuerza antes de cualquier negociación con Moscú, incluyendo una que implique devolución de las zonas ocupadas.
Ello explica que las autoridades ucranianas hayan llegado este martes 3 más desafiantes que nunca a Bruselas para una reunión de ministros de Relaciones Exteriores de países de la OTAN. No solo están pidiendo 19 sistemas de defensa aérea adicionales para defender infraestructura energética concreta sino que insisten en la adhesión plena de Ucrania a la OTAN como “única real” garantía de seguridad. Al país invadido por Rusia le desespera que le prometan un proceso de aproximación irreversible sin un calendario específico. La cita se extenderá hasta este jueves 5.
Dos situaciones conspiran contra la ambición ucraniana. En primer lugar, el reducido margen de maniobra de la alianza atlántica debido a que dos de sus principales miembros, Estados Unidos y Alemania, tienen gobiernos que están de salida. Y en segundo término, cierto temor a Trump: invitar al régimen de Kiev a poco más de un mes del inicio de su gobierno podría encolerizarlo. Ello se suma a la excusa esgrimida para retrasar la adhesión desde que empezó la guerra en febrero del 2022: que el bloque entero se vea arrastrado a una guerra total con Rusia.
Ni corto ni perezoso, el Kremlin se apuró en recordar que tacha de “amenazante” para Rusia la posibilidad del ingreso de su vecino en la OTAN. Según el portavoz presidencial, Dmitri Peskov, tal situación se contradice con el principio que guía la política exterior rusa de que las medidas para garantizar la seguridad de un país no deben ir en perjuicio de la seguridad de otros. Que la alianza atlántica enemiga tenga presencia al borde de sus fronteras es, para Vladimir Putin, una línea roja que no se debe cruzar.