Hoy, 16 de febrero, debía iniciarse la invasión militar de Rusia en Ucrania. Algunos medios británicos incluso dieron la hora: sería a la 1 de la mañana. La tan temida guerra, de la que no se deja de hablar desde fines de noviembre, tiene al mundo en ciernes. Una semana es absolutamente inminente, la siguiente la diplomacia se acelera y la subsiguiente la tensión se vuelve a disparar.
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Pero cuando todos apretaban los dientes a la espera del primer disparo, una leve brisa de alivio llegó el martes. Rusia anunció que parte de las tropas desplegadas en la frontera con Ucrania regresaban a sus bases, mientras que el presidente ruso, Vladimir Putin, señaló que su país no quiere una guerra y confía en continuar las negociaciones que le aseguren sus demandas de seguridad.
¿Se trata del inicio de la esperada desescalada? ¿Finalmente, Moscú terminó cediendo ante sus rivales de Occidente?
El presidente ruso jamás daría la media vuelta sin saber que ha logrado algo concreto, así que el juego de estrategias continúa, pero al menos da tiempo para saber cuáles podrían ser las próximas acciones.
De hecho, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ya dijo que no se fía del anuncio de repliegue parcial y aseguró ayer desde la Casa Blanca que tenían información de que los militares rusos “siguen en una postura totalmente amenazante”.
A esto se suma la advertencia de la OTAN, señalando que no han constatado ningún repliegue en el terreno: “Hemos oído señales de Moscú sobre su disposición a continuar los esfuerzos diplomáticos, pero por ahora no hemos visto ninguna desescalada sobre el terreno; al contrario, parece que Rusia continúa con el refuerzo militar”, indicó hoy el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, desde Bruselas.
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“Hay que tomar esto con mucha cautela. Estas son señales bien recibidas, sobre todo en un escenario tan tensionante donde la posibilidad de una guerra ha sido cada vez mayor, pero también todo puede volver a cambiar en cualquier minuto”, señala a El Comercio Silvana Amaya, analista senior de la consultora Control Risks.
Efectivamente, para los rusos este anuncio de retiro parcial forma parte de la narrativa que han tenido desde el inicio: así como empezaron ejercicios militares previstos dentro de su territorio -pese a la cercanía a la frontera ucraniana- estos mismos pueden terminar en cualquier momento.
“Siempre dijimos que después de las maniobras (...) las tropas volverán a sus cuarteles de origen. Y eso es lo que está ocurriendo. Es el proceso habitual”, dijo el martes a la prensa el portavoz de la presidencia rusa, Dmitri Peskov.
¿Pero se puede hablar —al menos— de un indicio de que esta tensión está cerca de terminar?
“El riesgo de invasión en los próximos meses todavía sigue siendo un escenario creíble, aunque no es el más probable”, agrega Amaya desde Bogotá.
Semanas atrás, el analista experto en seguridad Román Ortiz, dijo a este Diario que la ventana de oportunidad de Putin para emprender una invasión no era muy amplia, pues debía ocurrir entre enero y febrero cuando el crudo invierno en la zona permite transportar con mayor facilidad el material bélico; además, los soldados rusos están perfectamente entrenados para pelear en temperaturas gélidas.
En las últimas semanas, la diplomacia trabajó al máximo para tratar de encontrar alguna solución negociada. Sin embargo, los esfuerzos no dieron mayores frutos. Rusia se quejó que ni Estados Unidos ni la OTAN atendió sus reclamos de seguridad que básicamente se ajustan a dos exigencias: que Ucrania no forme parte de la alianza atlántica, y que las fuerzas militares occidentales se alejen de las fronteras rusas.
“Rusia ha sido muy clara en que esa es su prioridad y en que una respuesta militar táctica va a ser inminente si eso no se cumple, y de que va en serio. En ese sentido, las señales militares rusas han sido transparentes y creíbles”, opina Amaya.
En medio de la ecuación no solo hay razones de seguridad y geopolítica, sino también asuntos comerciales -el gas ruso es importantísimo para los países europeos, sobre todo Alemania- e incluso históricos y culturales, como el origen común de rusos y ucranianos.
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“Histeria occidental”
Mientras el mundo espera el inicio de la guerra, Rusia ha aparentado poner paños fríos y ha atribuido a una “histeria sin base” la posibilidad de una invasión. “Es una campaña absolutamente sin precedentes orientada a provocar tensiones”, dijo hace unos días el portavoz del Kremlin.
Al mismo tiempo, el presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky, pidió a los gobiernos y medios occidental “no infundir el pánico”.
“Es bastante comprensible por qué los ucranianos hoy son escépticos sobre varias ‘fechas específicas’ del llamado ‘inicio de la invasión’ anunciado en los medios”, expresó recientemente Mykhailo Podolyak, asesor del jefe de gabinete de Zelensky. “Cuando el ‘comienzo de la invasión’ se convierte en una especie de fecha de gira continua, tales anuncios solo pueden tomarse con ironía”.
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“Lo que estamos viendo es un escenario de combates que se limitarían a zonas específicas como Donetsk o Lugansk [en la región separatista del Donbás], pero no tanto la posibilidad de una invasión como lo han hecho sentir algunos funcionarios occidentales, sobre todo de Estados Unidos”, agrega Amaya.
¿Los países occidentales han exagerado en sus preocupaciones? Como bien recuerda, la experta, no se debe perder de vista la importantísima conexión entre política externa e interna. “Muchas veces los países quieren alborotar las relaciones exteriores porque las cosas internamente no están bien. Por ejemplo, una de las apuestas de Emmanuel Macron al sentarse en la mesa con Putin fue tratar de darse una ventaja diplomática y demostrar el poder de Francia con mira a las próximas elecciones presidenciales [Macron va a la reelección]. Todos estos elementos forman parte del juego en este ajedrez geoestratégico de cada país”, explica.
No obstante, los temores no han sido infundados. El despliegue ruso y su retórica no han ayudado a creer que, efectivamente, más de 150 mil soldados estén en la frontera ucraniana solo para hacer ejercicios militares.
Además, y esto no es cosa menor, Ucrania denunció el martes el hackeo de páginas web de algunos de sus ministerios y bancos públicos, algo en lo que los rusos son expertos. El Kremlin, por supuesto, desmintió cualquier implicación en los ciberataques.
¿Quién gana? ¿Quién pierde?
Por el momento, solo queda esperar a comprobar si, efectivamente, el anuncio de retiro parcial se concreta. ¿Putin logró algo con este amedrentamiento?
“Cada día parece que hay un ganador diferente”, señala Amaya. “Con este mensaje nuevo de Rusia, parecería que Estados Unidos logró ganar porque consiguió, por el momento, bajar la tensión. A Biden no le conviene que estalle la guerra, porque si no logra desescalar esto, ahí sí sería un perdedor”, agrega.
Sin embargo, falta mucho para ponerle punto final a la tensión. Así lo considera también la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen: “Creo que la diplomacia todavía no ha dicho sus últimas palabras y ayer vimos unas señales que pueden apuntar a la esperanza. Pero ahora los hechos tienen que seguir a esas palabras”, dijo ante el Parlamento Europeo. Además, le dio un mensaje directo al presidente ruso: “No elija la guerra, el camino de cooperación es todavía posible”.
Para Amaya, es difícil predecir hasta cuándo se puede mantener esta situación. “Es probable que en los próximos meses dos o tres meses Rusia siga presionando sin llevarlo al siguiente nivel de una invasión militar. Lo que ellos quieren es desestabilizar a Ucrania y presionar para que no entre a la OTAN. El escenario más creíble es que haya un aumento de los combates, sobre todo en Donetsk y Lugansk, y un incremento de la guerra híbrida contra Ucrania, o sea, presión política y presión militar”.
“Rusia va a seguir presionando hasta que logre sus demandas de seguridad en la OTAN. Esta es, sin duda, la crisis de seguridad más fuerte que ha ocurrido en Europa en esta región en los últimos 20 años”.
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