Hace unos meses, la línea 116 del autobús de Barcelona se borró del mapa. Literalmente. Desaparecer sus referencias de Google Maps fue la solución que el ayuntamiento de la ciudad española encontró para lidiar con los turistas que saturaban la ruta desde la primera parada para llegar al famoso Parque Güell, lo que dejaba a los residentes de la zona enojados y sin poder usar ese medio de transporte.
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Las quejas de los residentes de las urbes altamente turísticas no son nuevas, pero se han hecho más evidentes en los últimos años. También en España –que, por cierto, es el segundo país más visitado del mundo–, las islas Canarias fueron escenario en abril de multitudinarias e históricas protestas contra el turismo masivo.
Más de 60 mil habitantes del archipiélago atlántico salieron a las calles para exigir una transformación de un modelo turístico que consideran “depredador”, pues, afirman, que no solo es perjudicial para el medio ambiente y la vida diaria, sino que también ha provocado el aumento de los alquileres y de la construcción de hoteles que disparan el costo de la vivienda. En el 2023, las islas Canarias recibieron más de 16 millones de turistas, la mayor cifra alcanzada hasta ahora.
Francia también conoce a fondo este problema. El primer destino turístico del mundo lleva varios años tratando de gestionar mejor la cantidad de visitantes que recibe. Según el último Barómetro del Turismo Mundial publicado por la Organización Mundial del Turismo (OMT), el país de la Torre Eiffel y los croissants recibió 79 millones de turistas en el 2022. La cifra fue superada ampliamente en el 2023, cuando se alcanzó un récord de 100 millones de visitantes internacionales, según los datos más recientes del Gobierno Francés.
Una de las últimas pruebas de esta masividad turística es que el Museo del Louvre –el más concurrido del planeta– y el gobierno galo están considerando exponer la Gioconda, de Leonardo da Vinci, en una sala aparte. Cada día, el 80% de los visitantes del museo, es decir más de 20.000 personas, logran ver el famoso cuadro por pocos minutos haciendo una fila en una sala completamente abarrotada.
Pagos y más medidas
En algunos destinos el hartazgo ha llevado a las autoridades a tomar medidas más drásticas. El 25 de abril Venecia se convirtió en la primera ciudad del mundo en cobrar entrada a los turistas que la visitan. Aquellos que no tienen planes de pernoctar en la urbe italiana deberán pagar una tarifa de 5 euros (US$5,34) si desean acceder al centro histórico. De no pagar dicha tasa, se enfrentarán a multas de hasta 300 euros (US$320).
Es un proyecto piloto que se aplicará hasta el 14 de julio. Las autoridades esperan que la medida sirva para disuadir a algunos viajeros que abarrotan las calles y puentes de la ciudad que ha llegado a recibir hasta 40.000 visitantes al día.
Otra medida llamativa se tomará en la ciudad japonesa de Fujikawaguchiko. Ubicada al norte del monte Fuji, sus autoridades anuncian que desde fines de mayo bloquearán con una barrera negra de 2,5 metros de alto y 20 m de largo la vista del emblemático volcán desde un punto en que los turistas se aglomeran para fotografiarlo.
El turismo en nuestro país aún no recupera los niveles previos a la pandemia. En el 2023, llegaron al Perú 2,5 millones de visitantes internacionales.
Con ello, se busca descongestionar las aceras de la calle, bastante estrechas, colapsadas por la cantidad de visitantes que terminan ocupando la carretera e irritando a peatones y conductores de autos.
“Es comprensible que las ciudades que realmente tienen un número de turistas muy grande busquen fórmulas para controlar el flujo de visitantes para preservar su patrimonio y evitar una masificación que no es buena para nadie”, dice a El Comercio Tito Alegría, director ejecutivo de la Cámara Nacional de Turismo (Canatur).
Sin embargo, añade, la clave es hallar un equilibrio para que estas medidas y regulaciones no terminen por desincentivar el turismo, fuente importante de ingresos para muchas ciudades en el mundo.
Por un turismo sostenible
¿Cómo lograr un turismo sostenible que no perturbe a la población local? Alegría señala que es fundamental que se implementen políticas que generen un balance entre el flujo de turistas, las necesidades de la comunidad, el cuidado del patrimonio y la sostenibilidad. Siempre teniendo en cuenta la protección del entorno al igual que la experiencia de los visitantes.
Apunta que algunas acciones para tomar en cuenta son la limitación de visitantes, que ya se está viendo en muchas ciudades, y el involucramiento de la comunidad en la toma de decisiones y la planificación. “También es importante trabajar en la gestión de residuos y recursos para minimizar el impacto ambiental, así como pensar en la diversificación de la oferta turística para evitar la saturación de determinados monumentos. Promover el desarrollo de zonas turísticas menos conocidas y crear circuitos turísticos alternativos es una excelente opción”, explica.