El ébola es una enfermedad infecciosa y fue descubierta por primera vez en 1976 en Zaire y Sudán por un doctor conocido como David Finkes. Lleva tal nombre por su ubicación geográfica. No solo afecta a humanos, también a animales como monos, gorilas y chimpancés.
El último brote empezó en marzo en la zona de África, pero ha atravesado fronteras y ha llegado a Estados Unidos, España, Alemania, Reino Unido, Rusia. Brasil también se suma a la lista, aunque el caso que han registrado aún está por confirmar.
Es así que las víctimas hasta el momento se elevan a 4.033 de 8.399 casos registrados, según la OMS.
¿Por qué algunos se recuperan y otros no corren a misma suerte? Es la gran incógnita científica. Hasta el momento, solo se sabe que quienes viven para contarlo es porque su organismo desarrolló defensas inmunológicas para luchar contra el virus.
La medicina más eficiente hasta el momento ha sido el suero Zmapp.
También se usan sueros con anticuerpos de ex pacientes en un intento de ayudar a quienes padecen el virus.
¿Pero qué se siente? ¿Cuáles son los síntomas? En la primera fase (10 primeros días), los pacientes comienzan con episodios de fiebre alta (Mayor a 38,6 grados) y repentina, además de dolores de cabeza, en las articulaciones y en los músculos. Se suma el dolor de garganta y debilidad generalizada. Todo eso contribuye a la pérdida de apetito.
La alarma marca rojo —y pasa a una segunda fase—, cuando llegan las convulsiones, diarreas, vómitos y dolores de estómago. Además, la piel hace una erupción rojiza y los ojos presentan conjuntivitis, también los riñones y el hígado comienzan a descomponerse y las hemorragias internas son irremediables. El enfermo pierde la orientación y la dificultad para respirar se presenta con frecuencia.
El virus demora en encubarse 21 días aproximadamente, pero los síntomas se pueden sentir en la primera semana. Cualquier contacto con secreciones, sudores, tejidos, hace el contagio inminente.