“¿Acaso hemos puesto nosotros misiles cerca de la frontera de Estados Unidos? ¡No! ¿Qué pasaría si lo hiciéramos en Canadá o México? Han sido ellos los que han puesto armamento a nuestra puerta”. Era finales de diciembre, y Vladimir Putin fue directo a la yugular en su conferencia de prensa anual cuando un periodista le preguntó sobre el despliegue militar ruso cerca de la frontera de Ucrania.
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Para los rusos se trata de defender su zona natural de influencia, pero para los estadounidenses y europeos se trata de no permitir que Rusia invada Ucrania, una amenaza que está latente y que, según la inteligencia estadounidense y ucraniana, se concretaría entre enero y febrero.
En medio de la tensión, las reuniones entre funcionarios estadounidenses, europeos y rusos se están multiplicando en estos días para tratar de alargar el tiempo lo más posible.
“Estamos dispuestos a responder con fuerza a una nueva agresión rusa. Pero una solución diplomática aún es posible, y preferible, si Rusia la elige”, dijo el viernes el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken.
El propio Joe Biden conversó por teléfono el 30 de diciembre con su homólogo ruso -ya habían tenido una videollamada semanas antes- para discutir el tema, en una conversación que estuvo lejos de ser distendida.
Ambas partes ya han puesto sus argumentos sobre la mesa. Rusia quiere que se le asegure que Ucrania no formará parte de la Organización del Atlántico Norte (OTAN), que no continúen los ejercicios militares occidentales en los países con los que comparte frontera y que se retrase el emplazamiento de misiles de corto y mediano alcance en Europa. Por ello, desplegar a unos 175 mil soldados rusos cerca de Ucrania es una clara señal de advertencia de que la chispa puede estallar en cualquier momento.
Del otro lado, estadounidenses y europeos están haciendo fuerza común para apoyar a Ucrania ante cualquier intento de invasión rusa, mientras alistan otra batería de sanciones económicas contra Moscú. Los rusos ya sufren las consecuencias de sanciones desde que se anexaron la península de Crimea en el 2014 y tras el apoyo a los separatistas prorrusos en el este de Ucrania, en una guerra que ya ha dejado más de 13 mil muertos. Pero si se concreta una invasión a Ucrania, la reacción podría ser mucho mayor.
En la conversación que tuvieron, Biden le advirtió a Putin que Estados Unidos y sus aliados “responderán decisivamente” ante cualquier posible invasión de Ucrania.
“Dejé claro al presidente Putin que si efectúa otras acciones en Ucrania impondremos sanciones severas. Aumentaremos nuestra presencia en Europa con los aliados de la OTAN”, dijo a la prensa el líder de la Casa Blanca un día después de la llamada telefónica.
Los europeos, que están en una posición más que delicada debido a su dependencia del gas ruso, saben que no les conviene una confrontación militar en su continente. “Estamos aquí para reafirmar el pleno apoyo de la Unión Europea a la independencia, la soberanía y la integridad territorial de Ucrania”, dijo a inicios de esta semana el jefe de la diplomacia de la UE, Josep Borrell, quien llegó hasta la localidad de Stanytsya Luganska, en el Donbáss, sobre la línea del frente de batalla, para apoyar a los ucranianos.
Ucrania, la puerta a Occidente
“Ucrania es la bisagra que históricamente ha unido Rusia con Europa”, comentó a este Diario el analista Luis Francisco Popa, experto en la ex Unión Soviética. Y no solo eso. Es su puerta de entrada a Occidente. Además, para los rusos significó una gran herida la independencia de Ucrania tras la caída de la URSS a inicios de los años 90.
“Por un lado, Putin utiliza a Ucrania como moneda de cambio para obtener garantías de seguridad de la OTAN. Por otro lado, quiere impedir una mayor integración de Ucrania, históricamente muy vinculada a Rusia, en las estructuras políticas, económicas y militares occidentales”, señala a El Comercio la doctora Alexandra Sitenko, analista internacional residente en Berlín.
¿Pese a todas las advertencias, Putin se atreverá a concretar la invasión?
Román Ortiz, analista de seguridad basado en Washington DC, considera que algo va a ocurrir, pero aún no se pueden saber las dimensiones de la intervención. Además, considera que a Putin se le está acabando el tiempo: “La ventana de oportunidad militar se está cerrando”.
Para el analista, hay varios factores que están confluyendo para que aumente el costo de una posible intervención. “La cohesión entre los países de la OTAN se ha incrementado”, remarca. Y como parte de ello están todas las series de reuniones que están teniendo funcionarios estadounidenses y europeos con sus pares rusos para tratar de solucionar esto por la vía diplomática.
“Los rusos tienen ahora una ventaja militar muy grande contra Ucrania, pero Ucrania está mejorando a sus fuerzas armadas, pues está recibiendo más ayuda de Estados Unidos y Europa, está desplegando más misiles y entrenando más personal. Así que cuanto más tiempo pasa, más costosa sería la operación militar”.
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Otro punto -para Ortiz- es que Putin no puede mantener el despliegue de tropas en la frontera indefinidamente porque es muy costoso. “Hay algunos que señalan que podría mantener esos 100 mil soldados hasta mayo, como máximo. En cuanto al clima, la mejor época es entre finales de enero y febrero, porque el terreno para el invierno se hace más duro, y es mejor para mover vehículos pesados como tanques”.
Pese a la máxima tensión que se respira, Alexandra Sitenko no ve probable una intervención por ahora: “En primer lugar, este 10 de enero representantes de Rusia y Estados Unidos hablarán en Ginebra sobre la desescalada y las posibles soluciones a la tensa situación. En ese contexto, una ocupación simplemente no tiene sentido. La diplomacia tiene prioridad en este momento y esperemos que siga siendo así. Además, una ocupación de otras partes de Ucrania no encontraría apoyo entre la población rusa y debilitaría aún más el apoyo de Putin”.
La crisis energética
Sin embargo, no todo es geopolítica. El abastecimiento de gas es imprescindible para Europa, y un tercio del combustible que consumen viene desde Rusia y cada vez que hay una amenaza de cerrar el caño, los precios se disparan.
Esta vez no está siendo la excepción, pues la escalada militar ha provocado que los precios del gas en Europa suban desde hace semanas.
“Vuelve a aumentar el nerviosismo en el mercado europeo del gas. Esto se debe principalmente a la falta de suministro de gasoductos a través de Ucrania desde Rusia”, dijo la analista de Commerzbank Barbara Lambrecht en una nota de análisis recogida por Reuters.
Y en este juego, el tan añorado Nord Stream 2 está jugando un rol crucial. El gasoducto que transportará el combustible directamente desde Rusia hacia Alemania -sin pasar por territorio ucraniano- ya está listo para operar, pero aún no lo hace por cuestiones administrativas.
Estados Unidos ya advirtió que si hay una invasión a Ucrania, el gasoducto seguirá sin operar y el nuevo gobierno alemán -dirigido ahora por los socialdemócratas- estaría en la misma sintonía, pese a los millones invertidos para ello.
“Las sanciones golpean la economía de Rusia, por supuesto, pero al mismo tiempo también tienen un impacto negativo en las empresas europeas que han hecho negocios con Rusia durante muchos años, por lo que indirectamente también afectan las economías de los países que imponen sanciones”, señala Sitenko.
Siendo así, hay muchos factores que confluyen y que están en juego si es que finalmente Putin decide intervenir militarmente en Ucrania. Lo que queda por verse es hasta cuándo estirará la soga para evitarlo.
Ortiz vaticina: “Si se concreta la intervención, La OTAN se fortalecería, la presencia militar estadounidense crecería en Europa y la UE cerraría filas. Aunque las sanciones evidentemente harían daño a la economía rusa, no pondrían en cuestión el control de Putin sobre el Estado ruso, porque Rusia ha trabajado mucho en tener una economía más autosostenida y además tiene el apoyo de China. Se podría volver a la Europa dividida de la Guerra Fría, pero con la línea de división mucho más al este”.
Por el momento, la opción diplomática aún está en la mesa y esta semana es decisiva para saber si, efectivamente, estamos a puertas de una guerra.
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