La situación que se vive actualmente al este de Ucrania, donde Rusia acaba de ordenar una operación militar especial luego del reconocimiento por parte de Vladimir Putin de la independencia de las regiones separatistas de Donetsk y Lugansk y el involucramiento de las potencias occidentales en la discusión, mantiene al mundo en vilo.
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Diversas autoridades y analistas han señalado que Europa se encuentra hoy en el momento de mayor tensión bélica desde que acabó la Guerra Fría hace 30 años. Además, Putin ha lanzado una amenaza directa para Estados Unidos o cualquier aliado de Ucrania que intervenga. Mientras que Volodimir Zelensky, presidente ucraniano, advirtió que podríamos estar frente al “inicio de una gran guerra en Europa”.
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- Putin sube su apuesta con amenaza de enviar tropas a Donetsk y Lugansk
- Rusia comienza la evacuación de todo su personal diplomático de Ucrania ante la escalada de la crisis
Desde Moscú culpan de la situación actual, principalmente, a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y sus intentos de crecer cada vez más hacia el este de Europa, lo que pondría en jaque al territorio ruso, según el Kremlin.
Desde Kiev -y sus aliados occidentales- se acusa mas bien a Rusia de ambiciones expansionistas que no solo pondrían en peligro a Ucrania sino a todo el continente.
Sin embargo, para entender mejor cómo se ha llegado a un punto de tensión tan alta hace falta devolver la mirada unos 15 años hacia el pasado.
En abril del 2008 se celebró la vigésima cumbre de la OTAN en Bucarest (Rumanía). En dicha reunión, los países miembros atendieron las solicitudes de Georgia y Ucrania para formar parte de la alianza. Sin embargo, la presión que ejerció Rusia en contra de la integración de ambas naciones llevó a que la OTAN ofreciera una respuesta vaga, básicamente diciendo que los aceptaría, pero no en aquel momento.
Ese mismo año se produjo la guerra entre Georgia y Rusia, donde Moscú apoyó a las provincias rebeldes de Osetia del Sur y Abjasia durante su secesión.
Dos años más tarde, con la llegada de Viktor Yanukóvich a la presidencia de Ucrania, el proceso prácticamente se congeló. Yanukóvich era un abierto aliado de Putin y aseguró no encontrar necesidad de que su país ingresara a la OTAN. Así pues, en el 2010, el Parlamento ucraniano votó a favor de un estatus de no alineación.
La caída de Yanukóvich
El 23 de noviembre del 2013, Yanukóvich suspendió la firma de un acuerdo de asociación entre Ucrania y la Unión Europea. Las motivaciones, nuevamente, llegaron desde Rusia, que ofrecía grandes incentivos económicos para que la otrora república soviética se mantuviera lo más alejada posible del bloque europeo.
La respuesta ciudadana, sin embargo, fue arrolladora. El 24 de noviembre decenas de miles de ucranianos salieron a marchar en contra del Gobierno, concentrándose principalmente en el Maidán, la Plaza de la Independencia en Kiev.
Las manifestaciones se extendieron durante tres meses, llegándose a cobrar la vida de un centenar de personas a manos de las fuerzas de seguridad de Yanukóvich. La presión popular, sin embargo, lleva a la renuncia del presidente el 22 de febrero del 2014.
Pero el conflicto interno estaba lejos de terminar. Mientras Kiev celebraba la caída de Yanukóvich, al este del país se comenzaban a escribir los primeros capítulos del conflicto que hoy vemos.
En Simferópol, capital de la península de Crimea, se registraron enfrentamientos entre rebeldes prorrusos y combatientes ucranianos. Informes posteriores darían cuenta del envío de tropas y recursos por parte de Moscú a favor de los rebeldes.
Durante un referéndum celebrado en marzo del 2014, finalmente, el 97% de los votos apoyaron la anexión de Crimea a Rusia. La comunidad internacional no reconoció los resultados por las escandalosas acusaciones de fraude en el proceso, mientras que la OTAN tomó la decisión de congelar su colaboración con Moscú.
Estados Unidos y la Unión Europea impusieron sanciones contra el Kremlin tras la anexión de Crimea.
Revive el interés por la OTAN
Con la salida de Yanukóvich y la península de Crimea en manos rusas, el primer ministro ucraniano Arseniy Yatsenyuk aseguró que la opinión de su país sobre la adhesión a la OTAN había cambiado.
Casi en paralelo, en abril del 2014, se registraron enfrentamientos en la región del Donbás, al este de Ucrania. Un mes más tarde, grupos separatistas que ganaron terreno en las importantes ciudades de Donetsk y Lugansk las autoproclamaron como “repúblicas populares” y pidieron ser anexadas a Rusia.
Un año más tarde, en setiembre del 2015, se firmaron los acuerdos de Minsk, un compromiso entre Ucrania, Rusia y los separatistas para poner fin a la guerra que se había desatado en el Donbás.
En el 2017, el Parlamento de Ucrania adoptó una ley que ponía como objetivo nacional el ingreso del país a la OTAN. Tres años más tarde, la alianza atlántica lo convirtió en un “socio de oportunidades mejoradas”, con lo que empezó a tener acceso a más información y a ejercicios militares.
En diciembre del 2019, con Volodimir Zelenski como flamante mandatario de Ucrania, se retomó el proceso de paz con Rusia y con los separatistas del este.
Nueva escalada
A inicios del 2021, la OTAN alertó sobre el mayor despliegue de tropas rusas en la frontera con Ucrania desde la anexión de Crimea. Se estima que unos 20 mil soldados se establecieron a 100 kilómetros de la frontera entre ambos países.
El 23 de agosto, representantes de más de 40 países participaron de una cumbre en la que exigieron a Moscú devolver Crimea a Ucrania.
Para noviembre, sin embargo, la tensión aumentó con la denuncia de Estados Unidos, que aseguraba que las tropas rusas en la frontera ya sumaban 100 mil soldados. Vladimir Putin, por su parte, respondió acusando a Occidente de exacerbar la tensión y provocando con el envío de armamento a Ucrania y ejercicios militares en el Mar Negro.
El 2021 terminó con Estados Unidos alertando sobre la posible invasión de Rusia a Ucrania a principios del 2022.
Este año empezó con un fallido intento de conversación entre Rusia y la OTAN, seguido por repetidas advertencias de Estados Unidos contra Moscú si intentaba invadir Ucrania. Pese a ello, el 18 de enero tropas rusas fueron desplegadas hacia la frontera con Bielorrusia.
Para febrero, una serie de reuniones diplomáticas entre representantes de Estados Unidos, Ucrania y Rusia, además de los intentos de Francia y Alemania por mediar en el conflicto, resultaron infructuosas.
Ante ello, unos 6 mil soldados estadounidenses han sido enviados en dos tandas al este de Europa.
El 15 de febrero, Rusia anunció la retirada de sus tropas de la frontera en una aparente reducción de las tensiones. Sin embargo, dos días después se informó sobre enfrentamientos en el Donbás y el 21 de febrero Putin firmó el reconocimiento de Donetsk y Lugansk.
Con esta declaración ambos territorios pasaron a ser considerados “repúblicas independientes” por Moscú, lo que abrió la puerta para enviar tropas que garanticen su seguridad. Esto, a su vez, puso en jaque a Ucrania ante la disyuntiva de ceder territorio o enfrentarse a una fuerza militar exageradamente superior.
El decreto de Putin, además, sacudió a la comunidad internacional, que hasta entonces guardaba sus mayores esperanzas en una desescalada por la vía diplomática. El Consejo de Seguridad de la ONU convocó a una reunión de emergencia para el mismo día, la misma que se cerró sin ninguna declaración pero sirvió para que Ucrania, Estados Unidos y Alemania, entre otros, expresen su rechazo al reconocimiento de los territorios independentistas.
Al día siguiente, el 22 de febrero, Estados Unidos, la Unión Europea y otros aliados, como Japón o Australia por citar a algunos, lanzaron una serie de sanciones contra miembros del Kremlin y contra el estado ruso en represalia a lo que consideraron como “el inicio de la invasión a Ucrania”.
Putin, por su parte, repitió que la “mejor solución” para Ucrania era renunciar a sus aspiraciones de formar parte de la OTAN y desmilitarizarse. El presidente ruso aseguró además que las tropas que envió a Donetsk y Lugansk cumplirían una misión de “salvaguardar la paz” en la región.
Cabe resaltar que desde el inicio del conflicto en el Donbás, hace ocho años, se estima que se han producido más de 14 mil muertes.
El miércoles 23, imágenes de satélite mostraron el despliegue de más de 100 vehículos militares rusos y el despliegue de decenas de tiendas de campaña al sur de Bielorrusia, país aliado de Rusia y también fronterizo con Ucrania.
China, que hasta el momento no había tenido protagonismo en el conflicto, sumó una de sus declaraciones más fuertes al respecto al asegurar que Estados Unidos estaba “echando leña al fuego” en la crisis ucraniana y reconfirmar su apoyo a su tradicional aliado Rusia.
Para este punto, ambos países han instado a sus ciudadanos a que abandonen el territorio enemigo. Rusia, además, hizo un llamado a su personal diplomático desplegado en Ucrania para que comiencen la evacuación, mientras que Kiev implantó el estado de excepción en todo el país.
La Unión Europea convocó a una reunión para la tarde de ese día, mientras que la OTAN endureció su postura al cuestionar si Rusia “los está retando”.
DECLARATORIA DE GUERRA
La mañana del jueves (noche del miércoles en el Perú), el presidente Putin ordenó una operación militar especial en el este de Ucrania para defender a los separatistas del Donbás. El anuncio estuvo seguido de fuertes explosiones en las ciudades de Kiev, Járkov, Mariúpol, Kramatorsk y en el puerto de Odessa.
Poco antes, el presidente Zelensky había alertado que Rusia ya tenía desplegados a 200 mil soldados en la frontera y que había intentando reunirse con Putin, pero no tuvo éxito.
Durante el anuncio de Putin, que ya se puede considerar como una declaratoria de guerra, el mandatario advirtió “a cualquiera que considere interferir desde el exterior, si lo hace, enfrentará consecuencias mayores que cualquiera que haya enfrentado en la historia”.
Desde Washington, el presidente Biden condenó el ataque calificándolo de “no provocado e injustificado” y acusó a Rusia de apostar por una “guerra premeditada”.
“Solo Rusia es responsable de la muerte y la destrucción que este ataque traerá y Estados Unidos y sus aliados y socios responderán de una forma unida y decidida. El mundo hará que Rusia rinda cuentas”, advirtió el líder estadounidense.
El primer balance realizado por las autoridades ucranianas dan cuenta sobre la muerte de 40 soldados y 10 civiles durante las primeras horas del ataque ruso.
Análisis del escenario previo a la invasión
Con el paso de los días la esperanza de que la crisis entre Rusia y Ucrania llegue a buen puerto parecía cada vez más lejana. Desde Moscú se acusaba a Kiev de buscar unirse a la OTAN para acorralarlos en su propio territorio. Desde Occidente, la respuesta denuncia mas bien los planes expansionistas de Vladimir Putin.
En el medio de esta insólita escalada de tensión, países como Francia o Turquía intentaron mediar, sin mayor éxito. Moscú parece no dar su brazo a torcer en cuanto a sus exigencias. Pero Kiev tampoco está dispuesto a reconocer un segundo golpe a su soberanía: la pérdida de la región del Donbás solo se podría comparar con la anexión de Crimea en el 2014.
La salida diplomática a la actual crisis, aunque difícil, parecía es posible, pero el inicio de los ataques rusos sobre territorio ucraniano terminó por desvanecer cualquier esperanza. Antes del inicio de la intervención militar de Putin, El Comercio dialogó con Henrik Larsen, investigador suizo del Equipo de Seguridad Suiza y Euroatlántica en el Centro de Estudios de Seguridad (CSS) especializado en OTAN y seguridad transatlántica, sobre el complejo escenario previo al conflicto abierto.
—Entendemos que una de las grandes causas de la crisis es la intención de Ucrania por entrar a la OTAN. ¿Considera realista esta posibilidad?
Además de esa razón, que es correcta, hay otra más. Rusia dice tener derecho a proteger a todas las etnias rusas. Las declaraciones de Putin apuntan más hacia la protección de estas etnias (ubicada al este de Ucrania o en las provincias rebeldes de Georgia en el 2008), pero si revisamos los pedidos de Rusia en las negociaciones, tanto antes como después del reconocimiento de Donetsk y Lugansk, están más orientadas a la preocupación por la OTAN. Ahora, sobre el ingreso de Ucrania a la Alianza, creo que es totalmente irreal, ningún miembro de la OTAN está dispuesto a pelear una guerra contra Rusia en Ucrania. Mientras esa sea la consecuencia no habrá posibilidades de que Ucrania se una a la OTAN.
—¿Entiendo entonces que el país debería renunciar a su intención de integrar la Alianza?
Definitivamente, sería una solución rápida y fácil para el conflicto. Mi consejo es que se ajusten a las posibilidades más realistas, en la política debes perseguir objetivos realistas. Además es una decisión dividida, en el este del país no consideran una buena idea unirse a la OTAN. El apoyo se centra especialmente al oeste del país, pero no en el este. Yo recomendaría abandonar.
—Ceder el control sobre Donetsk y Lugansk representaría el final de la vida política de Volodimir Zelenski, ¿qué puede hacer el presidente ucraniano ante esta encrucijada?
No puede hacer mucho. Ucrania nunca reconocerá esa independencia, pero el envío de tropas para recuperar esos territorios sería estúpido. Rusia los castigaría fuertemente. No hay nada que hacer (en el Donbás), deben mantenerse firmes en su terreno e intentar que no haya más avances, porque ese es el riesgo ahora.
—Hace un par de semanas el presidente francés, Emmanuel Macron, propuso la “finlandización” de Ucrania como salida a la crisis. Esto ha sido duramente criticado, ¿qué opina usted?
La idea en sí me parece bien, pero el término “finlandización” tiene una mala connotación tanto en Finlandia como en Ucrania. Recuerda a la Guerra Fría, cuando Finlandia no estaba permitida de manejar su política exterior, que dependía de Rusia. Ahí es donde se da la connotación negativa, Ucrania debe estar permitida en ese aspecto, por lo que “finlandización” no sería el término correcto. Sin embargo, se debe contemplar la idea de una neutralidad militar y el fortalecimiento de los vínculos económicos con la Unión Europea. Ucrania debe enfocarse en eso, en las reformas domésticas y conseguir tratados comerciales con Occidente en lugar de pensar en convertirse en miembro de la OTAN.
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