Redacción EC

Lejos de ser el personaje semidesconocido que a inicios de siglo asumió la presidencia de tras la dimisión de Boris Yeltsin, hoy no solo se ha afianzado en el poder dentro de su país sino que ha devuelto a Rusia al primer plano internacional.

Con 20 años al frente del país, ahora el excoronel de la KGB espera por un referéndum que se votará la próxima semana y le permitiría mantener el poder hasta el 2036.

A continuación, repasemos el camino seguido por Putin y cómo ha logrado permanecer en el cargo desde hace dos décadas.

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Con el cambio de siglo, en Rusia también llegó el cambio de mandato. Un impopular e investigado por la justicia Boris Yeltsin dimitió a la presidencia el 31 de diciembre de 1999 y convocó a elecciones para tres meses más tarde, hasta que se celebraran el entonces primer ministro Vladimir Putin asumiría la presidencia interina.

El expresidente ruso Boris Yeltsin acompaña al presidente ruso Vladimir Putin en Moscú, en el 2000. (Foto: Reuters)
El expresidente ruso Boris Yeltsin acompaña al presidente ruso Vladimir Putin en Moscú, en el 2000. (Foto: Reuters)

Hasta entonces la figura de Putin, jefe del Servicio Federal de Seguridad desde 1998 y primer ministro desde agosto de 1999, era poco conocida en el país y aún menor en el plano internacional. Su primera acción en el cargo, el mismo día que lo asumió, marcó un salto en su popularidad: decidió viajar a Chechenia en pleno estallido de la segunda guerra en ese país y lo llenó de un sentido nacionalista que le permitió catapultar su imagen.

Los resultados llegaron el 26 de marzo, cuando Putin ganó la elección con el 52,99% de los votos. “Su elección como presidente tuvo un significado positivo para el país. Aseguró la estabilidad de las leyes y la unidad del espacio legal del país, logró un crecimiento significativo en el nivel y la calidad de vida, garantizó las condiciones para el crecimiento económico (principalmente al pasar a una escala de impuesto sobre la renta ‘plana’ del 13%), estabilizó el presupuesto y las finanzas públicas, debilitó drásticamente las amenazas a la vida y seguridad de los ciudadanos”, explicó en diciembre del año pasado al diario español La Vanguardia el politólogo ruso Dimitri Orlov.

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Sin embargo, durante ese primer periodo, el líder del Kremlin también tomó control de los medios de comunicación para poseer un manejo efectivo de la información pública, suprimió casi por completo a la oposición y apuntó contra los oligarcas que controlaban la economía rusa desde que Mijaíl Gorbachov implementó la Perestroika y que se vieron afianzados durante el mandato de Yeltsin.

Decidió tomar control sobre ellos antes de que ocurriese lo contrario. Así fue como cayeron en desgracia oligarcas de altísimo perfil como el lobbyista y dueño de múltiples empresas Boris Berezovsky y el propietario del gigante petrolero Yukos, Mijaíl Jodorkovsky, entre otros. Acusados de corrupción, fueron encarcelados o bien forzados al exilio”, reseña la BBC en un artículo publicado en el 2018.

Estas acciones, sumadas a una estrategia de potenciar la vena nacionalista del país y reforzar su imagen por todos los rincones de Rusia, provocaron que Putin sea considerado con el tiempo como el nuevo zar. Aunque esto último no sea algo que le agrade demasiado. “No reino, trabajo todos los días”, dijo en una entrevista en marzo de este año a la agencia estatal Tass.

Tras su primer periodo, Putin decidió presentarse a la reelección en febrero del 2004, la misma que ganó sin mayor dificultad. Durante esa segunda etapa presidencial se vivió uno de los momentos que más ha marcado su carrera: la crisis de rehenes en la escuela de Beslán. La toma del centro a manos de un grupo armado islámico se saldó con 380 muertes, provocando duras críticas al Kremlin.

El líder ruso, sin embargo, supo convertir las voces adversas en una vía para brindarle aún más poder al gobierno federal, eliminando por ejemplo las elecciones de gobernadores y dejando la potestad de designarlos al jefe de Estado.

Durante esta segunda etapa también implementó diversos y amplios programas que beneficiaron principalmente a los sistemas nacionales de salud y educación. Por otro lado, sin embargo, continuó la supresión de la oposición representado en este caso por el arresto de Mijael Jodorkovski. En este periodo también hizo público su deseo de que la presidencia no dure 4 años, como hasta entonces, sino mas bien “5, 6 o 7 años”, expresó en una entrevista durante la cumbre G8 del 2007.

En las elecciones del 2008, imposibilitado por la Constitución para participar de una segunda reelección, movió las fichas necesarias para cederle el lugar a su primer ministro Dimitri Medvédev, quien al contar con el expreso apoyo de Putin no tuvo problemas para lograr la victoria.

En las elecciones del 2008, imposibilitado por la Constitución para participar de una segunda reelección, Putin movió las fichas necesarias para cederle el lugar a su primer ministro Dimitri Medvédev. (Foto: AFP)
En las elecciones del 2008, imposibilitado por la Constitución para participar de una segunda reelección, Putin movió las fichas necesarias para cederle el lugar a su primer ministro Dimitri Medvédev. (Foto: AFP)

En ese periodo, y hasta el 2012, Putin se desempeñó como primer ministro, aunque las críticas de la oposición señalaban que en realidad era él quien gobernaba a Rusia. En diciembre del primer año, desde el Ejecutivo impulsaron una reforma constitucional que extendía el periodo presidencial y parlamentario, algo que se aprobó sin problemas gracias a la la mayoría absoluta con la que contaba el oficialismo.

Durante esta época, conocida como la bicefalia ejecutiva de Medvédev-Putin, Rusia sorteó satisfactoriamente la crisis financiera global e incluso sacó partido de la coyuntura al tomar control sobre diferentes bancos extranjeros que pasaron a ser del Gobierno Federal e intervenir en la bolsa comprando acciones de megaempresas rusas.

En la oposición se podía ver una unión insospechada que abarcaba desde representantes de la extrema derecha hasta los de extrema izquierda pero que por ese tiempo aún no lograba convocar a multitudes que representaran un peligro para el binomio Medvédev-Putin.

El 4 de marzo del 2012, Putin volvió a ser elegido presidente de Rusia con el 63% de los votos. Un resultado que estuvo plagado de acusaciones de fraude. La reforma que había impulsado junto a Medvédev en el 2008 no solo extendía el mandato hasta los 6 años sino que le daba la posibilidad de otra reelección.

Durante este tercer periodo al frente de Rusia, Putin afianzó aún más su figura y apretó la cadena sobre la oposición con leyes como la que endurecía las condiciones para celebrar mítines en el país, entre otras medidas que restringía las libertades cívicas.

Este mandato estuvo marcado principalmente por la crisis que se desató tras la anexión de la península de Crimea, pasando de Ucrania a Rusia en marzo del 2014. Este acto desató una crisis global que tuvo al borde de una guerra a Moscú y Kiev, este último apoyado por diferentes potencias occidentales.

En el 2018, lejos de pensar que la extensión de su mandato podía mellar en su imagen, Putin obtuvo su mejor resultado electoral hasta la fecha consiguiendo el 76,67% de los votos. “Antes era nuestro presidente, ahora será nuestro vozhd (caudillo)”, dijo la directora del canal estatal ruso RT, Margarita Simonián, tras los resultados.

Por ello no resultó extraño que desde su última reelección las miradas recayeran sobre lo que haría Putin para perpetuarse aún más tiempo en el poder. Esto se pudo conocer finalmente durante su discurso del Estado de la Nación brindado el 15 de enero de este año.

En su presentación, retransmitida por todo el territorio nacional, anunció una profunda reforma constitucional que, de ser aprobada en referéndum, le permitiría mantenerse en el poder hasta el 2036.

En el plan de Putin está brindar mayores poderes a la Cámara Baja del Parlamento, la Duma del Estado; con lo que le permitiría designar al primer ministro y otros integrantes del Gobierno. Hasta el momento eso es potestad única del presidente. Aunque aclaró que eso no implicaría que Rusia se convierta en una república parlamentaria.

En cuanto a las candidaturas presidenciales, se aplicarán restricciones como residir en Rusia durante los últimos 25 años y no tener otra nacionalidad. Este último un claro movimiento para anular a los opositores que se vieron exiliados durante su extenso mandato.

Además, la modificación removería la palabra “consecutivos” de la ley constitucional que indica que no se permite el ejercicio de la jefatura del Estado durante “más de dos mandatos consecutivos”, abriendo el camino a postularse para la reelección independientemente del número de mandatos que haya ejercido.

Según un artículo de la cadena alemana Deutsche Welle esto dejaría dos caminos claros para Putin. “Podría, como ya hizo entre 2008 y 2012, convertirse en primer ministro. O hacerse elegir a la cabeza de otro órgano, en este caso, el Consejo de Estado, cuyos poderes pretende ampliar en esa nueva Constitución”, reseña el medio.

El primer termómetro a enfrentar será el plebiscito convocado para el 1 de julio -luego de que la pandemia de coronavirus obligara a mover su fecha original del 22 de abril- donde la población votará sobre la reforma.

En todo caso parece que el líder del Kremlin coincide con lo que alguna vez dijo su vicejefe de gabinete, Vladimir Ostrovenko, “si no hay Putin no hay Rusia”. Al menos no por el momento.

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