En redes sociales, la periodista Mitra Taj presenta dos mapas del Perú. El primero relieva las zonas más afectadas por sequías en el 2022, el segundo relieva las zonas donde hubo bloqueos de carreteras durante las protestas del último mes y medio: las zonas en cuestión (ambas en el sur andino) coinciden con un una gran precisión.
Añade que quienes protestan tienen demandas específicas que trascienden el tema de las sequías y que el sur andino ha sido una fuente histórica de oposición al centralismo limeño, pero que las sequías, unidas a la falta de fertilizantes, serían un factor que atiza el descontento en esa región (paradójicamente, la falta de fertilizantes es responsabilidad del gobierno de Castillo, cuya destitución tras su golpe fallido fue uno de los detonantes de las protestas).
Complementaría lo dicho por Taj con dos observaciones. La primera es que, si comparamos en mapas del Perú las tendencias electorales desde el 2006, veríamos que el sur andino suele votar por candidatos críticos del statu quo en mucha mayor proporción que Lima o la costa norte. La segunda observación es que el historiador Javier Puente realizó hace unos años un contraste entre tres mapas del Perú, con resultados similares.
El primero de ellos ponía de relieve las áreas afectadas por la sequía como consecuencia del fenómeno de El Niño ocurrido entre 1982 y 1983 (de inusual intensidad). El segundo mapa contenía las áreas que, según la CVR, fueron el epicentro de la violencia en la guerra del Estado Peruano contra la organización terrorista Sendero Luminoso (y en las que se instalaron los comandos político-militares): ese mapa está contenido íntegramente dentro del primero (que relieva el centro y el sur de la cordillera andina). El tercer mapa indica los lugares en los que Sendero Luminoso perpetró sus mayores masacres contra la población civil: salvo una, todas ocurrieron dentro del área afectada por la sequía.
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Al igual que Taj, Puente no pretendía que esa coincidencia, por asombrosa que parezca, baste para explicar las protestas o la violencia política. Después de todo, ese fenómeno de El Niño también propició grandes inundaciones en la costa norte, sin que ello estuviese asociado entonces con un crecimiento de la violencia política.
Pero los desastres naturales sí podrían proveer una explicación en conjunción con otras variables. Por ejemplo, según el investigador Alastair Smith, la variable que mejor explica la proporción de muertes entre la población que producen los desastres naturales es el ingreso per cápita y, a su vez, las muertes y el costo económico producidos por los desastres naturales contribuyen a explicar la probabilidad de protestas. Si aplicamos ese criterio dentro de nuestro país, la costa norte tiene y tuvo históricamente un ingreso per cápita sensiblemente mayor que el sur andino.
De otro lado, según las investigaciones de economistas como Paul Collier, el ingreso per cápita es también una variable importante para estimar la probabilidad de que un país padezca de un conflicto armado: países (y regiones) con un ingreso per cápita muy bajo tienen una probabilidad sensiblemente mayor de padecer uno.
Algunos estudios sostienen que tanto el número de víctimas como el costo económico que propician los desastres naturales son cada vez mayores a escala mundial, y que el cambio climático es una de las explicaciones de ello. Por ejemplo, según el Programa de Naciones Unidas para el Ambiente, uno de los efectos del cambio climático es el cambio en la distribución e intensidad de las precipitaciones (es decir, un factor que contribuye a causar tanto sequías como inundaciones). Y, por ejemplo, según el Annual Disaster Statistical Review, en el 2012 el continente americano fue la región que padeció el mayor daño a escala mundial como producto de los desastres naturales.