Jerusalén. Judía, israelí y mujer, son tres características difíciles de encontrar entre los milicianos que luchan en Siria e Iraq contra el grupo Estado Islámico, pero que definen a Gill Rosenberg, recién retornada a Israel tras nueve meses combatiendo a los yihadistas junto a grupos kurdos.
Hace dos semanas, Rosenberg (de doble nacionalidad, canadiense e israelí) regresó a su hogar en Israel poniendo fin a una aventura que empezó en noviembre pasado, tras sentir el deber moral de no permanecer impasible ante la tragedia que se desarrolla a pocos kilómetros al norte de su país, explicó hoy en una rueda de prensa en Jerusalén.
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"Seguía lo que estaba pasando a través de los medios sociales, especialmente en Kobani o Sinyar, lo que le ocurre a la gente, a niños que serán tomados, algunos como esclavos sexuales, otros torturados o asesinados", narró conmovida al rememorar qué le empujó a ponerse en el punto de mira del grupo yihadista.
La joven ha sido recibida como una nueva heroína nacional por algunos sectores en un país que ha optado por una postura neutral ante el conflicto que atenaza a Siria e Iraq.
Se trata, según los medios israelíes, de la primera mujer extranjera que se unió a las filas kurdas en Siria e Iraq, en su lucha por frenar el avance de las fuerzas del Daesh (acrónimo árabe para el Estado Islámico).
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Rosenberg recuerda haber visto en las redes sociales, antes de decidirse a ir para allá, fotos de personas atadas, mutiladas, perseguidas por su religión, como le ocurre al pueblo kurdo en las zonas controladas por el Estado Islámico.
"Para mí, eso es lo que marcaba la diferencia entre una guerra general y un genocidio. Y no podía mantenerme al margen y permitir que todo pasara sin hacer nada, sólo observando", explicó.
Entonces tomó una decisión: abandonó Israel a través de Jordania y voló a Erbil, en el Kurdistán iraquí.
Desde Erbil, tomó rumbo a Siria, donde fue primero al área de Ciriconi, en la que "había y hay una gran lucha en marcha".
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Allí pasó el invierno entre "frío, mucho frío" y humedad mientras se mantenían combates regulares contra las fuerzas del Estado Islámico, "pero a distancia, a unos dos kilómetros. No se acercaban, cobardemente", relató.
La israelí, con experiencia adquirida en el servicio militar en su país, se había unido a las YPG (Unidades de Protección Popular), la milicia armada del Kurdistán sirio.
"Una vez que vi, especialmente en Kobani, a las mujeres combatientes que luchaban junto a los hombres codo con codo, como iguales, pensé: ¿por qué yo no? Puedo ayudar, hacer algo bueno y combatir al Daesh", y así lo hizo.
A los tres meses, decidió el pasado enero regresar a Erbil, donde contactó con una unidad diferente, de la minoría yazidí, con los que volvió al frente, esta vez en Iraq.
"Fue una decisión muy dura la de seguir adelante", admitió la joven, que al volver recibió una cálida bienvenida, especialmente la comunidad kurda judía.
Rosenberg evitó criticar abiertamente la política de su Gobierno, -alejado del conflicto sin aparentemente tomar partido más allá de condenar con dureza el avance del Daesh, pese a que este ocurre a metros de su frontera- pero sugirió que "podrían hacer más".
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De tanto en tanto, combatientes contra el Estado Islámico heridos en Siria cruzan la frontera para entrar en los Altos del Golán (territorio sirio ocupado por Israel desde 1967), donde son recogidos por unidades militares israelíes que les proporcionan ayuda médica y los devuelven a su territorio una vez sanados.
"Me gustaría ver al Gobierno israelí desarrollando una relación mucho más cercana con esta gente, siento de alguna manera que les hemos dejado de lado", lamentó Rosenberg, que criticó la falta de apoyo internacional que recibe el pueblo kurdo.
Según ella, hay distintas maneras en las que Israel podría ayudar a la lucha de los kurdos, entre las que sugirió facilitarles entrenamiento o entregarles armas y equipos necesarios para abatir a un Estado Islámico que ha crecido de forma imparable en el último año.
Fuente: EFE