BRUNO RIVAS F. Periodista
El 15 de junio pasado era un día común de estudios para un grupo de universitarias pakistaníes. Las jóvenes se movilizaban en el ómnibus exclusivo para mujeres de la Universidad Femenina Sardar Bahadur Kahn, el único centro de estudios superiores al que pueden asistir las damas de la provincia de Baluchistán. Sin embargo, catorce de ellas no pudieron salir vivas del vehículo. Una bomba colocada por un grupo islámico radical estalló en medio del recorrido. Para hacer más terrible la situación, algunas de las sobrevivientes fallecieron después de que el hospital al que fueron llevadas se convirtiera en escenario de un tiroteo entre insurgentes y las fuerzas de seguridad locales.
A pesar de la brutalidad de los hechos, la situación no escapa de lo que es un día común para las mujeres pakistaníes.
Lo experimentado por las universitarias pakistaníes hizo recordar rápido lo sufrido por la adolescente Malala Yousazfai en el mismo país. La estudiante de 15 años fue atacada el 9 de octubre del año pasado por un miliciano talibán. Debido a las heridas en el cráneo y cuello que sufrió, la menor fue trasladada al Reino Unido, donde se encuentra hasta ahora, para ser atendida. Este caso también puso en evidencia la misoginia de los fundamentalistas, que le pusieron la puntería a Malala por haberse atrevido a promover la educación de las mujeres en Swat, su región natal. Para estos grupos, la educación de las mujeres es algo que debe evitarse.
UNA REGIÓN TALIBÁN Para entender mejor lo que sucede en Pakistán es necesario recordar la historia de los talibanes en la región. Desde la década del ochenta, estos grupos se repartieron entre Pakistán y Afganistán, logrando tomar el poder en este último entre 1996 y el 2001. Durante ese tiempo, los talibanes prohibieron que las mujeres estudiaran y trabajaran.
“Los talibanes desean implantar la sharia [ley islámica] en los países con mayoría islámica. Según su interpretación de la leyes, la mujer debe dedicarse exclusivamente a la crianza de buenos musulmanes”, indicó a El Comercio, el analista internacional Ariel Segal. Pese a haber sido derrocados, siguen teniendo una fuerte presencia en zonas donde el Estado está ausente. Swat y Baluchistán son algunas de ellas.
De acuerdo con Isobel Coleman, investigadora principal del Council of Foreign Relations, la postura de los talibanes sobre la educación de las mujeres obedece a su ideología nihilista. “No se oponen a que las niñas vayan a la escuela, pero quieren que lo hagan según sus normas, sus profesoras, su programa”, explicó al diario “El País”.
Asimismo, según los analistas, más que religiosas, las motivaciones de los talibanes son políticas. “La religión es solo una excusa. Ni el islam ni ninguna otra imponen límites a la educación de las niñas. Muchas comunidades manipulan la región en ese sentido”, recalcó la activista de derechos humanos pakistaní Zeenia Shaukat. La misma posición defendió durante años la fallecida Benazir Bhutto. La ex primera ministra pakistaní sostuvo en su libro “Reconciliación” que los extremistas islámicos suelen manipular el Corán para mantener su influencia. Justamente, Bhutto fue asesinada por extremistas islámicos a dos semanas de unos comicios.
Por lo pronto lo que podemos ver es que los fundamentalistas islámicos quieren a las mujeres fuera de las escuelas. Para ellos un libro de escuela es mucho más peligroso que un arma de fuego.