Las aguas del Mar Rojo ya no son seguras. Esa es la consigna que se empeñan en demostrar con misiles y drones los rebeldes hutíes de Yemen, los milicianos respaldados por Irán que desde mediados de noviembre pasado han lanzado docenas de ataques contra barcos mercantes de banderas internacionales en el Mar Rojo, en represalia a la ofensiva israelí en la franja de Gaza.
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Sacuden Medio Oriente con otro foco de tensión, pero sus acciones impactan más allá de la región. Los ataques han sembrado el caos en el Mar Rojo, que llega hasta el canal de Suez (Egipto), punto de paso de cerca del 10% del comercio mundial. Vista ahora como una ruta peligrosa, las compañías navieras se han visto obligadas a desviar sus trayectos a expensas de grandes costos que afectan el comercio mundial. La crisis ha escalado al punto de causar una respuesta militar encabezada por Estados Unidos. Pero los rebeldes prometen no ceder. “Los hutíes siempre han surgido más fuertes de las confrontaciones con sus enemigos”, dijo esta semana el líder de la milicia, Abdul-Malik al Houthi. Y la historia del grupo deja poco espacio para dudar.
Los hutíes, llamados así en honor a su fundador, Hussein al Houthi, son un grupo de milicianos de religión chiita –una rama del islam– que lleva dos décadas enfrentándose al gobierno sunita de Yemen. Conocidos también como Ansar Alá (Partidarios de Dios), su lema resume bien su ideología: “Dios es grande. Muerte a Estados Unidos. Muerte a Israel. Maldición a los judíos y victoria para el islam”.
La guerra civil
Los hutíes ganaron relevancia en el 2014, cuando se levantaron contra el gobierno respaldado por la comunidad internacional que tomó el mando tras la caída de Ali Abdalá Saleh, derrocado tras más de 30 años en el poder durante la Primavera Árabe. Los rebeldes no demoraron en controlar gran parte del país y pronto conquistaron Saná, la capital, dando origen a una cruenta guerra civil en uno de los países más pobres del mundo.
Una coalición liderada por Arabia Saudita lanzó una intervención militar en el 2015 en Yemen para derrotar a los hutíes, pero en vez de eso precipitó un conflicto que sigue en pie, mientras los rebeldes mantienen el control del norte del país y tienen incluso más recursos.
Se estima que el grupo representa entre el 30% y el 50% de los 25 millones de habitantes de Yemen.
Bajo el manto iraní
Gran parte del poderío de los hutíes se debe a su cercanía con Irán, de mayoría chiita. Los hutíes se declaran parte del “eje de resistencia” liderado por Irán contra Israel, EE.UU. y Occidente, junto con Hamas en la franja de Gaza y Hezbolá en Líbano.
“Los hutíes se han valido de su conexión chiita y del deseo de Irán de ejercer una influencia cada vez mayor en Medio Oriente y el Golfo Pérsico para recibir el apoyo político y militar de Irán”, dice a El Comercio el analista político Roberto Heimovits.
¿Qué tan peligrosos son? Para Heimovits, es claro que se trata de un grupo bastante combativo y la prueba es que ha soportado nueve años de ataques aéreos sauditas sin ceder ni perder sus posiciones. Sin embargo, es el apoyo iraní lo que le ha permitido reforzarse.
“Es un grupo aguerrido que quiere combatir, pero lo que hace peligrosos a los hutíes para la región o a escala internacional por su cercanía a la entrada del Mar Rojo es que reciben una cantidad sustancial de armamento y de equipo de Irán. Sin los drones, sin los helicópteros, sin los misiles tierra-mar, no serían una amenaza para la navegación internacional. Eso es lo que los hace peligrosos”, apunta el experto.
El analista Francesco Tucci añade que Irán no solo cumple un rol en esta crisis, sino que lleva adelante “una guerra a través de proxys, en la que usa a Hezbolá, Hamas y los hutíes” para desestabilizar la región.
Aunque los ataques en el Mar Rojo se suman a las crisis, Tucci considera que son los hutíes quienes pueden hacer estallar una crisis regional porque amenazan el comercio internacional.
A este punto, los hutíes saben que es muy fácil generarle problemas al comercio haciendo peligrar la navegación en el Mar Rojo, señala el internacionalista Francisco Belaunde. “Simplemente tienen que atacar algunos barcos y con eso la ruta se vuelve peligrosa, los seguros marítimos se disparan, el precio de los fletes también. La amenaza es básicamente para el transporte marítimo y para el comercio. Ya hay un efecto económico, al final esto afecta a todo el mundo”, explica.