Londres [AFP]. La británica Ghislaine Maxwell lleva la pesada herencia de una familia dominada por la extraordinaria personalidad de su padre, Robert, que se ahogó en circunstancias misteriosas dejando tras de sí un resonante escándalo financiero y la caída de su imperio mediático.
Acusada de haber procurado al financiero estadounidense Jeffrey Epstein chicas muy jóvenes, algunas de ellas menores, Ghislaine, de 58 años, retoma la triste tradición de los escándalos sobre una familia que fue noticia en los años 1990.
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El padre
Robert Maxwell tuvo una vida digna de una novela y se han escrito varios libros sobre él.
Se sospechaba que trabajaba para los servicios secretos británicos, israelíes y soviéticos.
Hijo de campesinos judíos eslovacos asesinados por los nazis, se unió a la resistencia a los 16 años y finalmente se ligó al ejército británico.
Sin un céntimo cuando llegó a Gran Bretaña, Maxwell creó uno de los mayores grupos de prensa y comunicación del mundo.
En su apogeo en la década de 1980, empleó a 16.000 personas en una multitud de empresas, incluido el grupo de prensa británico Mirror, la editorial estadounidense Macmillan y la escuelas y ediciones de idiomas Berlitz.
Diputado laborista de 1964 a 1974, autoritario y jefe con métodos controvertidos, frecuentó a grandes figuras como Ronald Reagan, George Bush, Mijáil Gorbachov.
“Podía ser extremadamente encantador, pero también verbalmente muy brutal en las reuniones. A veces era tiránico”, dijo su hijo y colaborador Kevin.
Esta extraordinaria vida llegó a su fin cuando se cayó de su yate, el “Lady Ghislaine” en las Islas Canarias en noviembre de 1991, llevándose consigo su último misterio: ¿suicidio? ¿accidente? ¿asesinato?
Su hija Ghislaine siempre dijo que “no se suicidó”. “No encaja con su personalidad”, explicó a la revista Hello en 1997. “Fue asesinado”.
Su muerte dejó al descubierto un agujero de más de 400 millones de libras en los fondos de pensiones de sus empleados, que utilizó para rescatar a sus empresas.
Para la familia, fue una conmoción y un brutal descenso a los infiernos. En un mes, “Bob” pasó de ser un genio de los negocios a un ladrón y la City de Londres le dio la espalda.
La madre
Elisabeth Maxwell, francesa de familia protestante, conoció a su esposo justo después de la guerra y compartió su vida durante 46 años. Tuvieron nueve hijos.
Nunca dejó de defenderlo tras su muerte, que la dejó desamparada y sin recursos.
“Era un hombre enorme, enorme en todos los sentidos de la palabra, un hombre con un corazón enorme. Por eso la gente le envidiaba”, dijo a The Times en 1991, recordando su pobre juventud y sus padres asesinados por los nazis.
Elisabeth trabajó durante años investigando sobre el Holocausto, decidida a trazar lo ocurrido con la familia de su esposo. Y continuó incansablemente después de su muerte dando conferencias y apoyando el diálogo entre cristianos y judíos.
“Esto es lo que mi marido hubiera querido”, afirmaba.
Murió en Francia en 2013, a los 92 años.
Los hijos
Dos de los hijos de Maxwell trabajaron estrechamente con él, Ian y Kevin.
Tuvieron que responder por su padre tras su muerte, en una larga demanda por complicidad en fraude en detrimento de los fondos de pensiones del imperio del magnate.
Después de haber formado parte de la dorada e insolente juventud de la City, Kevin Maxwell entró en los anales legales británicos al ser declarado como la mayor bancarrota de Gran Bretaña por un tribunal de Londres, por 406 millones de libras.
Obligado a vender su casa en Chelsea, un elegante barrio de Londres, se retiró con su esposa Pandora y sus cuatro hijos a su casa de campo cerca de Oxford.
Su esposa declaró en el juicio que él había considerado, justo antes de la muerte de Robert Maxwell, dejar el grupo debido a los frecuentes enfrentamientos con su padre. “Quería ser libre y permitirnos vivir una vida más normal”, afirmó.
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