En 1610, Galileo Galilei remeció la astronomía al descubrir que cuatro lunas -Ío, Europa, Ganímedes y Calisto- orbitaban el planeta Júpiter, lo que rompía con el paradigma geocéntrico imperante en aquella época que estipulaba que todos los cuerpos celestes giraban alrededor de la Tierra. Más de 400 años después, uno de estos satélites está en posición para romper nuevamente nuestra concepción del universo, al ser el objetivo de una misión de la NASA, llamada Europa Clipper, la cual busca encontrar otro lugar con condiciones para la vida en nuestro Sistema Solar.
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La sonda despegó el pasado lunes 14 de octubre del Centro Espacial Kennedy (Florida) a bordo de un cohete Falcon Heavy de SpaceX, un primer paso en lo que será un viaje de más de tres mil millones de kilómetros a su objetivo, al que se espera que llegue en abril del 2030. Una vez ahí y durante los próximos cuatro años, sobrevolará 49 veces la luna Europa, a solo 25 kilómetros de su superficie, dónde gruesas capas de hielo tal vez ocultan un océano que, científicos especulan, podría albergar vida en sus profundidades.
“Se trata de la sonda planetaria más compleja que se haya hecho jamás. Mucho más elaborada que la sonda Huygens que visitó Titán o los rovers que actualmente recorren Marte”, indicó a El Comercio el astrofísico peruano Jorge Heraud, fundador del Instituto de Radioastronomía (INRAS) de la PUCP.
Es así que el Europa Clipper, que mide alrededor de 30 metros de largo con sus paneles solares extendidos, cuenta con sofisticados paneles de instrumentos que incluyen cámaras, radares, magnetómetros y espectrógrafos que contribuirán a analizar la composición del satélite. El conjunto tecnológico le ha costado a la agencia espacial estadounidense alrededor de US$5.200 millones. A pesar del astronómico precio, el presupuesto del proyecto pudo ser mayor si se hubieran implementado todos los deseos de la NASA.
“La idea original era mandar una sonda que se pose sobre la superficie y haga algunos intentos de penetrar el hielo, pero como todavía se sabe poco del terreno en Europa y para no terminar con un fracaso, se ha optado por mandar esta sonda para averiguar las condiciones de las capas de hielo del satélite y las emanaciones que salen de sus rajaduras”, añadió Heraud. “En tiempos pasados, incluso había hablado de mandar un pequeño submarino para perforar el hielo y llegar a la parte acuosa, pero todavía no hay suficiente material para diseñar una misión exitosa, ya que esta cuesta muchísimo dinero”.
La receta para la vida
Siendo más claros, la misión Europa Clipper no espera encontrar literalmente un ser extraterrestre, sino asegurarse de que la luna cumple las condiciones necesarias para ser habitable, cuestión que se complica porque la capa de hielo que recubre Europa impide que cualquier forma posible de vida pueda depender directamente del Sol para obtener energía, como lo hacen las plantas en la Tierra.
Para hablar sobre los posibles signos de vida que buscará la sonda, conversamos con René Ortega Minakata, astrofísico del Campus Morelia del Instituto de Radioastronomía y Astrofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). “Uno de los objetivos de la misión Europa Clipper será verificar si las condiciones de Europa son habitables y una de las principales características que necesita la vida tal como la conocemos en la Tierra es el agua”, explicó Ortega. “La otra es la obtención de energía y en el caso de Europa –al igual que Encélado en Saturno o Calisto y Ganímedes en Júpiter-, esta se encuentran lo suficientemente cerca de sus planetas gigantes que experimentan fuerzas de marea, lo que hace que sus océanos se calienten y se genere las condiciones necesarias para un organismo vivo.”
La última condición es cierta composición química y en esto René Ortega utilizó como ejemplo los organismos que viven en la Tierra junto a fisuras submarinas causadas por actividad volcánica. “Parte de la energía que tienen estos organismos vivos proviene de ciertas moléculas y justamente parte de la misión de la sonda es revisar su posible presencia en los océanos de esta luna”. En todo caso, recordó que Europa Clipper solo está destinado para confirmar si el satélite mantiene las condiciones para ser habitable y no para hallar la vida extraterrestre, por lo que caería en una subsecuente misión el encontrarla, buscando huellas dejadas por procesos bioquímicos que podrían indicar la presencia de vida.
¿Podría haber seres extraterrestres como tal? Se trata de una pregunta que se tira de un chapuzón al terreno de la especulación, aunque René Ortega sospecha de que si estos existieran, probablemente se trataría de microorganismos que estuvieran adaptados a las condiciones específicas que suponemos que tiene Europa. Mientras tanto, el astrofísico peruano Jorge Heraud señala que algunos científicos esperan que podría tratarse de organismos un poco más desarrollados que simples seres unicelulares. “Quizás algunos tengan locomoción propia como los peces o algo parecido. No tenemos la menor idea, pero hay muchas esperanzas de encontrar condiciones apropiadas para la vida”, señaló.
Quizás más importante que encontrar vida o distintas formas de ella sería el hecho que esta misión podría ponernos más cerca de responder la eterna pregunta si estamos solos en el universo.
“Si se descubre la vida en este océano –o la posibilidad de condiciones suficientes para su existencia– sería un indicio para entender de que la vida en el universo puede ser muchísimo más fácil de encontrar de lo que pensamos”, destaca Heraud. “Hasta ahora no tenemos ninguna visión de la existencia de vida en otro lugar que no sea nuestro planeta y nos creemos el centro del universo, entonces encontrar aunque sea un rasgo de existencias extraterrestres sería un tremendo salto cultural y uno de los mayores descubrimientos en la historia de la humanidad”.