Zulema Constante tiene 22 años y vive en Guayaquil. En marzo le contó a su familia que es homosexual. Ahí empezó su pesadilla: luego de ser rechazada y de dejar el hogar paterno para vivir con su novia, sus padres aprovecharon un encuentro para reducirlas y enviarla a una clínica de deshomosexualización donde estuvo poco más de tres semanas hasta que logró huir.
El caso fue denunciado por activistas en favor de los derechos homosexuales, luego de que los amigos y la pareja de la joven no supieran nada de ella durante tres semanas.
Zulema estuvo en la Comunidad Terapéutica Femenina Esperanza, ubicada a nueve horas de Guayaquil, donde la joven y otras muchachas eran sometidas a constantes abusos.
Una labor de los activistas a través de redes sociales logró que los encargados del centro la enviaran a su hogar en Guayaquil en un taxi, para que sus padres la obligaran a desmentir su desaparición. Sin embargo, la joven había llegado a conversar con los activistas, con quien se reunió luego de huir del vehículo.
En una conferencia de prensa, Zulema denunció las terribles condiciones en las que vivió: los encargados le dijeron que permanecería de seis meses a un año en la clínica donde la adoctrinaban para convencerla de que su orientación sexual era una enfermedad, vivía en deplorables condiciones higiénicas y le daban comida podrida.
La denuncia de Zulema ha provocado el cierre de esa clínica donde estaban otras mujeres internas por adicciones a las drogas y el alcohol.
Silvia Buendía, quien es abogada de Constante y, además, es una conocida activista en favor de los derechos de los homosexuales, recordó el caso de Paola Zirrit, una joven que estuvo dos años en uno de estos centros donde era abusada sexualmente a diario.