Con el gobierno de Estados Unidos camino a verse obligado a declararse en suspensión de pagos si antes del 17 de octubre no consigue que el Congreso autorice elevar el techo de la deuda oficial, se abre paso el mito de que sería la primera vez que algo así pase. Y no es del todo cierto.
El propio presidente Barack Obama ha insistido en la idea en los últimos días al acusar a la oposición republicana de amenazar con forzar al gobierno a incumplir sus obligaciones de pago por primera vez en la historia.
Y aunque diferentes altos funcionarios lo repitan y haya conseguido abrirse paso en diferentes medios de comunicación eso de que sería la primera vez en la historia, lo cierto es que el gobierno estadounidense ya había registrado antes casos de incumplimientos de sus obligaciones financieras, si bien es cierto que eso no ha ocurrido en más de medio siglo. Y que las condiciones en que esos eventos ocurrieron son fundamentalmente distintas a las de ahora.
Según diferentes expertos en finanzas públicas, virtualmente desde el nacimiento del país, allá por 1790, el país ya incurrió en impago de sus deudas. En ese entonces fueron las contraídas durante la guerra de la independencia contra el imperio británico.
Más adelante, y en función de lo más o menos ampliamente que definamos lo que entendamos por default, podemos hablar de eso en 1933, durante la Gran Depresión, y de situaciones asimilables, aunque a nivel estatal, en 1841, 1873.
MAL COMIENZO Ya en 1790, recién nacido como país tras independizarse del imperio británico, Washington se vio obligado a diferir pagos por culpa del altísimo endeudamiento producto de la guerra por la independencia.
Estados Unidos debía enormes cantidades de dinero a España, Francia y Holanda, que habían financiado sus operaciones militares contra la dominación británica.
Washington incumplió sus obligaciones de pago en repetidas ocasiones, tanto del monto principal de la deuda como de los intereses, según señala el economista Peter M. Garber en su investigación El plan de reducción de deuda de Alexander Hamilton, publicada en 1991.
Según Garber, Alexander Hamilton, quien fuera el primer secretario del Tesoro de la historia del país, puso en marcha un programa para refinanciar toda esa deuda.
Hamilton era un ferviente defensor de la necesidad de honrar la deuda soberana para evitar la mala reputación que daría comenzar la vida del nuevo país con fama de mal pagador.
La deuda se vendió con un 75% de descuento y dos años después fue reembolsada a la par, señala Garber en su artículo.
Sin embargo, lo que el gobierno reembolsó fue un paquete con un valor de mercado sensiblemente inferior al inicial, con lo que técnicamente, algunos hablan de un impago de deuda, si se quiere, parcial.
LA GRAN DEPRESIÓN Aunque el gobierno federal estadounidense no ha vuelto a incurrir en impagos a nivel internacional, sí que se ha podido volver a hablar de incumplimiento de sus obligaciones financieras a nivel interno.
De acuerdo con Carmen Reinhart, experta en finanzas de la Escuela Kennedy de la Universidad de Harvard, se puede hablar de ese caso, a nivel estatal, tanto en 1841 (nueve estados) como en 1873 (diez estados).
Además, fue el caso de 1933, cuando sí estuvo implicado el gobierno federal en el marco de la profunda crisis conocida como Gran Depresión. Entonces el presidente Franklin D. Roosevelt puso fin al patrón oro y después resolvió devaluar el dólar.
El presidente resolvió dejar de pagar las deudas suscritas en oro. Aunque hay quien discute que se tratara de un impago y prefiere hablar de monetarización de una deuda, Reinhart le dijo a BBC Mundo que sí fue default en el sentido en que supuso imponer condiciones desfavorables para el acreedor.
No fue dejar de pagar, pero desvinculó la deuda del oro y después devaluó el dólar, así que fue un recorte. Cuando se da el recorte, hay que hablar de ‘default’, aunque sea parcial, explica Reinhart.
De volver a darse la próxima semana, sería pues, al menos, la tercera ocasión en que el gobierno de Estados Unidos deja de cumplir sus compromisos financieros.
Eso sí, sería una ocasión muy diferente pues se trataría de un problema de gobernabilidad no vinculado a una situación de extrema crisis económica.
No obstante, aunque la profesora Reinhalt señala que el mero hecho de que se hable de tal perspectiva ya está afectando a los mercados y causando volatilidad, su apuesta es que todo se resolverá y no se llegará tan lejos.
Eso sí, de pasar, vaticina todo tipo de consecuencias financieras. Imagine, los Bonos del Tesoro, el título más seguro del mundo, entrarían en ‘default’. Las ramificaciones para todo el sistema financiero serían enormes.