En el año 2009 Barack Obama se convirtió en el tercer presidente de los Estados Unidos a quien se le otorgó el Premio Nobel de la Paz durante su mandato. En 2009, apenas llevaba un año al frente de una nación en crisis cuando le entregaron el galardón “por sus esfuerzos para fortalecer la diplomacia internacional y la cooperación entre los pueblos, destacándose por su “visión de un mundo sin armas nucleares”. Es la misma persona que en estos días podría entrar en guerra con una ofensiva contra siria por el uso de armas químicas.
Ya en su discurso de aceptación, el presidente estadounidense defendió que el uso de la fuerza es a veces necesario, una idea que él tenía que dar, pero no precisamente una que el Comité Nobel quería escuchar, según comentó el diario The New York Times.
UN PRESIDENTE DE PULSO FIRME Obama ha demostrado durante su mandato que no le tiembla el pulso a la hora de usar el poderío militar estadounidense, el más mortífero a disposición de ningún ser humano: heredó de George W. Bush los conflictos de Afganistán (2001) e Iraq (2003) y en el marco de esas guerras tomó decisiones arriesgadas, como la de aumentar el despliegue de tropas estadounidenses en el teatro afgano cuando todavía no había cumplido un año de su primer mandato, en diciembre de 2009.
En marzo de 2011 impulsó y contribuyó a la coalición internacional que llevó a cabo la intervención militar que acabaría con el régimen del dictador libio Muamar Gadafi.
Y apenas unos meses después, en mayo de 2011, dio la orden para una de las operaciones encubiertas más espectaculares de la historia del Ejército y los servicios de espionaje estadounidenses, la que condujo a la localización y muerte del líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden, enemigo público número uno de los EE.UU. desde hacía décadas.
AHORA ESTÁ SOLO El raid de Abbottabad (Pakistán), en el que Obama se jugó su carrera, le valió la admiración de los estadounidenses, le abrió las puertas para la reelección y lo confirmó como el comandante en jefe que el país merecía.
Pero ahora, a diferencia de esas campañas y golpes de mano, Obama sabe que está solo frente al mundo y que, si se desencadena un nuevo conflicto en Oriente Medio como resultado de la agresión contra un país árabe, habrá sido por su iniciativa.
DE NOBEL A NOBEL Las voces discordantes han llegado de todas partes, pero quizás la crítica más dura vino de alguien que es casi igual como él: el argentino Adolfo Pérez Esquivel, premio Nobel de La Paz en 1980, solicitó en una carta al presidente de Estados Unidos que escuche el clamor de los pueblos y no ataque a Siria, país que, dice, necesita una solución política y no militar.
La misiva, difundida hoy a través del sitio en Internet de Pérez Esquivel, es una carta abierta al otro Nobel, a quien le dice que su país no tiene autoridad moral, ni legitimidad, ni legalidad para invadir Siria.
Tu predecesor George W. Bush en su locura mesiánica supo instrumentalizar el fundamentalismo religioso para llevar a cabo las guerras en Afganistán e Iraq. Cuando declaraba que conversaba con Dios, y Dios le decía que tenía que atacar a Iraq, lo hacía porque era dictamen de Dios exportar la libertad, señala.
Finalmente, recuerda que los pueblos están diciendo ¡BASTA! a las guerras, y que la humanidad reclama la paz y el derecho a vivir en libertad.
Espero que no termines convirtiendo el sueño de fraternidad que anhelaba Luther King en una pesadilla para los pueblos y la humanidad, concluye Pérez Esquivel.