Era el año 2014 y los primeros refugiados sirios empezaron a llegar a Sudamérica. Brasil, Argentina, Chile y Uruguay les abrieron las puertas a unos 5 mil sirios que huían desesperadamente de la guerra civil que se había desatado tres años antes y que pasaba por su peor momento. Querían dejar el horror de los bombardeos para empezar una nueva vida en una parte del mundo que les era desconocida. La mayoría se logró integrar, aunque con dificultad, pero otros prefirieron el camino de regreso.
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Esta vez, América Latina vuelve a recibir a refugiados de tierras lejanas. Desde Afganistán, país controlado ahora por los talibanes, han huido en apenas quince días más de 100 mil personas temerosas de los que les pueda pasar bajo el régimen islamista. La caótica evacuación de afganos desde el aeropuerto de Kabul se ha convertido en una nueva crisis humanitaria y ha supuesto un nuevo reto: ¿dónde vivirán estos refugiados?
Pakistán, país vecino y que además fue refugio de los talibanes en los últimos años, les ha cerrado las puertas argumentando que ya viven ahí más de 1 millón de afganos, cifra que incluso podría sobrepasar los 2 millones si se agregan los indocumentados.
Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Bahréin, Kuwait y Turquía se han convertido en los principales países de paso, a donde miles han llegado esperando sus vuelos finales hacia Europa o Estados Unidos, los destinos más pedidos y que ya está generando pugnas políticas internas, sobre todo en la Unión Europea, que no quiere repetir lo vivido en entre el 2014 y 2015, justamente con los refugiados sirios.
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Bajo ese panorama, varios países latinoamericanos, incluyendo el Perú, se han ofrecido como lugares de tránsito para ciudadanos afganos hasta que puedan establecerse, sobre todo, en Estados Unidos. Sin embargo, mientras se resuelvan trámites y se investiguen antecedentes, es probable que muchos terminen quedándose indefinidamente.
Hacia tierras lejanas
Aunque no se ha establecido una cifra, se calcula que podrían ser más de 10 mil afganos los que lleguen próximamente a Latinoamérica, sobre todo a Colombia, Ecuador, México, Chile, Brasil y Costa Rica, quienes ya han dado detalles de cómo será esta acogida.
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La mayoría de los que pasarían los próximos meses en la región son personas que han trabajado en los últimos años para gobiernos occidentales, sobre todo para Washington, como intérpretes, funcionarios de gobierno y periodistas, todos con sus familias.
El gobierno de Iván Duque ha informado que -gracias a un acuerdo con Washington y con fondos de USAID- concederá un permiso humanitario temporal a 4 mil afganos, los cuales vivirán en un inicio en hoteles y recibirán una subvención, sin necesidad de trabajar o estudiar, y podrán moverse sin problemas por el país.
Ecuador había anunciado el recibimiento de hasta 5 mil afganos, también con dinero de USAID, sin embargo, el canciller Mauricio Montalvo informó esta semana que es posible que la llegada no se concrete por decisión de las mismas autoridades estadounidenses, pero eso aún está por confirmarse.
A México ya llegaron cerca de 400 personas, sobre todo periodistas independientes, activistas y empleados de medios de comunicación, incluyendo a cinco jóvenes afganas integrantes del equipo femenino de robótica.
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Los retos de la migración
Colombia y Ecuador, los países que han mostrado su disposición para acoger la mayor cantidad de afganos, son justamente los países que más han recibido la presión migratoria venezolana en los últimos años.
Aunque el número no es comparable, sin duda significará un reto recibir a una población con una idiosincrasia completamente diferente.
“La llegada de refugiados afganos exacerbará la doble crisis migratoria que enfrentan varios países de la región: la relacionada con los millones de migrantes venezolanos y también la relacionada con los miles de ciudadanos africanos y haitianos que buscan llegar a Estados Unidos”, explica a El Comercio Claudia Navas, analista de riesgos globales para la región andina de la consulta Control Risks.
Una preocupación adicional de la evacuación de afganos es la posible filtración de extremistas o talibanes encubiertos entre los refugiados, algo que ya ha puesto en alerta a Estados Unidos y la Unión Europea, y que ya ocurrió con la diáspora siria en el 2014.
“Como en toda crisis migratoria, existe ese riesgo, de ahí que los gobiernos tengan que fortalecer sus mecanismos de comunicación, coordinación e inteligencia para detectar posibles infiltraciones de extremistas islamistas. No obstante, la inmensa mayoría de refugiados constituyen personas que huyen del extremismo, buscan protección y una vida mejor”, agrega Navas, quien considera, además, que Latinoamérica debe prepararse de manera más decisiva ante nuevas olas migratorias, pues el flujo de migrantes, sea por hambre, violencia o el embate del cambio climático, persistirá.
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