Michael Ballack, quien era conocido como el ‘Joven Beckenbauer’, soñaba con que Alemania llegara a la final del Mundial Corea-Japón 2002 y lo consiguió, pero no pudo jugarla. Una falta necesaria que le hizo al coreano Chun-soo Lee le impidió estar en la final, la séptima del equipo germano, que se disputó en Yokohama.
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“Esta es una situación estúpida porque mi sueño era jugar la final, pero no estaré en ella”, dijo Ballack, de entonces 25 años, el alma futbolística de los germanos. “Puede ser un buen augurio que no juegue”, aseguró antes de la derrota 2-0 ante Brasil.
Ballack vivió en Seúl cinco minutos increíbles en el partido contra la anfitriona Corea del Sur: en el 71 el árbitro, el suizo Urs Meier, le mostró una tarjeta amarilla y en el 75 anotó el gol que vale una final.
El nuevo ‘Kaiser’ debió de sentir alegría y tristeza al mismo tiempo, pero no eran momentos para arrepentirse de la falta, calificada después por su seleccionador, Rudi Voeller, como “absolutamente necesaria” para solventar un fallo de Torsten Frings.
“Mis primeros pensamientos son de amargura”, dijo un compungido Ballack al término del encuentro, pero “estoy muy contento de que mis compañeros estén en la final”.
Fue una lástima para los intereses alemanes que Ballack no dispute la final después de sacrificarse por el equipo durante el Mundial sin estar a tope por los mismos problemas musculares, al final de la cual necesitó analgésicos para aliviar los dolores en el pie derecho.
Ballack era la gran esperanza de Alemania para ganar el que hubiera sido su cuarto título mundial, pero su baja abrió muchas interrogantes sobre las posibilidades de una selección de juego gris pero tremendamente eficaz a la hora de los resultados: había ganado los octavos, los cuartos y la semifinal por un gol a cero.
El propio Ballack, que cerró una brillante temporada, lo admitió: “En el mundo muy pocos habrían apostado mucho dinero por la llegada de Alemania a la final”. El volante fue decisivo en la difícil fase de clasificación -Alemania tuvo que jugar una repesca con Ucrania-, con seis goles, y también fue clave para que el Bayer Leverkusen llegara a la final de Glasgow de la Champions League contra el Real Madrid.
En ella se encontró con un inspirado Zinedine Zidane, que lideró al Real Madrid, con un soberbio gol de la victoria por 2-1, a su novena Copa de Europa. Se cerraba negativamente la temporada que convirtió a Ballack en el gran jugador que ya apuntó cuando firmó su primer contrato profesional, con 14 años, con el Chemnitzer, tras pasar por la “factoría” de Alemania del Este, el Karl Marx Stadt.
Apodado el “joven Kaiser”, por su visión de juego, manejo de las dos piernas y disparo, que le asemejaba a Franz Beckenbauer, Ballack fue maltratado por la crítica, que atribuyó una escasa capacidad de lucha y censuró su actitud de “estrella”.
Sin embargo, no ha tenido ningún reparo en señalar a Oliver Kahn como al “verdadero líder” de la selección alemana, en respuesta a las declaraciones del excapitán Franz Beckenbauer que lo cuestionaba tras el empate de la primera fase con Irlanda (1-1).
Pero Kahn, que hizo gala en ese Mundial de su espectacular forma de gestionar la portería, es reacio a admitir liderazgos y defiende más el concepto de equipo. “Aquí no hay estrellas”, decía.
El portero del Bayern puso como ejemplo a lo que Ballack hizo ante Corea del Sur: “Tuvo que arriesgarse a recibir una tarjeta amarilla por el bien del equipo. Esto es un buen ejemplo de cómo trabaja nuestro equipo”.
(Fuente: EFE)
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