Brasil empató 1 - 1 con Croacia luego de 120 minutos de juego. En el tiempo regular el empate no había tenido goles, pero Neymar, autor intelectual e inmediato del tanto que lo ha igualado con Pelé como máximo anotador histórico del Scratch con 77 anotaciones, apareció en el momento más difícil. A falta de 4 minutos Bruno Petkovic venció a Allison para forzar los penales. Fue allí donde Croacia pudo confirmar recién su rótulo de matagigantes y pasar a la semifinal.
Cuando te han repetido hasta el hartazgo que estás en la selección favorita para llevarse la copa a la casa, que en el 58 fue Pelé, en el 62 fue Mané (Garrincha), en el 70 “la esquadrao”, en el 94 Romario y en el 2002 Fenomeno (así, con tilde al final de ambas alocuciones), aunque no la tengas sencilla y al frente te toque doblegar a un grupo de balcánicos de metro noventa y con uno de ellos, cuya estatura no es tanta pero, oh, casualidad, es Balón de Oro, ¿qué te queda? Comportarte, baile incluido o no, a la altura. Esta vez, con el resultado puesto, podemos concluir que no estuvieron.
“La está pasando mal Brasil”, decía el comentarista en la televisión luego de que Modric, a los 15 minutos del primer tiempo, le robase la pelota a Casemiro y generase un ataque de Croacia. En esa dinámica de lo impensado -más allá de la magnífica definición de Dante Panzeri- los europeos empezaron dominando el ritmo, posicionándose estratégicamente en los espacios, cortando las elecciones de pase corto de Brasil y obligando a los dueños del talento a ser un poco ásperos.
Los golpes de genialidad eran antídotos para el hastío, pero mientras no llegaban había que trabajar: Brasil los tuvo por espasmos, pero Croacia dominó las emociones.
Dos tiempos ideológicamente opuestos
La posesión era de 45% para cada equipo y 10% en disputa, con un balance similar incluso hasta en las faltas cometidas. A los 40 minutos y uno sabía que se estaba enfrentando a un partido de esos que no habían previsto ni el corredor de apuestas ni el kioskero.
El espectador neutral esperaba entre una goleada y un partido con magia brasileña con la picardía de Vinicius, Neymar y el baile del señor Tité. Sin embargo, los que estuvieron delante de la tv o en el teléfono viendo el partido, se encontraron con que el mejor del primer tiempo fue un croata que no le suena a muchos: Josip Juránovic, un hombre de rostro neutral con bigote que juega en Celtic de Escocia y que no dejó pasar por su lado a la estrella del Real Madrid ni a la del PSG.
A pesar de que el segundo tiempo haya sido de dominio carioca, Croacia le mostraba al mundo que Brasil no era una máquina, sino un grupo de futbolistas muy capaces pero que podía ser lastimado. Aunque sobre el papel eran el equipo chico, no lo eran tanto: sus jugadores juegan en las mejores ligas, tienen seguro médico y educación futbolística de calidad.
Todo terminó sin goles en un partido emocionante pero en el que los circuitos que habían construido los brasileños en sus juegos anteriores no tuvieron conexión.
Al inicio del primer tiempo extra Neymar sacó de rabona enviando el mensaje de que así jugamos, somos los mejores y no lo vamos a perder. Al final del mismo periodo metió un gol de doble pared, que seguramente estará en el top cinco del mundial, entrando como un tren amarillo con una habilidad inusual y apilando jugadores cuadriculados. Parecía todo encaminado, sin embargo, hacía falta una última sorpresa.
Un plot twist para estudiar
A falta de cinco minutos, Croacia empujó con más corazón que otra cosa apelando a ese momento milagroso que esta vez sí llegó. Brasil, a pesar de tener el triunfo en el bolsillo sabía que podía sucumbir en una jugada. Tras un ataque por la izquierda, Bruno Petkovic, el delantero del Dynamo Zagreb, anotó para la sorpresa de propios y extraños y decretó los penales.
Croacia había disputado cuatro definiciones por penales en toda su historia en los mundiales y no había perdido en ninguna. Brasil, por su parte, de todas en las que había participado solo perdió en aquella con la Francia de Platini en 1986.
La tanda la empezó Rodrygo, el delantero del Real Madrid quien vio su remate detenido por Livakovic, el portero que ya había sido héroe en la definición frente a Japón. De ahí en más, los penales croatas no podían ser ni siquiera adivinados por Allison, quien en más de uno se tiró al lado opuesto de donde fue el balón. Para el cuarto penal de Brasil, el capitán del PSG Marquinhos se puso delante de la pelota y trató de ajustarla contra un palo, pero esta fue a dar a la base y rebotó hacía afuera. Brasil se quedaba en 2 y Croacia, con los 4 anotados, sorprendía a todo el planeta.
No habrá carnaval. No habrá samba. A guardar silencio.