Nunca sabremos cómo es ser Lionel Messi. No hay esa ciencia. Esta sensación de estar enfocado siempre, de ser responsable de todo. De producir jugadas cinematográficas donde solo debe haber ‘camotito’. De ser más que Maradona y Pelé, cuando ya es duro solo ser más que el día anterior y así, al siguiente. Y de ser el apellido que ya superó la argentinidad y ha bautizado a millones en cinco continentes.
El problema es que él sí lo sabe y en esa angustia el límite es atroz. Antes que empiece el partido contra Arabia Saudita tenía más poder que el Presidente. Hoy no le dejarían patear otro tiro libre.
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La noticia será de la misma magnitud que las expectativas: la Argentina de Lionel Messi perdió su partido debut en el Mundial Qatar 2022. Y lo más grave no es que fue por un error del árbitro, un rebote mal controlado o unos centímetros detectados por el VAR. Perdió por la notable entereza de un rival que anotó un golazo magnífico de Salem Al Dawsari, que también amaga y encara, que también usa el 10. O sea, lo que Messi tenía que hacer.
Gana Argentina 1-0 en 13 minutos. Gol de Messi de penal. Con autoridad, certeza, líder.
— Miguel Villegas (@prakzis) November 22, 2022
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El partido
Argentina le tiró encima sus dos mundiales, su plantel galáctico y tres tribunas del estadio, en un primer signo de autoridad de Arabia Saudita resistió con lo que tiene: velocidad en sus extremos y físico notable. Dejó que De Paul controle -pero no lance- y que Messi navegue libre -pero sin demasiado contacto con la pelota-. La clave de lo que ocurrió al final puede estar en esta cifra criminal del volante novio de Tini: 0 disparos a puerta, 0 regates, 0 centros con acierto, 23 perdidas de pelota, 75% de acierto. Se suponía que luego del 1-0 de penal, el equipo de Scaloni lo iba a liquidar, pero aquí surgió un detalle no menor cuando se trata de encarar un debut mundialista: Arabia podía perder 20-0, a nadie le hubiera importado. Sus hinchas, los Leones del Desiertos, transformaron lo que parecía una localía abrumadora de los albicelestes, en fiesta de aplausos y garganta. Y lo mejor, su equipo en la cancha respondió como si no se jugarán por puntos ni fuera el debut de un mundial. Eso se llama libertad.
Despojados de esa carga, avanzaron de a poco, como ganándole terreno al mar. Primero fue en 1-1, un zurdazo que despertó del bostezo a ‘Dibu’ Martínez. Luego el efecto vitamínico alcanzó a toda su columna vertebral: Mohammed Alowais tapó como Benji, Mohamed Kanno -el mejor de la cancha- administró el medio como si lo hubiera comprado para sus hijos y el 10 Salem, un puma, amigo de Andrë Carrillo le regaló al mundo un golazo nacido en la despreciada liga árabe de fútbol. Hay quienes creen que allí se entrena con camellos. La arena del desierto es terapia para el pie.
Resumen
Luego, Lionel Messi pateó un tiro libro como si fuera jugador de rugby. Y no hubo más que cambios que no produjeron efectos -Julián Álvarez- o incomprensibles manos en la cintura cuando al encuentro aún le sobraba vida.
Calma, Argentina. Le quedan dos juegos después de este batacazo mundial, como ha definido Juan Pablo Varsky la derrota.
En Italia 90 perdió en el debut ante la anónima selección de Camerún, con gol de Omán Biyik. Un mes después, jugó la final. El mejor tobillo izquierdo de la historia tenía la misma hinchazón que hoy tiene el de Messi. La única forma de jugar los 7 partidos fue aguantando el dolor.
Dice su Himno: “Juremos con gloria morir. Juremos con gloria morir”.