En 2007, una mujer inglesa de 39 años atribuyó un intenso dolor ocular y de cabeza a una supuesta resaca, puesto que el fin de semana pasado había salido de fiesta con unos amigos.
La situación de Annabelle Moult, de Buckinghamshire, empeoró cuando un par días después, en medio de la noche, colapsó, por lo que tuvo que ser llevada a un hospital.
“Tuve dolor de cabeza al día siguiente y esto persistió hasta el domingo. Mi visión también había comenzado a desdibujarse”, explicó Annabelle en conversación con el medio The Sun. “Entonces comenzó el hormigueo en mis piernas. Me acosté y me desperté en la noche para ir al baño, pero mis piernas cedieron y le grité a Danny [su esposo] que me ayudara y fuimos al hospital”.
Un escáner cerebral mostró hinchazón y, aunque un médico no pudo explicar lo que estaba sucediendo, le dijeron a Moult que no podría volver a ver.
“Estaba petrificada”, recordó. “Pasé de ser una jugadora de hockey, amante del gimnasio, independiente de 25 años que no tenía que depender de nadie, a tener una discapacidad visual grave y estar paralizada, sin poder salir sola de mi casa. Todo mi mundo cambió”.
Moult recibió esteroides para tratar la hinchazón y gradualmente su vista comenzó a mejorar. Posteriormente, hizo fisioterapia; sin embargo, todavía no podía caminar y los fármacos que consumía hicieron que su peso corporal aumentara.
Fue dada de alta y se fue a vivir a una habitación en la casa de sus padres, donde tuvo que volver a aprender rutinas cotidianas como lavarse y vestirse. Decidida a seguir haciendo lo que le gustaba, Moult y su esposo se fueron de vacaciones a Jamaica.
“Danny tenía que llevarme a la piscina cada cinco minutos, pero no se quejó ni una sola vez”, contó la mujer. Mientras tanto, los médicos continuaron trabajando para brindarle un diagnóstico.
El diagnóstico
Finalmente, en 2009, le diagnosticaron neuromielitis óptica, una enfermedad en la que el sistema inmunitario ataca las células sanas del sistema nervioso central, en particular los nervios ópticos y la médula espinal.
Esta afección causa síntomas como dolor en los ojos, pérdida de la visión, debilidad o parálisis de los brazos y las piernas, vómitos y problemas de vejiga e intestinos, según Johns Hopkins Medicine.
La afección se considera incurable, aunque los medicamentos y otros tratamientos pueden ayudar. Por otra parte, se sabe que algunas personas pueden verse más afectados por los síntomas que otros.
Según la Organización Nacional de Enfermedades Raras (NORD), la prevalencia de la neuromielitis óptica es de aproximadamente 1 a 10 por cada 100 000 personas.
Moult señaló que el diagnóstico no hizo mucha diferencia ya que ella ya había estado aprendiendo a adaptarse a su nueva vida. “Pero fue casi un alivio, ya que significaba que podía obtener más información, ayuda y apoyo sin ser una entidad desconocida”, declaró.
Tras dejar los esteroides, comenzó a sentirse mejor y siguió un estilo de vida tan activo como pudo con su silla de ruedas, empujándose y motivándose a sí misma. Además, continuó recorriendo el mundo en compañía de su esposo.
Ahora, Moult es embajadora de la organización benéfica NMO UK y se ha convertido en la mentora de otros pacientes con la misma enfermedad.
Qué es la neuromielitis óptica
La neuromielitis óptica es un trastorno del sistema nervioso central que afecta principalmente los nervios del ojo (neuritis óptica) y la médula espinal (mielitis), señala el portal mayoclinic.org.
Esta enfermedad se presenta cuando el sistema inmunitario del organismo reacciona contra sus propias células del sistema nervioso central, principalmente en los nervios ópticos y la médula espinal, aunque a veces también en el cerebro.
La causa de la neuromielitis óptica generalmente se desconoce, aunque en ocasiones puede aparecer después de una infección o puede estar asociada a otra afección autoinmunitaria.
A menudo, la neuromielitis óptica se diagnostica de forma incorrecta como esclerosis múltiple o se percibe como un tipo de esclerosis múltiple, aunque la neuromielitis óptica es un trastorno diferente.
La neuromielitis óptica puede causar ceguera en uno o ambos ojos, debilidad o parálisis en las piernas o los brazos, espasmos dolorosos, pérdida de la sensibilidad, hipo y vómitos incontrolables, y funcionamiento anormal de la vejiga o los intestinos debido al daño a la médula espinal.