El arqueólogo Walter Alva se hizo mundialmente conocido en 1987 cuando con un equipo de investigadores descubrió las tumbas reales del señor de Sipán. A los 70 años, ya jubilado, él sigue trabajando en su casa de Lambayeque en nuevos proyectos, como un libro ilustrado sobre los moches. “Es una especie de resumen —dice— para el gran público, pues necesitamos llegar a la gente para que entienda nuestra cultura”. Preocupado siempre por la protección de nuestro patrimonio y por la falta de presupuestos para su mantenimiento, se encuentra consternado por lo sucedido en Kuélap, hecho que califica como “una tragedia”, pues demuestra al mundo que “no tenemos capacidad para proteger nuestra herencia cultural”.
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—Kuélap, el sitio arqueológico más importante de la región nororiental se está cayendo a pedazos frente a la mirada de todos, ¿Cuál es su reacción frente a estos hechos?
Como todo peruano, tengo que expresar mi preocupación y lamentar la destrucción de una de las partes más bellas de los muros de Kuélap: el muro que da al norte, el que abarca todo el paisaje, desde la parte superior. Era un muro de más de diez metros de altura, levantado en el siglo XII, contemporáneo a Chimú. La voz de alerta ya había sido dada hace mucho tiempo, el problema es que los planes de conservación no se cumplen, no se dan los presupuestos adecuados y, al final, lo que hacemos es lamentarnos cuando ocurrió ya una tragedia. Esto ocurre cuando este monumento estaba siendo nominado para ser declarado patrimonio mundial (de Unesco), ahora estamos demostrando al mundo que no tenemos capacidad para proteger nuestra herencia cultural. Todo por una serie de errores lamentables.
—¿Cuáles por ejemplo?
Uno de ellos ha sido destruir la vegetación de la parte superior del muro, que es la que estabiliza el suelo. Cuando se elimina esta, el agua se filtra por detrás del muro y lógicamente, humedece su base y cede el soporte porque esta es una gran plataforma. Entonces tenemos este lamentable desenlace que se ha podido prever. Es verdad que en febrero declararon la emergencia, pero esta ha sido puramente formal, y no ha sido sustentada con un presupuesto y una acción inmediata. La declaración de emergencia no implica que se va a detener por si solo el proceso destructivo… Yo creo que se debe acudir a personas que tengan experiencia en la conservación de estructuras de piedra y evitar estos errores como quitar la cobertura y no estabilizar los muros a tiempo.
—El Ministerio de Cultura evalúa la colocación de geomallas biaxiales para después colocar un apuntalamiento de madera, ¿se está actuando correctamente?
No tengo mucha experiencia en arquitectura de piedra, pero creo que lo principal sería estabilizar los muros que aún están en pie y después restituir los que se han desplomado con una buena consolidación, y volver a proteger la parte superior de la estructura porque el agua ingresa por detrás y ese es el punto más delicado. Las mallas pueden proteger, pero no se puede perder tampoco la naturaleza arqueológica del monumento porque si se cubren sus muros, entonces ya no vamos a poder apreciar la arquitectura ni la belleza del lugar. Yo creo que quizás la experiencia que debemos sacar de esta tragedia es que no debemos esperar a que ocurra un desastre para recién actuar… Ahora los costos de recuperación serán mayores.
El chorro y el ventarrón
—Con ese espíritu de prevención, ¿cuál es la situación del patrimonio arqueológico en el país? ¿Qué está en riesgo y no estamos viendo todavía?
Uno de los grandes problemas que tenemos en estos momentos son las invasiones, acaba de consumarse en Lambayeque la destrucción de un monumento de la cultura mochica, un monumento pequeño, pero de gran importancia… Es el lugar que hemos denominado El Chorro, en Pomalca, ahí con maquinaría pesada se ha destruido una plataforma que iba a permitir entender la cultura mochica en sus fases iniciales, o sea para nosotros esto era clave. Otro caso lamentable es Ventarrón, un monumento que fue descubierto más o menos hace unos 15 años. El Comercio publicó entonces dos páginas, fue algo maravilloso, porque se trataba de la pintura mural más antigua de América. Se hizo todo un proyecto de investigación y conservación, pero hace cinco años se comenzó a abandonar progresivamente el sitio. Ahora está en un estado calamitoso, y nadie hace nada, a pesar de que tenemos acá una Dirección de Cultura, una Unidad Ejecutora…
—¿Cómo evitar que sigan produciéndose estos daños a nuestro patrimonio?
Yo creo que faltan recursos presupuestales, pero también una política coherente para el saneamiento físico y legal de las zonas arqueológicas. Si examinamos todo lo que hay saneado, delimitado, es una cosa insignificante; de eso aprovechan los traficantes de tierras, invaden, ocupan y después venden. Ahí ya se complica. Lo que nos falta es un aparato legal y acciones inmediatas para delimitar, especialmente los monumentos cercanos a los centros poblados. Tiene que haber un orden de prioridades. En el caso de Ventarrón, el presupuesto asignado para todo un año era de 40.000 soles… Ni siquiera alcanzaba para pagar un guardián.
Emergencia y presupuestos
—¿Qué les pediría a las autoridades, a quiénes están en este momento en el poder?
Así como Kuélap debería declararse también en emergencia todo el patrimonio nacional. Es nuestro recurso para las futuras generaciones… Cómo queremos impulsar el turismo si se ha permitido que pase esto con monumentos como Kuélap o si tenemos otros, como Ventarrón, en un abandono tan deprimente.
—Lo de Sipán fue algo muy importante, pero no se siguió apoyando otros proyectos de investigación
Tenemos para investigar monumentos que pueden dar resultados tan importantes como los de Sipán, sin embargo, el Estado no invierte en esto. No hay interés por seguir incrementando el conocimiento de nuestro pasado y las posibilidades de desarrollo que este puede dar a cada pueblo con el turismo. Yo estoy seguro que si se invirtiera, en los próximos años tendríamos resultados tan maravillosos como los de Sipán.
Walter Alva nació en Contumazá, Cajamarca, en 1951. Estudió en la Universidad Nacional de Trujillo y en 1977 asumió la dirección del Museo Brüning de Lambayeque. A partir de entonces, realizó diversas excavaciones arqueológicas en la zona norte del país. El descubrimiento de las tumbas reales del señor de Sipán es considerado igual de importante que el hallazgo de la tumba de Tutankamón en Egipto. El año pasado, Alva fue reconocido con el premio de la Sociedad Geográfica Española Internacional. “A mí me jubilaron por edad —dice—, pero yo estoy en plena actividad, con todo el entusiasmo y con ganas de seguir contribuyendo al conocimiento del país”.