Hace tiempo que la mayoría de paradigmas de la educación tradicional se volvieron obsoletos. En buena parte, una de las razones de este cambio han sido las tecnologías exponenciales, aquellas cuyos costos son bajos pero que tienen un potencial productivo incalculable. Los robots y el Internet son claros ejemplos.
Ya no se trata de educar a las personas para ser piezas dentro de una cadena de producción, pues en un futuro serán fácilmente reemplazables; se trata de dar prioridad a la capacidad de innovación y de llevar a buen puerto ideas disruptivas. En tiempos en los que ya se ven los primeros pasos de las impresoras 3D, el modelo educativo tiene que variar a uno que de más importancia al diseño que a la misma fabricación.
Uno de los retos a superar es el miedo y la penalización del fracaso. Así opina Javier Hoyle, CEO de Everis, quien estuvo presente en la conferencia "Mejorando el ecosistema peruano", ofrecida el martes como parte del SingularityU Perú Summit. "Eso es lo que nos impide innovar, justamente porque la innovación es producto del fracaso y de seguir intentando hasta que surja una buena idea", comenta.
Por supuesto, Hoyle habla de una prueba-error controlada. Él afirma: "Dentro de esta forma de pensar, los proyectos tienen que ser de corta duración porque aquellos que toman entre uno y tres años no permiten el fracaso ni la reinvención. Hoy en día, gracias a la nube y las tecnologías móviles, puedes sacar productos y servicios cada mes. Si algo falla, te reinventas y buscas algo innovador. Te doy un ejemplo: muchas personas utilizan Waze o aplicaciones de taxi que cada mes tienen que ser actualizadas. Imagínate, si las actualizaciones llegan cada tres años vas muerto".
Gonzalo Villarán, director del Instituto Tecnológico de la Producción (ITP) del Ministerio de la Producción, también estuvo presente en la charla. Para él, la educación ya cambió por completo y es preciso seguirle el paso para formar innovadores. "La idea de ir cinco años a la universidad para después salir a trabajar ya no se ve. Ahora la educación es continua y dual, es de clases y prácticas. No solo eso. Los grados son más cortos, lo que te permite tener varias especializaciones. Todo esto apunta a crear competencias laborales que realmente ayuden a que seamos mejores en nuestro trabajo", anota.
Aunque es verdad que al Perú le está costando virar hacia esa tendencia, existen casos de innovadores que han alcanzado el éxito. En la actualidad, Fandango y Mesa 24/7 son el paradigma. Para lograr que estos se repliquen es preciso crear un ambiente ideal, un ecosistema en el que todos los actores empujen hacia un mismo lado. Al respecto, Villarán señala: "Por dos años trabajamos con un grupo de diferentes 'stakeholders' y con la asesoría del MIT Reap, hicimos un diagnóstico inicial para tratar de conocer las capacidades que tenemos en el Perú. Lo que descubrimos fue que tenemos buena capacidad emprendedora, pero poca capacidad innovadora. A partir de ello, y de que aquí se invierte muy poco en la innovación -0,12 del PBI-, decidimos que había que enfocar los recursos en nuestra ventaja competitiva, que es la biodiversidad".
Villarán agrega que desde la dirección del Centro de Innovación y Transferencia Tecnológica (CITE) –que pertenece al ITP–, ahora se prioriza el trabajo con las cadenas productivas enfocadas al sector agroindustrial, acuícola, forestal, textil, entre otros. Pero no son los únicos esfuerzos que hacen. "También creamos el Perú Venture Capital Conference, un evento que buscó acercar a los corporativos con los 'startaperos'. La idea es que se sienten a conversar, a ver proyectos. Es una suerte de mercado en el que ambos interactúan porque, mientras unos tiene el dinero y los clientes, los otros la agilidad y nuevas ideas. Cuando juntas eso y lo direccionas hacia un objetivo común, salen cosas interesantes", concluye.