El sueño de los introvertidos y los amantes de la distancia social ha llegado. Frente a la irrefrenable expansión del coronavirus, la tan cotidiana práctica del saludo con beso o apretón de manos comienza a verse con recelo. Hace solo unos días, la canciller alemana Angela Merkel le extendió su derecha al ministro del Interior, Horst Seehofer, y fue inmediatamente rechazada. Por suerte, ambos tomaron el gesto de precaución con buen humor.
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Ocurre que las altas probabilidades de contagio del Covid-19 podrían disminuirse, según varios especialistas, evitando el contacto directo entre las personas. En ese sentido, y por poner un ejemplo, el saludo con reverencia japonés es preferible al doble beso en las mejillas acostumbrado en España. Y en los Emiratos Árabes Unidos y Qatar, donde existe la costumbre del saludo nariz con nariz, las autoridades también han solicitado detener esta práctica.
UN POCO DE HISTORIA
No está del todo claro cuándo es que empezamos a estrecharnos las manos para saludarnos. Según el francés Philippe Lichtfus, un experto en temas de convivencia y vida social que viene siendo asiduamente consultado por medios europeos en los últimos días, se trataría de una costumbre –al menos en su forma cotidiana– que habría empezado a extenderse recién en la Edad Media. Sin embargo, existen pinturas y esculturas que muestran este saludo desde la Antigua Grecia, específicamente desde el siglo V antes de Cristo. Se considera que surgió como un gesto de paz para demostrarse mutuamente que no se llevan armas en las manos.
El beso tiene su propia historia, incluso más antigua. Su origen podría remontarse a los pueblos semitas de hace 4.000 años, donde usar los labios como saludo tenía diversas clasificaciones: se daba en la mejilla para simbolizar amistad, en las manos como gesto de sometimiento, y directamente en la boca como señal de amor o devoción (no tan lejano a como se entiende ahora, valgan verdades).
Ya entrando más a nuestros tiempos, habría que decir que son múltiples las formas de mostrar cordialidad o afecto, según el país o la cultura. En el caso del Perú, como el de casi toda Latinoamérica, se imponen la cercanía y la efusividad: nos tomamos de las manos, nos damos besos, incluso nos abrazamos. Somos generosos con el contacto físico. Por esa misma razón, son costumbres sociales que, incluso con el coronavirus ya aterrizado en nuestro país, seguramente costarán desterrar. Pero las alertas así lo recomiendan.
¿Y AHORA QUÉ?
Si Merkel y su ministro optaron por la fría distancia germana, en Tanzania, el presidente John Magufuli dio una muestra de creatividad el último martes durante su encuentro con el político opositor Maalim Seif Sharif Hamad. Para saludarse, juntaron las puntas de sus pies (o de sus zapatos, para ser más precisos), en lo que ha sido bautizado como el “Wuhan Shake”, en referencia a la ciudad china donde se originó el coronavirus.
Pero tampoco es la única alternativa. El toque de codos, con un poco más de armonía y estilo, ya ha empezado a extenderse como una señal de cordialidad. Y otros gestos como estrecharse las manos propias o hacer una pequeña inclinación de la cabeza también son bien vistos como reemplazo (al menos temporal) de los saludos más tradicionales.
Hay alternativas más ‘frikis’ también: el saludo vulcano, por ejemplo, popularizado por el señor Spock de “Star Trek” ( la palma de la mano abierta, los dedos juntos, y solo el medio y el anular separados en forma de “V”) se ha convertido en una opción bastante viralizada en redes sociales.
Por último, habría que decir que recomendaciones como esta no son una injustificada paranoia (como sí lo es la desesperada carrera por las mascarillas y su venta especulativa). Frente a la epidemia, conviene tener un poco de paciencia y creatividad. Ya habrá tiempo para retomar los besos.
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