“¡Matronas, volveos lascivas! ¡Abandonad a los hijos, obediencia! ¡Esclavos, tontos, arrancad al grave y rugoso Senado de su escaño, y gobernad en su lugar! (…) ¡Hombres en bancarrota, no cedáis, y en vez de devolver, sacad vuestros cuchillos y cortadle el cuello a los acreedores! ¡Robad, siervos! Insumisos bandidos son vuestros venerables amos, que roban apelando a las leyes. ¡Criada, a la cama de vuestro amo, que vuestra ama está en el burdel! (…) ¡Que la piedad, el temor, la religión de los dioses, la paz, la justicia, la verdad, el respeto familiar, el reposo nocturno y la buena vecindad, la instrucción, los modales, los oficios, las ocupaciones, las jerarquías, las tradiciones, las costumbres y las leyes degeneren en sus confusos contrarios, y que después la confusión siga reinando!
Cualquiera que vea a Bruno Odar interpretar el furioso monólogo de Timón tendrá ganas de salir a la calle a repetirlo. Es parte de la magia del teatro: cuando una obra que lleva 400 años escrita, vuelve a conectar con la realidad más urgente. El actor, reconocido por clásicos del repertorio de Shakespeare como Hamlet, La tempestad o Enrique V, de pronto asume el papel protagónico de una de las obras menos conocidas del bardo de Avon. Y a propósito de la sintonía con la furia que hoy se vive en la calle a causa de las ineptitudes del gobierno, no deja de sorprenderse por que el tema de la obra resulte tan cercano: El adinerado Timón vive en Atenas prodigando regalos, festines y favores, acompañado por una corte de aduladores. Sin embargo, cuando sus dispendios lo lleven a la ruina, ninguno de quienes él favoreció le brindará socorro. Abatido por la traición, Timón se retira al campo a cavar su tumba, y mientras excava, profiere los más amargos y espléndidos insultos, pidiendo al cielo la aniquilación de Atenas, la tierra de su desencanto. “Creo que todos alguna vez nos hemos sentido como Timón o nos hemos comportado como él. Eso es lo fantástico de Shakespeare: mientras el mundo no cambie, sus obras nunca pasarán de moda”, reflexiona el actor.
“Timón” no deja de sorprendernos por los niveles de odio que alcanza. Empezando por su procacidad, pero también por su necesidad de enterrarse y de destruirlo todo. Nos hace pensar hasta dónde puede llegar el ser humano para aborrecer los demás. La obra es una metáfora sobre cómo podemos excavar hasta alcanzar el punto de dolor humano más profundo. Y eso me interesaba”, señala el director Mateo Chiarella.
“Coco Chiarella se divertía mucho al jugar con la imaginación del público para que este complete la historia. Tenía un corazón de niño y era muy consciente de ello".
En efecto, en la obra Shakespeare convierte la diatriba en una de las bellas artes. Para Odar, esta es una demostración que el teatro siempre resulta una actividad visionaria. “Como es un rito, el teatro siempre tiene una conexión con la realidad. Somos como brujos, parte del misterio del teatro es su capacidad de advertir aquellas cosas invisibles que están en el aire, como en este caso el problema político. Estoy seguro que a Coco Chiarella le habría encantado estrenar una obra así en plena coyuntura”, afirma.
La mención al desaparecido director no es gratuita. Esta versión libre de su esposa, Celeste Viale Yerovi de la obra “La vida de Timón de Atenas” se estrena ya de forma presencial en el CCPUCP como un homenaje al director fallecido en abril del año pasado, dirigido por su hijo Mateo Chiarella Viale y protagonizado por uno de sus actores fetiches. En efecto, “Timón” tiene que ver mucho con la personalidad y la actitud del desaparecido hombre de teatro. Odar, quien protagonizó cuatro de las obras dirigidas por Jorge Chiarella (Amadeus, Zapatos de Calle, Enrique V e Historia de un caballo) reconoce que entre ambos hubo un especial entendimiento. “Coco era un director tan natural que sus indicaciones eran muy intuitivas. Con Coco éramos como dos niños jugando, todo surgía de la intuición. Nuestra conexión no tenía que ver con que nos lleváramos de maravilla, sino que, más allá de las discusiones que pudiéramos tener, las soluciones que encontrábamos juntos siempre funcionaron”, recuerda.
En Timón, tanto actor como director han recuperado muchas de las prácticas Jorge Chiarella para la puesta en escena, intentando, como advierte Odar, recuperar la magia de las sugerencias. “Coco se divertía mucho al jugar con la imaginación del público para que este complete la historia. Tenía un corazón de niño y era muy consciente de ello. Por eso sus ensayos eran puro juego. A mí me encantaba su forma de arriesgar en escena y de trabajar el espacio escénico. Coco trabajaba mucho con el punto de vista del espectador”, explica.
Para Mateo Chiarella, en un homenaje a su padre no podía faltar la presencia de un actor como Odar, a quien define como uno de los actores de mayor plasticidad de nuestro medio. “Él debe ser quien mejor plantea su cuerpo y su voz para que tengas la información exacta de lo que él está haciendo en escena. Es un don personal. Eso me parece formidable, y por eso mi papá lo quería tanto”, añade.
Más información
Lugar: Teatro del Centro Cultural PUCP. Av. Camino Real 1075. San Isidro. Temporada: Del 9 de abril al 5 de junio, Sábados y domingos 8 p.m. Entradas: S/ 45 y S/ 20. A la venta únicamente en www.ccpucpencasa.com
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